Estas rosquillas me traen recuerdos de cuando era pequeña, las hacían mi madre y mi abuela y yo les ayudaba.
Son unas rosquillas muy tiernas y se llaman del candil porque antiguamente se hacían con un candil al ser la masa blanda. Hoy en día usamos un aparato semejante llamado candil o buñolera, esta es la única dificultad que tiene esta receta, que de no contar con dicho aparatito no se pueden hacer, pero lo venden en cualquier ferretería o tienda especializada en cocina.
Hay muchas recetas distintas pero yo os traigo, como siempre, la que se hace en casa.
Cuando las hacemos con las cantidades que os indicamos abajo, duran un pis-pas y es que somos muy golosos y ¡están de muerte!, además al no llevar ningún derivado lácteo son aptas para los que tengan intolerancia a la lactosa.
INGREDIENTES:
6 huevos (usaremos los cascarones como medida)
6 medio cascarones de aceite
1 medio cascarón de anís
460 g de harina
230 g de azúcar
Azúcar
Canela molida
MODO DE HACERLO:
Mezclamos todos los ingredientes con una batidora o la Thermomix y dejamos reposar la masa una media hora tapada en un bol o jarra.
Ponemos a calentar abundante aceite, en casa preferimos el de oliva pero puede ser de girasol.
Cuando el aceite alcance temperatura meteremos el candil o buñolera en él, sacamos, vertemos el aceite que se haya quedado dentro y bien ayudándonos con una cuchara, con una manga pastelera o con la jarra directamente, vertemos masa en el molde.
Introducimos el molde con la masa en el aceite y veremos que la rosquilla se desprende fácilmente, le damos la vuelta antes que de dore por ese lado, pues si no lo hacemos luego le saldrá un bollo a la rosquilla por el lado que no se ha dorado y queda más fea.
Dejamos dorar por los dos lados, sacamos y ponemos a escurrir en un papel absorbente.
Pasamos las rosquillas por una mezcla de azúcar y canela.
Dejamos enfriar y ¡¡YA ESTÁN LISTAS PARA COMER!!