Lleva muchos años intentando ocultarles la realidad más fea
La peor que unos niños pueden vivir. La de su madre enferma
Le diagnosticaron esquizofrenia ya entrada en la adolescencia. Los años previos fueron años de no saber, de no tener explicación para aquellos cambios bruscos de humor, su agresividad por lo más nimio, un sinvivir
Cuando la desesperación estaba a punto de hacerles tirar la toalla, llegó el diagnóstico y con el diagnóstico llegó el tratamiento
Con el tratamiento pudieron descansar a medias. Ese tratamiento debía ser constante y dependía de ella misma
Su madre ya estaba hecha a la idea que no vería a su hija vestida de novia ni dándole nietos. Esa era una parte ínfima de su dolor
Se equivocó. Toda la familia se equivocó
Cuando consiguieron dar con el tratamiento y la dosis adecuada, su hija querida volvió a ser una chica dulce, sensible y perfecta
Respiraron aliviados
La boda fue perfecta. su primer nieto precioso
Todos le decían que ya podía relajarse, pero ella, su madre, siempre vivió con los dedos cruzados, una oración en los labios y vigilante. Siempre observando el mínimo cambio en su hija
Vinieron dos nietos más. Con el tercero, la paz se rompió en pedazos, para siempre
Tal vez demasiada responsabilidad o el miedo al futuro. Nadie sabe cual fue el desencadenante
Volvieron los ingresos en el ala de psiquiatría, el salir corriendo en plena noche para quedarse con sus nietos, los días cuidándolos a ellos y procurando que su hija descansara
Su yerno hizo todo lo que pudo pero los brotes, cada vez más frecuentes y violentos, lo sobrepasaban
Los niños eran demasiado pequeños y a pesar de la ayuda titánica que ella les dedicaba a todos, él se fue alejando, desentendiendo
Aquella ya no era la mujer con la que se había casado, se veía incapaz de cuidar de sus hijos después de diez horas trabajando fuera de casa
Ella lo entendió. Vivía en tal torbellino, que entendía todo lo que se le presentaba
Aquellos niños necesitaban alejarse de aquel hogar enfermo. Con la abuela estarían bien cuidados y fuera del alcance de los ataques violentos de su madre
Adora a sus nietos
Cada vez que aparece su hija, tiembla de pies a cabeza
Está llena de cicatrices. Las del cuerpo se van curando solas. Las cicatrices del alma, esas, nunca desaparecerán
Prefiere recibir ella a que toque a uno solo de sus nietos
Nadie nace nada
En los peores brotes, aparece la policía, la ingresan unos días y le dan el alta o se escapa
Dice que la medicación la convierte en un zombi, que ella quiere ser normal. A su madre se le parte el alma
Rozando los setenta años ninguna abuela debería cuidar de sus nietos. A esas edades los nietos son para disfrutarlos, para consentirlos
A ninguna edad una madre debería temer a su propia hija
Nota: Relato inspirado por Monserrat Graniel
INGREDIENTES
250 g de mantequilla en pomada
250 g de azúcar
4 huevos
250 g de harina
12 g de levadura
Una pizca de sal
1 puñado de nueces
1 puñado de orejones
Para el glaseado de leche
200 g de azúcar glas
50 g de leche
ELABORACIÓN
En un bol, batir mucho la mantequilla con el azúcar
Añadir los huevos uno a uno sin dejar de batir
Añadir la harina tamizada con la levadura y la sal
Seguir batiendo
Añadir las nueces un poco partidas y los orejones cortados a trocitos
Mezclar con movimientos envolventes
En esta ocasión, he utilizado un molde de aluminio redondo que cabe en la cubeta y dentro del molde he colocado un molde de papel sulfurizado. Es como un molde de magdalena pero a lo grande
Pulverizar la cubeta con spray para desmoldar
Verter la masa en el molde
Colocar el molde dentro de la cubeta
Menú Horno 45-50 con tapa y válvula abierta (Ver vídeo aquí)
Tapa Horno hasta dorar al gusto
Sacar de la cubeta y dejar enfriar sobre una rejilla
Para el glaseado de leche
En un bol mezclar el azúcar glas con la leche
Cuando el bizcocho esté frío, verter el glaseado por encima
Receta adaptada del libro de Aliterdulcia Pasteles con historia