La granada es una fruta con gran poder antioxidante (ayuda contra el envejecimiento de la piel, favorece la circulación...), además tiene muchos minerales, vitaminas, es muy diurética y además baja en calorías. Son tantos sus beneficios que tenemos que aprovecharla al máximo estos meses que la tenemos disponible. La semana pasada ya os dí una idea para incluirla en el desayuno (podeís verla aquí), esta semana os traigo un postre con ella e intentaré daros alguna idea más para incluirla en vuestros menús.
Allá vamos!
Ingredientes:
- 150g de leche condensada
- 500ml de zumo de granada
- 2 claras de huevo
- 3 hojas de gelatina neutra
- 2 cucharadas de azucar
- Agua
Cuando me planteé esta receta la primera vez no tenía muy claro cómo conseguir el zumo de la granada. No sabía si desgranarla y rescatar la vieja licuadora del trastero o qué hacer con ella. Como siempre que no sé hacer algo le pregunté a Google, y descubrí que era igual de fácil que hacer un zumo de naranja. Haciendo uso de un exprimidor cualquiera conseguimos un zumo de granada perfecto para ésta receta.
El siguiente paso consiste en calentar la mitad del zumo en el microondas mientras hidratamos las hojas de gelatina en agua fría. Cuando el zumo esté a punto de hervir le añadimos la gelatina removiendo bien hasta que se disuelva por completo y reservamos.
Por otro lado, en un bol se vierte la leche condensada y la otra mitad del zumo y batir (no es necesaria la batidora, solo remover para que el zumo se integre bien con la leche condensada). Después se añade la otra mitad del zumo con la gelatina diluida y se vuelven a mezclar hasta que quede una crema homogénea.
En otro recipiente montamos a punto de nieve las claras de huevo junto con el azúcar hasta que queden bien firmes. Te recuerdo que tengo un post con trucos para montar las claras a punto de nieve (puedes leerlo aquí).
Una vez que las claras tengan la consistencia necesaria vamos añadiendo poco a poco la mezcla de leche condensada y zumo mientras realizamos movimientos envolventes con una cuchara, para que se vaya mezclando todo sin que se bajen las claras. Cuando la mezcla esté lista sólo queda verterla en los moldes y taparlos para que no se reseque la parte de arriba de la mousse, sobre todo si vuestro frigorífico es de aire. Sólo queda dejarlo enfriar unas horas y listo!
Como podéis ver en la foto hay dos colores en el vaso y es porque la parte de abajo era una mousse de yogur. En esa ocasión utilicé una receta diferente que para la mousse de granada y el resultado no me gustó nada, así que no guardé la receta (sólo recuerdo que había que dejar enfriar la gelatina y luego batirla, el resultado no tenía ni punto de comparación con la parte de arriba, que estaba buenísima). La semana que viene os contaré la receta sobre la versión fit de esta mousse y en ese caso sí os enseñaré cómo he preparado una mousse de queso que podríais utilizar también para completar esta versión. Si no quieres perdértelo puedes suscribirte al blog, es gratis y recibirás directamente en tu correo cada nueva receta que publique ;).