Reconozco aquí y ahora que soy una perezosa para hacer pan casero. A pesar de la notabilísima diferencia entre, por ejemplo, el pan de molde elaborado por mí y el envasado, rara es la vez que no desayuno el del supermercado. Tener cada día pan tierno en la despensa es muy cómodo.
Lo más triste es que siempre que lo hago, nada más dar el primer bocado a una rebanada, me prometo no volver a comprar el envasado. "¡¡¡Con lo fácil que es elaborarlo en casa!!!, y lo rico que queda, me compensa el pequeño esfuerzo", me digo. Pero nunca lo hago. Y, de nuevo, en cuanto se termina, acabo cayendo en las garras de Bimbo.
Es una pena. Me encantaría dejar ese conglomerado insulso, pero carezco del tiempo y la paciencia necesarios para esperar la fermentación de la masa, y no os quiero ni contar para tener a mi disposición una masa madre como Dios manda. A día de hoy, el tema "masa madre" ni me lo planteo. Por eso, cuando me apetece hornear pan, una palabra viene a mi mente de forma inmediata: "focaccia".
La adoro. Me declaro muy fan de este pan (me temo que esto ya os lo dije en el post de la focaccia con cebolla carameliza, manzana y nueces...) Y no solo por el hecho de que no necesite de un amasado prolongado o de unas fermentaciones eternas, sino porque está buenísimo y es súper versátil. Admite mil millones de ingredientes, mezclas y combinaciones diferentes. ¡¡Todo lo que se nos ocurra!! Es más, si nos lo montamos bien, no solo obtenemos un pan con el que acompañar la comida, la cena o hacer unos riquísimos sándwiches, sino que podemos conseguir un primer plato en toda regla. Sobra decir que ese fue el destino de la focaccia que hoy tenéis ante vosotros.
En este caso, y recordando la tarta salada de brócoli y queso gouda, la cual horneé sobre una base de masa quebrada integral, me animé a probar una versión integral de mi masa de focaccia. Para ello, sustituí parte de la harina de fuerza de la receta por harina de trigo integral. El resultado ha sido muy bueno, bastante similar a la que hacía 100% con harina refinada.
Por último, en cuanto a los ingredientes que le he colocado por encima, aparte de que no caben más por milímetro cuadrado, sobre decir que la mezcla queda buenísima. ¿Y las nueces de Brasil? ¡Han resultado todo un descubrimiento! ¡¡Qué ricas!! No me atrevo a decir que me hayan gustado más que las pecanas, pero casi, casi ^_^.
Focaccia integral de brócoli, queso azul y nueces de Brasil:
INGREDIENTES
- Para la masa:
170g de harina de fuerza
80g de harina de trigo integral
4g de levadura deshidratada de panadería
5g de sal marina
5g de azúcar
2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
150mL de agua tibia
romero
- Para el topping:
2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra (y un poco más para rociar sobre la masa)
1 cebolla
2 cucharadas de azúcar moreno
1 cucharada de vinagre de Jerez
250g de brócoli (que previamente habremos cortado en ramilletes y habremos cocido el vapor)
30g de queso azul, desmenuzado
Unas 6 nueces de Brasil, troceadas
PREPARACIÓN
- Para la masa:
En el bol de la amasadora, mezclamos ligeramente las harinas, la levadura, la sal y unas hojitas de romero. Hacemos un hueco en el centro y vertemos el agua, el aceite de oliva y el azúcar. Mezclamos a velocidad mínima para obtener una masa muy suave.
Cuando estén todos los ingredientes mezclados, comenzamos el amasado, que será de unos 10 minutos a velocidad baja. En el momento en que tengamos una masa muy elástica, formamos una bola, la colocamos en el fondo del bol, cubrimos el bol con papel film o un paño de cocina, y dejamos levar de una hora a una hora y media o hasta que la masa haya doblado su volumen.
- Para el topping:
Mientras la masa fermenta, cocinamos al vapor el brócoli hasta que esté tierno.
Por otro lado, vamos haciendo la cebolla caramelizada. Para ello, cortamos en finas rodajas la cebolla y la cocinamos en una sartén con dos cucharadas de aceite de oliva. La pochamos durante unos 8 minutos a fuego lento o hasta que veamos que se ha ablandado. Agregamos el azúcar y el vinagre,y cocinamos, removiendo, durante un minuto más o hasta que el azúcar se haya disuelto y la mezcla tenga una apariencia pegajosa. Dejamos enfriar.
Desmenuzamos el queso y picamos en trozos grandes las nueces de Brasil
- Seguimos con la masa y horneado:
Pasado el tiempo de la primera fermentación, desgasificamos la masa y la pasamos directamente a nuestra placa de horno (la mía, de unos 20x30cm) cubierta con papel vegetal.
La estiramos con los dedos, procurando no aplastarla demasiado y que pierda demasiado aire. Con los dedos, hacemos unos agujeros por toda la masa.
A continuación, la rociamos con aceite de oliva virgen extra y repartimos por la superficie la cebolla y los ramilletes de brócoli. Repartimos las nueces y el queso desmenuzado. Cubrimos la bandeja con papel film y dejamos que la masa vuelva a fermentar 45 minutos más.
Precalentamos el horno a 220ºC.
Cuando nuestra focaccia haya doblado su volumen, la destapamos, la podemos volver a rociar con un poquito más aceite de oliva virgen extra y la horneamos de 20 a 25 minutos a 220ºC o hasta que esté crujiente y doradita.
Tras el horneado, con cuidado, la pasamos a una rejilla para que enfríe, la cortamos en cuadrados grandotes y la servimos templada o a temperatura ambiente.
¡¡Un besazo!!