Ella escogió ese camino. Era monja de clausura desde los 20 años por decisión propia
Y cómo no, nadie lo entendió en su momento y aunque ya habían pasado muchos años, aún le retumbaban en los oídos algunos de aquellos comentarios
Hija, con lo que vales. Hubieras sido lo que hubieras querido en esta vida. Pero entre cuatro paredes...
Cuando llegó al convento le costó hacerse un hueco
En vez de un remanso de paz a ella sus normas le parecieron un puro infierno
Cuánta razón tenía su madre
Si no paras quieta, hija mía. Si no sabes callar a tiempo, si las palabras te salen a borbotones. Cantas, bailas, mareas a cualquiera con tu energía. ¡Con lo lista que eres y enterrarte en un agujero!
Tres años le costó acostumbrarse, muchas lágrimas a escondidas y mucho orgullo que se quedó atrapado entre su boca y un pañuelo cada vez que lo mordía para ahogar un grito de impotencia
Tres años, en los que a fuerza de observar, escuchar y analizar al resto de sus hermanas, dieron como resultado el descubrimiento más importante y su tabla de salvación
La cocina
Llegó a la conclusión que quién dirigía la cocina era la persona más querida de la casa
En una comunidad religiosa, como en cualquier otra comunidad, nadie se libraba de celos, envidias y auténticos pequeños dramas diarios que podían acabar con la paciencia y la fe de más de una
Así que tres años le costó darse cuenta de lo que la mantendría viva era ese lugar
Poco a poco, se hizo imprescindible en la cocina
Poco a poco, la cocinera no tomaba una sola decisión sin consultar con ella
Toda la comunidad le sonreía, era amable con ella
La cocina era su feudo
Cuando todos decían que era la mejor cocinera que había pasado nunca por esa comunidad ella no lo negaba, era cierto, era su auténtica vocación
Cuando ya apenas podía supervisar a aquellas muchachas jóvenes que poco a poco la habían sustituido en su cocina y que lo habían aprendido todo de ella
Cuando hacía ya mucho tiempo que había perdido la fe religiosa y que ya no recordaba qué la había llevado a estar detrás de esos muros, cuando ya todo eso había pasado y ya no tenía ningún sentido ni recordarlo, entonces era cuando más claro tenía que ella había nacido para ser cocinera, para dar de comer a quien estuviera alrededor de ella
Y daba igual que acabara sus días haciéndolo en la cocina de un convento de clausura, en la cocina de un prestigioso restaurante o en la cocina de un portentoso crucero de lujo
Eso jamás lo expresó con palabras. La hubieran considerado trastornada
Ella sabía, a sus ochenta y tantos años, que había tenido lo que había deseado
Para ello había tenido que hacer mucho sacrificio, era cierto, pero cuando el destino te pone en su sitio y ese sitio era el lugar más maravilloso que había conocido, lo demás ya no importaba
Y mientras que, a sus ochenta y picos de años, pensaba todo eso, sentada en un rincón de su amada cocina, con la manos recogidas debajo de las mangas de su hábito blanco, recordaba a todas y cada una de sus hermanas queridas a las que había hecho tan felices
Tantas maravillas habían salido de sus manos que ya no recordaba los malos tiempos pasados
Ella sabía más que nadie que el medio no importa, nunca importa
¡Ay si su madre pudiera escuchar sus pensamientos!
INGREDIENTES
1 pechuga de pollo grande abierta para rellenar
50 g de champiñones
30 g de bacon
200 g de carne picada mixta
1 huevo
Un chorrito de coñac
Tomillo
Romero
Sal
Pimienta
Aceite
Para la salsa
1 cebolla
Medio puerro
200 ml de vino blanco
ELABORACIÓN
En un bol mezclar la carne picada, tomillo, romero y un huevo
Amasar y mezclar bien
En la cubeta, saltear los champiñones laminados y el bacon con un chorrito de coñac
Reservar
Extender la pechuga
Salpimentar
Cubrir con la mezcla de carne
Enrollar sobre si mismo
Poner aceite en la cubeta
Menú Plancha o freír
Sellar la pechuga por todos sus lados, podemos poner unos palillos para que no se abra y sea más fácil de manipular
Retirar y reservar
En la misma olla, preparar la salsa
Sofreír la cebolla y el puerro
Retirar y triturar
Poner el sofrito de nuevo en la cubeta
Añadir el vino
Remover
Añadir encima la pechuga de pollo
Menú Horno 20 minutos
Servir la pechuga con la salta y acompañada por los champiñones y el bacon
Receta adaptada de la revista Love Cocina nº43 pág.38