"No me come, no hay manera de que me coma" Se le escuchaba cada día a su madre, quejándose a las vecinas, a sus amigas, a su familia
Mil y un remedio le aplicó su madre para que, según ella, no se muriera de hambre
Y él simplemente, antes que comer, prefería hacer tantas cosas
Jugar, correr, ir al parque, que su madre le hiciera cosquillas, esconderse con su hermana debajo de la cama, en el armario
Abrazar a su perro y quedarse dormido con el calorcito que le daba
Abrazar a su abuela y oler su colonia en el hueco de su cuello
Saltar, caerse, incluso caerse, trepar en el árbol de su jardín
Observar durante horas una fila de hormigas, cerrar los ojos y oír los grillos cantar
Ver cómo su abuela hacía un bizcocho, ver cómo subía el bizcocho dentro del horno
Nunca sentía "hambre". Ni siquiera sabía lo que era.
A veces, su cuerpo le llevaba hasta la comida
Pero no tenía esa necesidad de perder el tiempo, sentado en la mesa y comiendo
¡Había tantas cosas que estaban ocurriendo al su alrededor en es momento!
¡Y él se lo estaba perdiendo!
Y un buen día y por enésima vez, a su madre le recomendaron ir a un médico
"Hará que como. Es una eminencia"
Lo subió a una camilla enorme. Lo miró. Le sonrió y le guiñó un ojo
Lo bajó de aquella camilla. Llamó a la enfermera que se lo llevó de la mano
Al poco rato, o eso recordaba él, salió su madre suspirando
Nunca más oyó a su madre quejarse sobre el tema de la comida, ni lo perseguía por toda la casa con algo de comer en la mano
Los primeros días, aunque su madre parecía preocupada ya no lo expresaba con palabras
A los cuatro día incluso esa cara de preocupación desapareció y ya no se sintió continuamente observado por ella
A la semana siguiente seguía saltando, trepando, abrazando, observando, corriendo, riendo...
Pero en algunos de esos momentos descubría un trozo de pan, un trozo de chocolate o un bocadillo en su mano
Se descubría sentado en la mesa, al lado de su hermana y de sus padres, comiendo, riendo, hablando
Su madre ya solo lo abrazaba, lo besaba, le hacía cosquillas, reía con él y lo volvía a abrazar
Así descubrió todos los placeres de la vida: por si solo
INGREDIENTES
300 g de merluza
300 g de salmón
2 cucharadas de tomate frito
200 g de gambones
100 ml de nata (crema de leche) líquida
4 huevos
Sal
Pimienta
Aceite
perejil
Para la salsa rosa
2 cucharadas de ketchup
200 ml de mahonesa
50 ml de zumo de naranja
ELABORACIÓN
Poner un poco de aceite en la cubeta
Menú cocina
Rehogar la cebolla picada. 8 minutos
Retirar y reservar
Cancelar menú
Añadir un poco de aceite si fuera necesario
Menú plancha
Saltear los gambones pelados, 2 minutos por cada lado
Retirar y reservar
Freír la merluza y el salmón
2 minutos por cada lado
Ir retirando y reservar
Desmenuzar el pescado
Batir los huevos, la nata (crema de leche), el tomate frito
Añadir la mitad de las gambas y el pescado desmenuzado
Añadir la cebolla
Triturar
Salpimentar
Verter la mezcla en una flanera (o molde con tapa)
En la cubeta poner silicona y la rejilla
Colocar encima de la rejilla el molde tapado o flanera con tapa
Verter agua hasta cubrir media flanera
Menú Horno 45 minutos
Preparar la salsa rosa mezclando la mahonesa, el ketchup y el zumo de naranja
Probar hasta que sea de vuestro agrado
Desmoldar el pastel cuando se enfríe por completo
Decorar con la salsa rosa y los gambones que habíamos reservado
Espolvorear con perejil
Receta adaptada de la revista #cocinalecturas nº 107 pág.96