El Domingo por la mañana, me levanté con ganas de un desayuno especial.
Todos estaban durmiendo, y sabía que iban a tardar en levantarse por la hora de trasnocheo que llevaron. Tras ir a la terraza y ver el día tan fantástico que hacía, me dije: " Mi niña, hoy te mereces un desayuno memorable ".
Y como de vez en cuando, no sienta nada mal darse un mimo, empecé a repasar mentalmente la lista de cosas ricas que me gustan a esas horas, y ganaron los SCONES en esta ocasión.
La receta la tengo hace veintimuchos años, los mismos que hace que comí el primero de una larga lista. No fue hasta unas semanas después de estar en Londres, cuando un amigo me dijo al salir de una exposición de Leonardo da Vinci, que íbamos a merendar a un sitio especial. { No os creáis que mi memoria es tan buena, es que estuve consultando unos cuadernos }.
He dicho especial ¿verdad?. La decoración era un canto a la primavera en aquél frío mes de Noviembre inglés. Había flores por todas partes: El papel pintado de la pared, El tapizado de las sillas, La vajilla..... un sitio encantador, aunque yo me encontraba un poco fuera de lugar. Era como haber entrado en la casa de una abuelita inglesa. Por supuesto no se tomaba café, sino té y pasteles, muchos pasteles.
Y claro, siendo por la tarde, nos pedimos un té y tomamos un plato variado de scones con todos sus acompañamientos. Madre mía, cómo disfruté aquella merienda. Los había simples, con pasas y con arándanos. Los que más me gustaron fueron con pasas y así son los que he hecho hoy.
Si nunca has probado los Scones, te puedo asegurar que están bien ricos. Son una especie de panecillos, pero con textura de galletas húmedas, que duplican su tamaño a lo alto en el horno y que se suelen rellenar con una nata (crema de leche) que se llama "clotted cream" que está sincerament exquisita, pero es taaannn grasa, que necesitaría dos horas haciendo bicicleta para eliminar tal exceso.
Y como soy más bien vagueta para estos menesteres, simplemente los partí por la mitad, y los rellené con mantequilla y mermelada de frambuesas.
Por supuesto la receta no me la dieron en aquella tetería, pero cuando llegué a casa y se lo conté a Gill, la madre de la familia con la que vivía, me dijo muerta de risa por el entusiasmo, que ya le pediría la receta a su madre, que era la que siempre los hacía.
Un mes después, la tenía en mi poder.
**Hace falta también una yema de huevo batida para pintar los scones antes de hornear**
Este panecillo procedente de Escocia, pero típico en todo el Reino Unido, merece la pena probarlo. Siempre los he comido redondos, pero según la Wikipedia, también admite otras presentaciones.
Con esta cantidad han salido siete, yo te diría que tres por persona, es la cantidad perfecta....si no entras en un ataque de adicción, claro, ahí ya te los comes todos y te quedas tan pancho :)
Al final los repartí, no creáis, se fueron levantando mientras hacía la sesión fotográfica y claro, empezaron a decir: " Yo quiero, yo quiero" ¿Y quien puede negarse? yo no desde luego.
En un cuenco añadimos: Harina, sal, levadura y azúcar.
La mantequilla que estará bien fría, la cortamos en trocitos y la añadimos a los ingredientes secos del cuenco.
Con las manos desmenuzamos la mantequilla, queda una mezcla arenosa.
Le agregamos la leche y en cuanto veamos que está mezclada con el resto de ingredientes, paramos. No se trata de amasar como si hiciesemos pan, porque de hacerlo, los scones nos quedarían duros.
Añadir las pasas y mover sólo para repartirlas por la masa.
Dejamos la masa sobre la encimera y con el rodillo le damos sólo una pasada, lo justo para aplanarla y conseguir unos dos centímetros de grosor.
Y así extendida, la tapamos con papel film y la llevamos al frigo durante media hora más o menos, lo justo para que notemos que ha endurecido. {Algunas veces que he ido con más prisas no he guardado este paso y también quedan bien}
Ya fuera, con un cortapastas redondo, vamos cortando los scones y dejándolos sobre la bandeja del horno.
Es importante no girar el cortapastas, es decir, ponerlo sobre la masa sin retorcer, y sacar la pieza. Le daremos la vuelta al poner la pieza ya cortada en la bandeja, es decir, la parte que antes estaba en contacto con la encimera, será ahora la parte superior del scone, la que pintaremos.
No hace falta separarlos mucho unos de otros, con unos breves centímetros será suficiente, ya que van a crecer a lo alto, no a lo ancho.
Pintamos la superficie con yema de huevo ligeramente batida. Hay quien los pinta con leche, pero la terminación me gusta más con el huevo.
Los llevamos al horno precalentado, 200º, posición media y entre quince y veinte minutos los tendremos listos.
Comer aún templados y rellenos: nata (crema de leche), clotted cream, lemon curd, mantequilla, crema agria, mermelada de frutos rojos.......
Y si no os gusta el té no es obligatorio, aunque ya puestos, hice el ritual completo y me lo tomé con uno bien rico.
En otra entrada los haré con queso, que son mis segundos preferidos.
Y esto es todo por hoy, espero que los hagáis, son una delicia.