Una isla de 370 kmts., unida a la isla de Cuba por un camino artificial de unos 27 kmts. De largo, donde existen casi las últimas playas vírgenes del planeta y aún los flamencos salvajes siguen viviendo en las aguas poco profundas; la mayor parte del territorio está cubierto de bosques que solamente reconocen el limite de la arena y sus playas.
Arenas blancas y mar turquesa; una camina y camina cientos de metros y el agua no te cubre, aunque sea sólo un espejismo, llegué a sentir que nadie antes habia pisado esas arenas, así que con semejante agua una de las actividades principales es el buceo, que nos apasiona.
Kilómetros de playas fabulosas, aguas de poco fondo protegidas por una gran barrera de coral, cayuelos cercanos unidos por canales, vegetación de manglar, mar de color turquesa y sol abrasador, fondos marinos fascinantes con una variedad de vida y color realmente espectacular que hicieron mella en mi, ya que la sensación de estar en Cayo Coco es la de estar en el paraiso.
Desde La Habana, volamos en una avioneta pequeñita (algo que me da verdadero pánico), hasta el coqueto aeropuerto de Jardines del Rey; entonces solo llegaban hasta allí vuelos locales; una aventura, un viaje intenso, del que guardo estupendos recuerdos, no solo por los paisajes, el buceo, sino también la comida.
En la misma arena, con preciosas vistas al mar, no se me olvidará los camarones a la plancha en el Restaurante “La Picúa”, nunca los volveré a comer tan riquísimos como aquellos.
Hemos vuelto a Cuba en varias ocasiones y no a Cayo Coco, quizás algún dia pueda volver a disfrutar del paraiso caribeño; mientras tanto degustamos en “Mi cocina” los gambones a la plancha cerrando los ojos y rememorando esos maravillosos momentos que allí pasamos.
Es bien sencillo y creo que no enseño nada, no es una receta realmente, pero mi blog no solo puede estar lleno de platos laboriosos, sino que intento dejar constancia de todo lo que se cuecen como yo digo, en mis “fogones”.
Para hacerlos:
Calentar la plancha, poner aceite de oliva, colocar los gambones.
Echarles sal (a ser posible sal gorda).
Tenerlos el tiempo necesario, hasta que estén en su punto, dándoles la vuelta a fin de que se hagan por ambos lados.
Al emplatar, recuperar el aceite de la plancha poniéndoselo por encima a los gambones y echar un buen chorreón de limón,
¡¡ Disfrútenlos !!