Ellas las prefería a cualquier hospital
El trabajo era duro, mal pagado y nadie te daba palmaditas en la espalda por lo que hacías
Pero lo peor de todo era las condiciones. No las de ella
Nadie lo sabía. Nadie podía saberlo
Pero seguro que si alguien lo supiera aún se preguntaría porqué lo hacía
¿Porqué?
Es que no veían el sufrimiento de aquellas personas que lo habían hecho todo en la vida
Habían trabajado y luchado toda su vida por tener una vida digna y ahora los dejaban abandonados peores que a perros
¿Es que no se merecían morir en paz?
Sin tener que ver tanta mugre, sin ser tratados como deshechos humanos, sin nadie que les diera amor, sin sus seres queridos
¿Seres queridos?
Ellos eran los que los habían dejado allí. Nada los podía excusar. Nada
¿Es que no se merecían dejar de sufrir?
Esas miradas. Ella sabía cuando se lo pedían.
Ella veía en sus miradas que no querían seguir aquí
A las personas como ella las llamaban ángeles de la muerte
¡Qué estúpidos! ¡Qué sabrían ellos de muerte!
Muerte era vivir como vivían aquellos ancianos. Poco a poco cada día
Con pañales empapados durante horas, con llagas en el cuerpo porque nadie se preocupaba de darles la vuelta las veces necesarias
Con aquella comida insípida, atiborrados de pastillas para que no molestaran por las noches
Ella no era ningún ángel
Ella acababa con el sufrimiento de aquellos ángeles que ningún mal habían hecho en su vida, más que envejecer en esta sociedad cruel
Dejar de ser útiles. Dejar de producir. Convertirse en un estorbo para sus familiares
Esas mismas familias que deberían rendirles homenaje cada día
La primera vez fue la más difícil. No pensó en que la descubrieran
¿Y si se equivocaba? Eso pensó
¿Y si estaba cegada por todo lo que veía día tras día? ¿Por el dolor, la miseria?
Tal vez solo necesitaba hablarlo con alguien para desahogarse
Cuando lo hizo la primera vez se sintió liberada
Cuando miró a aquella abuelita, lo vió en sus ojos. Le estaba agradecida. Lo supo
Ahora ya no buscaba justificación. Elegía y lo hacía
Cuando veía llegar a la familia, siempre los últimos, como si no tuvieran prisas, apenas podía contener la rabia y la ira que la embargaban
Pero debía ser cuidadosa, su trabajo era importante
No podía fallarles a aquellas ancianos
PD La realidad siempre supera la ficción
Las semillas de vainilla le da un toque delicioso
INGREDIENTES
600 g de manzana Grammy Smith
1 limón grande
160 g de azúcar
2 huevos
110 g de mantequilla
70 g de harina
2 cucharaditas de levadura
1 vaina de vainilla
125 g de leche
ELABORACIÓN
Dejar los huevos a temperatura ambiente
Tamizar la harina con la levadura
Derretir la mantequilla
Cortar la vaina de vainilla por la mitad y raspar las semillas
Añadir las semillas a la mantequilla caliente
Rallar el limón
Exprimir el limón
Pelar y descorazonar las manzanas
Cortarlas en láminas
Poner las manzanas en un bol grande y verter el zumo del limón
Remover para impregnar la manzana
Batir los huevos con el azúcar y la ralladura de limón
Añadir la mantequilla
Mezclar con una espátula
Añadir 1/3 de la harina
Mezclar con la espátula
Añadir la mitad de la leche
Integrar
Añadir otro tercio de harina
Integrar
Añadir el resto de leche
Integrar
Añadir el último tercio de harina
Integrar
Añadir las láminas de manzana a la masa anterior
Mezclar
Preparar la cubeta
Pulverizar con spray para desmoldar
Colocar papel horno que suba por las paredes 2-3 dedos
Verter la masa directamente sobre el papel horno
O bien verter la masa en un molde de papel (estilo magdalena gigante, que es el que he utilizado yo)
Menú Horno 40 minutos + Válvula abierta + Tapa abierta (cerrar la tapa e ir abriendo poco a poco hasta que aparezca el pitorro metálico de la tapa)
Tapa Horno hasta dorar al gusto
Receta adaptada de El invitado de invierno