El próximo lunes daremos la bienvenida al otoño y este año, sorprendentemente, parece que el tiempo que nos acompaña al otro lado de la ventana está siendo acorde con la estación que el calendario está marcando.
Esto no quiere decir que dentro de unas semanas no vuelva a visitarnos el calor para volvernos más locos aún. No sé vosotros pero a mí esto me ha pillado de sorpresa y estoy con los armarios revolucionados. De la noche a la mañana me veo buscando un zapato cerrado y desterrando las sandalias porque como decía la canción yo con los pies helados ni pienso bien ni vivo bien ni estoy de buen humor.
Por no hablar de la locura de los armarios de las niñas. Eso es una jungla, no un cambio de armario.
A Lara no le vale nada de lo que tenía en primavera. De hecho es que ni la mitad de la ropa de verano le estaba bien a principios de Septiembre (zapatos incluídos)
Como madre previsora que soy suelo comprar en las rebajas alguna cosita de entretiempo de cara a tener algo en el armario que me salve si una mañana el frío llama a la ventana para no tener que sacar a la niña a la calle con las piernas al aire o en tirantes.
Mi "problema" ha venido con las tallas. Durante la primavera Lara cogió mucho peso y todos los pantalones le estaban pequeños. En pocas semanas me vi obligada a comprarle varias veces pantalones porque la niña iba ensanchando por días, así que de cara al inicio de curso compré pantalones haciendo una estimación al ritmo de crecimiento de la niña.
A lo largo del verano se ha mantenido más o menos, pero en las dos últimas semanas ha dado un estirón tremendo y se ha afinado una barbaridad. Es que los pantalones que en primavera no le iban ahora no sólo le van bien sino que le están sueltos. Así que tengo a la niña con ropa que parece prestada.
Por no hablar de los zapatos, que precisamente para curarme en salud siempre tengo en la reserva un zapato de un número más para cuando se presente el cambio y ahí está con unas bailarinas (que con este frío se le quedan los pies helados) y unas zapatillas (que si por ella fuera no se las quitaba ya que son rosas y con purpurina)
Lo de Elena es incluso peor. Que mis hijas hayan nacido casi en la misma época es una ventaja, de eso no cabe duda. Es todo un ahorro porque puedo utilizar, por el momento, toda la ropa que tenía guardada de Lara.
La locura viene cuando se acerca una nueva temporada y hay que abrir cajas. Habitualmente toda la ropa de la misma talla está junta. Pero siempre hay excepciones. Me consta que no soy la única madre que ha dejado sin guardar cosas "por si le valen en otoño" "por si el verano que viene aún le va este vestido que este verano le estaba aún sueltecito..." y cuando llega el momento te das cuenta de que no le sube, no le abrocha o le falta una cuarta y lo colocas en otra caja.
Antes de incoroporarme al trabajo me di la paliza de abrir todas las cajas que tenía de Lara (más que suficiente para abrir una tienda, os lo aseguro) y creo que lo dejé todo colocado por talla. Como el verano no daba muestras de querer marcharse no estaba yo muy por la labor de sacar la ropa de otoño invierno.
Que no es solo sacar la ropa, es sacarla, separarla por colores, lavarla, tenderla, plancharla y colocarla. Que nadie se piense que guardé la ropa sucia. Al contrario. Lavada y planchada. Pero mi madre se empeña que después de tres años es mejor lavarla (por mucho que la caja al abrirla te atufe a suavizante)
Pues una tarde de estas no sé qué luz se me encendió que me dio por sacar la ropa de Elena, separar por colores y empecé a lavar. La semana pasada el cambio de tiempo me pilló con la mitad de la ropa aún por lavar y la que estaba lavada estaba sin planchar.
Así que tuve que meter el turbo porque para más inquina lo que ya estaba lavado no combinaba entre sí, ya fuera por la talla o el color. Peor imposible.
Y aprovechando que mañana es fiesta local donde vivimos iremos a Granada a comprarle a la niña grande trapitos y zapatos para que destroce en el patio del colegio.
De mi cambio de armario no hablo. Con decir que ha terminado el verano y aún no he sacado las sandalias que tenía de años anteriores os lo digo todo.
Para despedir el verano traigo un postre fresquito pero con aires de otoño. Muy a juego con el tiempo que nos acompaña desde la pasada semana.
En el mercado podemos encotrar calabazas casi todo el año, pero es sobre todo a finales de verano y a lo largo del otoño cuando disponemos de más variedades de temporada que nos regalan formas y colores variados que encierran un delicioso interior para disfrutar en recetas dulces y saladas.
He de reconocer que en salado le saco poco partido y no voy más allá de los purés y cremas, pero en dulce...¡ay en dulce! ¡se lo pondría a todo! Muffins, galletas, bizcochos, tartas, gofres ¡incluso un panettone! En el blog tengo un amplio repertorio de recetas con calabaza ¡a cuál más rica! pero todas tienen un denominador común ¡todas pasan por el horno!
Sin embargo no tenía ninguna receta en la que la calabaza se consumiera "en frío"
Es una de esas cuestiones existenciales en las que no caes hasta que das con la receta apropiada, y en este caso ha venido, como no podía ser de otra manera, de la mano de mi amiga Olga. Ella le ha dado un giro a su alimentación y su estilo de vida y comparte de un tiempo a esta parte recetas más saludables (o fit, término tan de moda últimamente) que nos ayudan a tomar conciencia de la importancia de una alimentación sana y basada en productos reales y nos enseña a poner un punto dulce en nuestras vidas sin azúcares o harinas refinadas y otros productos no demasiado aconsejables en nuestro día a día.
Lo mío con su receta de hoy fue amor a primera vista. Aunque la publicó durante mi baja le eché el ojo y la guardé a buen recaudo porque tenía que hacerla sí o sí.
Creo que os lo he comentado ya, pero durante la baja de maternidad de Elena de vez en cuanto echaba un vistazo y estaba al tanto de lo que íbais publicando, lo que contábais...no comentaba, porque desde el móvil es complicado, pero más o menos podía seguiros a todos y guardar todas aquellas recetas que me gustaban.
Además este postre me venía de perlas porque en una reorganización de la cocina me encontré con una bandeja de dátiles que se habían quedado olvidados desde Navidad. Nos gusta preparar dátiles con bacon y suelo comprar una bandeja que nos da para nochebuena y nochevieja (es que nosotros somos poquitos en casa) pero esta vez sobraron (bastantes) y se quedó en el olvido.
Cuando los encontré estaban duros como piedras (y además eran con hueso así que no sabía bien si se podrían salvar para algo), pero al ver que Olga aconsejaba ponerlos en remojo seguí su consejo y los dejé hasta que estuvieron lo suficientemente blanditos como para sacarles el hueso.
Así que no sólo traigo una receta saludable sino que además traigo una receta de aprovechamiento porque de otra manera esos dátiles hubieran ido a la basura.
Como los puse todos en remojo los utilicé todos para hacer la mousse, pero en realidad no es necesario poner tanta cantidad como os indico aunque ya os adelanto que queda ¡de escándalo!
Yo me dije ¡de perdidos al río! y todos los dátiles en remojo a ver si se podían salvar.
La textura es genial. Aquí entra en juego tener un buen procesador de alimentos. Una batidora o un robot potente hace mucho por esta crema. Y si utilizas ingredientes de calidad (ten en cuenta que hablamos literalmente de cuatro ingredientes) el éxito (más bien exitazo) está más que asegurado.
Ahora viene la pregunta el millón ¿y sabe a calabaza? Pues yo diría que no. Sabe a chocolate.
A mí la calabaza me gusta, pero como os he comentado nunca la he comido sin que haya vuelto a pasar por el horno (es que ni en esta receta está la calabaza cruda porque es necesario usarla asada, cocida o al vapor. Yo la prefiero asada porque adquiere un punto de sabor buenísimo) y tenía mis dudas de si sabría más o menos a calabaza el postre.
Es posible que se adivine cierto matiz, pero entre los dátiles y el chocolate os aseguro que queda más que camuflada para aquellos que tienen una relación poco amistosa con frutas y verduras.
La textura queda aireada del estilo de una mousse "clásica", pero es bastante más contundente, por lo que llena bastante.
El resultado final dependerá de la potencia de nuestro cacharro y del tiempo que le demos. Mi fallo fue que al poner más dátiles el vaso de mi procesador (Nutribullet) estaba más lleno de lo recomendable, por lo que a pesar de la mucha potencia que tiene, quedaron algunos grumitos y aunque tuve mis dudas al principio lo cierto es que me encantó.
Si vosotros trituráis mejor os quedará una textura del tipo Nocilla o similares que incluso podéis usar para untar en tostadas o hasta de relleno de tartas o bizcochos.
Para mí sola, a cucharadas, está más que divina, pero todo es cuestión de gustos.
Ahora que las calabazas están empezando a llenar los mercados espero que os animéis con esta mousse tan fácil de preparar y tan rica.
¡Ah! y que nadie se llame a engaños, que sea una receta saludable no quiere decir que sea una receta baja en calorías. Aunque de sabor está que se sale y os he guardado un bol para compartirlo mientras os cuento la receta.
Ingredientes:
* 400 gramos de calabaza asada (pesada una vez asada y sin piel)
* 300 gramos de dátiles (en la receta original se ponen sólo 200 gramos)
* 60 gramos de cacao en polvo sin azúcares añadidos
* 7 gramos de edulcorante líquido
Elaboración:
1. Ponemos los dátiles en remojo en agua caliente durante unos 15 minutos o más hasta que estén blanditos. Escurrimos el agua, les quitamos el hueso y reservamos.
2. En la jarra de la batidora (o el vaso de nuestro procesador de alimentos) ponemos la calabaza asada (os recomiendo que le escurráis bien el agua que pueda tener), los dátiles, el cacao en polvo y el edulcorante líquido y batitmos hasta obtener una pasta.
3. Vertemos en los boles en los que vayamos a presentar, nivelamos con ayuda de una espátula de silicona o una cuchara, tapamos para evitar que la superficie se reseque y metemos en el frigorífico.
La receta más simple no puede ser. Como siempre suelo tener unas bolsitas de calabaza asada en el congelador esta mousse está lista lo que la calabaza tarda en estar descongelada.
Da muy poco trabajo, se ensucian muy pocos cacharros en la cocina y queda la mar de resultona.
El sabor y la textura se mantienen perfectos pasados unos días así que si lo queremos como postre para una reunión familiar o de amigos nos permite prepararla con algunos días de antelación.
Además admite variantes añadiendo especias. Como estamos a las puertas del otoño no te cortes y ponle canela, cúrcuma, cardamomo...o aquello que te pida el cuerpo. Así podemos ir variando el sabor manteniendo el mismo postre base.
Sea como sea haz tuya la receta y no te olvides de etiquetarme en redes sociales si la haces para que vea el resultado.
Como en esta receta he aprovechado los dátiles que sobraron de navidad y que estaban duros como piedras va directa al reto 1+/-100, desperdicio 0 de mi amiga Marisa
Las crónicas de mis niñas llegan esta semana plagadas de toses, mocos y vómitos. Comenzamos la bacanal de resfriados que nos acompañará a lo largo del curso escolar. Calculo que a Elena le pasará como a Lara en su primer año de guardería. Estará mala una semana y la otra pillará un nuevo virus y así hasta el verano.
Lo sé, es necesario pasar por esto para que vaya generando defensas y el largo etcétera que se dice en estas situaciones. En el peor de los casos son dos años malos y a partir de ahí aunque se ponga malita no perderá tantos días de clase.
Los síntomas aparecieron en Lara el domingo. Elena pasó todo el día bien pero cuando llegó la noche se dormía y despertaba al minuto, comenzaba a llorar de sueño y en cuando cerraba los ojos lloraba durmiendo porque algo le pasaba... Una noche horrorosa que me pasé de habitación en habitación de las peques.
El lunes visita a la pediatra que desde principios de verano no nos veía. De hecho yo creía que Elena estaba mejor que Lara y fue al contrario. Lara ha seguido yendo al colegio y Elena está con la abuela en casa para controlar si tiene fiebre y demás.
Dado que puedo contar con la ayuda inestimable de mis padres está mejor allí que en la guardería porque puedo saber cómo está en el momento en el que me acuerde de preguntar.
Es curioso cómo los acontecimientos se repiten. Lara también se resfrió por primera vez justo en esta semana y no pudimos ir a la feria. Elena mucho me temo que se la va a perder también.
Porque yo respeto mucho los padres que dicen que son los niños los que se tienen que adaptar al ritmo de la familia, pero en mi casa las cosas son al contrario y nosotros adaptamos nuestras vidas en la medida de lo posible al ritmo de nuestras hijas.
Y sí, con las niñas resfriadas podemos ir a la feria este fin de semana. Pero ¿qué necesidad tengo de exponerlas al sol, a las corrientes de aire y los cambios de temperatura? al final acaban poniéndose peor. Hasta ahora he vivido muchas ferias, por perderme una no me pasará nada (amén del dinerito que nos ahorramos)
La semana próxima os contaré cómo siguen las princesas.
Aprovecho para pedir disculpas porque debo muchas visitas a vuestras cocinas pero con la vuelta al cole y el cambio de armario voy un poco pillada de tiempo. Espero ponerme al día en breve.
Nos leemos la semana que viene ¡sed felices!
Manos a la masa y ¡bon appétit!