He contado en múltiples ocasiones que en mi zona no hay tradición repostera ni gastronómica en estos días más allá de las gachas dulces o poleás que compartí con vosotros el año pasado y las castañas asadas. Y en el caso de las gachas son más parte de mis recuerdos de la infancia vistas en casa de mi abuela que de la tradición que actualmente vivimos.
Repito en muchas ocasiones que me dan envidia los dulces tradicionales de esta época que muchas de vosotras estáis compartiendo como los panellets, los huesos de santo o los buñuelos (especialmente estos últimos y más si son de calabaza, otros de mis eternos pendientes por llevar a mi cocina)
Pero este año me he liado la manta a la cabeza, he cruzado el charco (virtualmente, que no está la cosa para salir de casa precisamente) y abro mi cocina a una receta tradicional mexicana que se prepara para el Día de Muertos, festividad vinculada a nuestra festividad de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, que se celebra los días 1 y 2 de Noviembre.
Y la culpa la tienen mis hijas. Y Luli Pampín. Y la canción Día de Muertos.
Lo más probable es que no conozcáis a Luli Pampín. Si no fuera por las niñas y por Youtube yo tampoco.
La cuestión es que esta mujer, a ritmo de canciones pelín machaconas cuando las has oído veinte pares de veces, enseña a los niños las vocales, los números, las formas, normas básicas de higiene, los nombres de las frutas y hasta las tradiciones de Halloween o del Día de Muertos. Es bastante completa y bastante internacional, todo hay que decirlo.
En el vídeo Día de Muertos aparecen los altares mexicanos, los papelitos naranjas típicos de esta fiesta y el Pan de muertos.
Lara que es muy curiosa lo pregunta todo y le prometí que un día íbamos a hacer Pan de Muerto, así que no me quedó más remedio que ponerme manos a la masa y llevar a la mesa el pan prometido.
Pero como mi hija es rara a rabiar para la comida no sé si pensó que el pan llevaba muertos en la miga o si al comerlo se convertía en muerto, que la cuestión es que lo miraba como si de veneno se tratara y no consintió probarlo.
Todo lo contrario a Elena que bien se puso las botas más de un día con él. Y los demás también. Todo hay que decirlo.
No voy a entrar en relatar cómo se celebra este día en México. En internet hay mucha información, que será más veraz y estará mejor explicada de lo que yo pueda hacer desde mi modesta verborrea.
Sólo quiero destacar el carácter colorido y festivo de esta celebración, el significado de todos y cada uno de los elementos que se usan en los altares y las ofrendas y lo primoroso del detalle de todos los objetos.
Es bastante contrapuesto a la celebración de Todos los Santos que recuerdo de pequeña. En mi memoria son "oscuros" y tristes los recuerdos en torno a esta festividad. Como algo muy solemne y muy serio, como si visitar las tumbas supusiera un incremento del dolor de la pérdida de un ser querido.
Son percepciones que forman parte de mi subconsciente, complicadas de plasmar con palabras, pero que explican lo curiosa que me resulta esta manera de celebrar una festividad similar (o que tiene un origen derivado de la nuestra)
Lo cierto es que la canción de Luli fue una excusa para adelantar en mi infinita lista de pendientes una receta a la que le tengo ganas desde los inicios del blog.
Ya sabéis que todos tenemos por ahí recetas que nos llaman la atención pero que sin motivo aparente nunca llevamos a nuestras cocinas. Pues el Pan de muerto era una de ellas para mí.
Y no es que sea precisamente complicado, pero ya sabéis que las masas requieren su tiempo para levar y no siempre podemos estar pendientes de su voluntad.
Será porque yo las trabajo poco, pero nunca las puedo predecir. A veces las preparo después de la cena para dejarlas levar por la noche con toda tranquilidad y resulta que antes de acostarme ya han duplicado su tamaño.
Otras veces las hago por la mañana y llega media tarde y no hay forma de que leven.
Siempre intento ponerlas en el mismo sitio, que no haya corrientes, que estén calentitas...pero son caprichosas las muy puñeteras.
En esta ocasión me encontré con una masa perezosa que se resistía a levar, y sin embargo el segundo levado fue rápido.
Como ocurre con las recetas tradicionales, en cada casa tienen su versión. Te pones a buscar información y acabas por volverte loco con tantas recetas que parecen iguales pero que cada una tiene sus peculiaridades.
Para hacer esta receta he seguido el paso a paso de Silvia del blog ChupChupChup pero me he basado en la receta de María Lunarillos adaptando un poco los ingredientes a mi criterio según he visto en otras recetas.
El resultado ha sido bastante satisfactorio.
Con la práctica se aprende, y a toro pasado yo os recomendaría hacer un poco más pequeña la bola de arriba lo que hará que se hornee mejor en el centro de la masa y que estéticamente se vea mas estilizado el pan de muerto.
Son detalles que no cambian el sabor ni la textura de la masa, pero no hay que olvidar de que con los ojos también se come.
En mi búsqueda de la receta he visto dos tipos de acabados del pan. Uno bañado en mantequilla y espolvoreado de azúcar, que es como lo presento yo, porque me ha parecido que era la más popular, aunque según zonas también es frecuente encontrarlo horneado bañado en una capa de mantequilla que le confiere un aspecto brillante y quizá bastante más oscuro al salir del horno.
También he visto versiones rellenas de nata montada (crema de leche), al estilo roscón de reyes pero me ha parecido ver ahí demasiada licencia interpretativa de la receta. ¡Ojo! que no digo que no esté bueno así, pero me parece una interpretación bastante personal de la receta además de un añadido innecesario de calorías.
Para mí tal cual está espectacular. Me ha sorprendido que aguante varios días sin ponerse duro. A ver, al día siguiente ya no está tan tierno como recién horneado, pero aguanta bastante bien el tipo en comparación con otras masas que he preparado y que al día siguiente daban mucha pena (que es una forma sutil de decir que estaban duras como piedras)
A mí me ha recordado un poco al Roscón de Reyes. Me pasa con todo lo que lleva agua de azahar. Lo que me ha planteado dudas acerca de si este ingrediente no sería un añadido de este lado del charco. Que probablemente lo será.
Lo que está claro es que nos ha gustado mucho. Las masas tienen un je ne sais quoi que todas me fascinan, y una vez hechas te dices que no es para tanto la receta y que no deberías dejar pasar tanto tiempo entre una masa y otra, pero sinceramente, siempre me da pereza ponerme con ellas precisamente por lo poco predecibles que son como os comentaba al principio de la entrada.
Os animo a que prepareis este pan. Con estas cantidades se pueden hacer dos panes medianos, pero yo voy a lo cómodo y a lo grande y he hecho sólo uno que sinceramente da un poco de menos trabajo, aunque creo que merece la pena el esfuerzo si tenéis un poco de tiempo.
Y sin más vueltas os invito a un trozo ¿quién pone el café?
Ingredientes:
* 120 gramos de leche
* 100 gramos de mantequilla derretida
* 2 huevos batidos como para hacer tortilla
* 15 gramos de agua de azahar
* La ralladura de una naranja
* 130 gramos de azúcar
* 5 gramos de sal
* 500 gramos de harina de fuerza
* 7 gramos de levadura seca de panadería
* Leche, huevo o mantequilla para pincelar antes de hornear
* Mantequilla derretida y azúcar para pincelar y espolvorear después de horneado.
Elaboración:
1. Ponemos los ingredientes de la masa en la cubeta de la panificadora siguiendo el orden en el que están escritos y amasamos. Yo utilizo la panificadora de LIDL y pongo el programa 7, de amasado para pasta que dura 15 minutos.
2. Cuando termine el amasado (que también puede realizarse a mano o en cualquier otro robot de cocina) pintamos con aceite de oliva un bol, sacamos la masa, la hacemos una bola y la ponemos en el bol. Tapamos con papel film en contacto directo con la masa y ponemos por encima del bol un paño limpio y seco.
Dejamos levar hasta que duplique su tamaño.
3. Una vez haya levado sacamos del bol y amasamos ligeramente.
4. Pesamos la masa y separamos un tercio.
5. Con la parte grande hacemos una bola y colocamos sobre un papel de hornear en la bandeja del horno.
6. El tercio de la masa lo dividimos en cuatro partes del mismo peso.
Con una de esas partes hacemos una bola, y con las otras tres restantes hacemos las tiras alargadas que simulan los huesos.
7. Colocamos una de las tiras de huesos en el centro de la bola grande y las dos restantes sobre esta, formando una x.
Para terminar colocamos la bola pequeña y tapamos con un paño seco y limpio. Dejamos en una zona cálida aproximadamente una hora y media para que leve.
8. Destapamos, pintamos con leche, huevo batido o mantequilla e introducimos en el horno precalentado a 200º C y horneamos 10 minutos. Bajamos a 190º C y pasados diez minutos más bajamos a 180ºC y horneamos 10 minutos o lo que sea necesario hasta que nuestro pan esté hecho.
Cuidado porque la parte donde apoya la bola que corona el pan tarda más en hacerse.
Si vemos que se dora en exceso tapamos con papel de aluminio.
9. Una vez terminado de hornear dejamos con la puerta entreabierta 5 minutos, sacamos, pasamos a una rejilla y dejamos enfriar por completo.
10. Pintamos con mantequilla derretida y espolvoreamos con azúcar.
Puedo asegurar que parece más laboriosa de lo que realmente es.
Lo cierto es que yo no me he dado mucha maña para hacer los cilindros de los huesos, pero como todo es cuestión de práctica y de paciencia (y probablemente de tener las manos más grandes para hacerlos de una pasada como he visto en algunos vídeos)
Para conservarlo lo he envuelto en film transparente, que igual no es muy ecológico, pero conserva bastante bien la repostería casera, y lo he dejado en la cocina porque tengo la sensación de que las masas en frío endurecen antes y sólo las meto en la nevera si llevan algún relleno como crema pastelera que sí se estropea rápidamente a temperatura ambiente.
Este año esta marcado por el caos. Mucho hablar de nueva normalidad pero yo de normal en la situación que vivimos veo poco. Como viene sucediendo desde marzo la festividad de Todos los Santos va a estar marcada por la pandemia que vivimos y afectará a muchas tradiciones.
Esperemos (cooperemos y trabajemos, que las cosas nunca se hacen solas) que el próximo año la situación sea mejor. A la vista de la evolución es absurdo pensar que vayamos a recuperar la normalidad en pocos meses y voy asimilando que esto va a ser cuestión de dos o tres años en el mejor de los casos.
Como venimos haciendo desde siempre con nuestras cocinas virtuales ponemos nuestro granito de arena para que las tradiciones no se pierdan y de un tiempo a esta parte para poner la máxima normalidad posible, aunque sea de manera virtual, en la locura de tiempo que nos ha tocado vivir.
Gracias por estar aquí una semana más. Nos leemos el jueves próximo.
Manos a la masa y ¡bon appétit!