Para mí la repostería de esta época es de sartén, a excepción del flan y el arroz con leche, presente en el postre de cada uno de los viernes santos de mi vida.
Ya sabéis de mi respeto por este tipo de repostería.
Os he contado mil veces que mi abuela Magdalena era la reina de los dulces de sartén.
Ella no necesitaba recetas anotadas, siempre las hizo a cabeza, sin una báscula, sólo con medidas, como se hacían las recetas "antiguas" y siempre, siempre, siempre salían bien.
La recuerdo desde mi altura de la infancia, al pie del fogón haciendo bailar la sartén para que sus dulces cogieran volumen.
¡Lo que daría por volver aunque sólo fuera un rato a esa época!
Siendo sinceros la repostería de sartén más que complicada es entretenida.
Necesitas de tiempo y tranquilidad para plantarte delante de los fogones.
Y paciencia.
Porque a la primera vuelta nada sale bien.
Da igual que sean pestiños, roscos o flores.
Los primeros son de prueba. ¡Siempre!
Y es de obligado cumplimiento abrirlos y ver cómo están por dentro para ir corrigiendo el grosor, la temperatura del aceite o el tiempo que tienen que estar en la sartén.
Una vez des con la tecla ¡el resto se hace de volado y sin casi pensar!
Estos roscos, o rosquillas, como gustéis llamarlos, llevan dos años en borradores.
Los preparé una tarde de abril, en pleno confinamiento de 2020.
Quién me iba a decir a mí que dos años después íbamos a seguir a vueltas con el virus y con problemas para encontrar ciertos productos en los supermercados, pero de este tema ya hablamos la semana pasada y no vamos a seguir dándole vueltas porque desde aquí no se pueden arreglar las conciencias de los demás.
Elena era un pequeña, hacía pocos días que se había soltado a andar y quería correr al par de Lara así que estaba besando el suelo casi todo el tiempo.
Durante el encierro mi madre les hizo unos delantales con un retal de tela de cuadros blancos y turquesas que nos dejó colgados en la puerta de su casa en una de las ocasiones que íbamos a dejarles la compra.
Aún recuerdo aquella sensación de vacío al llegar ante una puerta cerrada y saber que no podía abrirse.
La tarde de los roscos les puse sus delantales de cuadros y ellas se dedicaron a corretear por la casa, lo más lejos posible que las pude mantener de la sartén, porque me da mucho miedo que enreden alrededor del aceite caliente, cosa que llevo grabada a fuego de cuando mi abuela preparaba sus dulces que no nos dejaban estar en la cocina por el riesgo de quemarnos.
Cuando terminé se sentaron delante de la estantería de libros del salón, con una bandeja rebosante de roscos apoyada en las piernas de Lara y les hice unas fotos en las que Elena iba metiendo mano a los roscos.
Los abuelos las veían crecer esos días en fotos y les hacía ilusión saber qué se cocía a sólo unos metros de su casa, pero que en aquel entonces se hacían insalvables.
Hace no mucho volví a ver esas fotos y supe que esta Cuaresma, sí o sí, tenía que publicar estos roscos.
Sé que la harina vuelve a ser noticia porque vuelve a estar agotada en la mayoría de supermercados pero estos roscos no tienen fecha en el calendario y si no los podéis hacer para Semana Santa igual de buenos estarán en mayo.
Sinceramente confío en que las cosas retomen su cauce. Iba a decir normal, pero tal y como estamos desde 2020 yo ya no sé lo que es la normalidad, sinceramente.
Hacer estos roscos no tiene dificultad alguna.
En el paso a paso os he dejado además algunos consejos que os recomiendo leáis tranquilamente antes de hacer la receta.
¡Os aseguro que os saldrán perfectos!
Soy la primera a la que estas masas le dan un poco de miedo si son pegajosas o no se dejan manejar con facilidad.
Pero ya veis que quedan unos roscos perfectos, redonditos, porque la masa no se pega para nada.
Se queda tipo plastilina, y os aseguro que para nada quedan unos roscos duros, sino tiernos y esponjosos y aguantan perfectamente.
Confieso que nos duraron poco.
Fue una época de buenos homenajes dulces por las tardes ¡en algo habría que entretenerse para que las horas pasaran más rápido y fueran menos duras!
Mientras escribo la entrada me ronda por la cabeza la idea de volver a preparar roscos. No sé si estos o la receta de otros cualesquiera que tenga en borradores.
También acepto sugerencias. Si tenéis en vuestros blogs alguna receta que salen buenos a rabiar o apuntada en un cuaderno, de esas que pasan de madres a hijas, soy toda ojos en los comentarios.
Y si os animáis ¡me encantará verlos!
¿Alguien quiere uno?
Ingredientes:
* Una lata pequeña de leche condensada (de 370 a 400 gramos según marcas)
* 4 huevos L
* 32 gramos de levadura química (impulsor) (2 sobres)
* La ralladura de un limón (o de una naranja)
* Harina. La que admita. Necesitaréis de 500 a 650 gramos aproximadamente
* Aceite para freir (el que utilicéis en casa)
* Azúcar y canela para rebozar (la canela es opcional)
Elaboración.
1. En un bol ponemos la leche condensada, los huevos y la ralladura del limón y batimos hasta obtener una mezcla cremosa.
2. Añadimos la levadura y removemos. La mezcla espesará.
3. Comenzamos a añadir la harina, tamizándola, poco a poco y vamos mezclando. Al principio la mezcla es ligera y podemos ir haciéndolo con unas varillas, pero a medida que empiece a endurecer será necesario meter la mano.
4. Añadimos harina hasta obtener una masa que no se pegue en exceso a las manos pero que a la vez nos permita manejarla para hacer las rosquillas.
Sin "miedo" podéis añadir los primeros 450-500 gramos y a partir de ahí ir añadiendo pequeñas cantidades y amasar hasta obtener la textura adecuada.
5. Dejamos reposar al menos media hora la masa tapada con un paño limpio.
6. En una sartén amplia ponemos aceite (yo uso de oliva, pero aquí cada cual que use del que tenga en casa o le guste) y además preparamos una bandeja con papel de cocina para absorver el exceso de aceite de las rosquillas una vez fritas y un plato con azúcar y si nos gusta un poquito de canela.
7. Ponemos la sartén al fuego, no demasiado alto (yo puse 5 de 9 que alcanza mi placa) y nos ponemos un poquito de aceite en las manos, lo que hará que podamos darle forma sin complicaciones a la masa.
8. Cogemos porciones pequeñas y hacemos rulitos no muy gruesos, como mucho de un centímetro de diámetro y unimos las puntas presionando para que no se vea por dónde unen. Los ponemos en el aceite que debe estar caliente pero no demasiado para evitar que se quemen por fuera y se queden crudos por dentro.
Les damos la vuelta para que se hagan por ambos lados y cuando estén dorados los sacamos y dejamos sobre el papel de cocina que habíamos preparado.
9. A continuación pasamos por azúcar y canela (o sólo azúcar)
Continuamos hasta que no quede masa.
Consejos:
- Cuando hagamos las dos o tres primeras os aconsejo abrir una y comprobar si por dentro están fritas o un poco crudas. Así podemos rectificar y tener el aceite menos fuerte o hacer nuestras rosquillas más finitas.
- Hay que tener en cuenta que se hinchan al freír así que no es necesario hacer los aritos de masa cruda muy gruesos ya que en ese caso no se harán bien por dentro.
- Si el aceite está muy caliente se quemarán por fuera y quedarán crudas por dentro, si está muy frío se quedarán empapuchadas en aceite.
- La sartén no tiene que ser muy grande, lo justo para tres o cuatro rosquillas. Si las hacéis solas es mucha tarea darles forma, freír, sacar, rebozar... así que no se puede tener muchas al fuego a la vez.
- Paciencia, sobre todo paciencia, tanto para hacer la masa como para freírlas. Al principio es cuestión de probar con el grosor y la temperatura del aceite, así que no valen prisas ni frustraciones. Las primeras saldrán regular, pero la quinta o la sexta ya serán estupendas y de ahí en adelante sólo cabe ir mejorando.
No es una receta complicada, sólo requiere tiempo.
Y os aseguro que ¡volarán! ¡Advertidos estáis!
Gracias a todos una vez más por vuestras visitas y comentarios. Sabéis que tengo rachas intensas en casa y en el trabajo y no siempre puedo visitar y comentar vuestros blogs, por eso agradezco tanto el cariño que recibo cada semana.
Las niñas están más o menos bien. Siguen con tos, pero una vez tenemos tocado el pulmón la tos perdura al menos quince días, así que lo llevo con resignación.
Es complicado en este tiempo librarse de virus. Y las aulas siempre han sido un caldo de cultivo para estas cosas.
Afortunadamente Elena es menos propensa a cogerlo todo. Parece mentira que las dos estén criadas de la misma manera y en la misma casa.
Es más, quizá a Elena se le ha hecho menos caso, ha estado entre menos algodones por eso de ser la segunda y ya venir de vuelta de la maternidad. Se ve que es más superviviente.
Nos leemos el jueves próximo ¡que ya tenemos las vacaciones de Semana Santa a la vuelta!
Manos a la masa y ¡bon appétit!