Eso, exactamente, es lo que me ha sucedido con el uso del encaje comestible, sugar lace, cake lace, sugar veil o como lo queramos llamar. Más de un año con el bote y los moldes en casa, pensando que era complicadísimo de hacer, y ahora va y resulta que era lo más fácil del mundo. Fácil y además súper relajante. Es que a veces nos empeñamos en cosas absurdas; mi amiga Ninett lo llama creencias limitantes, y también nos afectan cuando hacemos galletas.
El sugar lace es una mezcla de azúcar, maicena, CMC o carboximetilcelulosa, glucosa, saborizantes, colorantes y algún químico más. Está claro que no es el alimento más sano del mundo, pero para añadir decoraciones a nuestras galletas es perfectamente apto. Existen varias marcas comerciales en el mercado y por lo que sé no hay diferencias sustanciales entre uno y otro. El precio del producto es razonable, pero para los que tengan dificultades para encontrarlo siempre existe la posibilidad de hacerlo con una receta casera -en la red pululan infinidad de ellas-. Yo de momento sólo he probado con el industrial.
Cada envase contiene dos bolsas, una con un líquido y otra con un polvo. Las instrucciones están muy claras e indican que debemos mezclar ambas junto con un poco de agua, hasta lograr una mezcla de una densidad parecida a la miel.
Entonces procederemos a verter el producto sobre los moldes de silicona y lo distribuiremos bien con ayuda de una espátula. Estos moldes siliconados son lo que encarece el proceso; son realmente muy caros. Yo tengo uno negro de marca y otro rosa de los chinos; ambos sirven por igual pero el más barato resiste peor el lavavajillas. Pero el encaje lo hacen igual de bien.
Cuando tengamos los moldes bien cubiertos, con cuidado de no dejar huecos, los meteremos en el horno precalentado a unos 80ºC (160-180ºF) durante 15-18 minutos. Transcurrido ese tiempo, dejaremos enfriar por completo y con mucho cuidado comenzaremos a desmoldar nuestro encaje por una esquinita.
Si se rompe al sacarlo es probablemente porque no esté listo, lo podemos volver a meter en el horno 2-3 minutos más. En mi horno a 78ºC lo tuve que volver a meter y el encaje tardó 20 minutos en estar perfecto.
Con suavidad iremos sacando el encaje, hasta que tengamos la tira completa. Es una tira flexible, que se adapta bien a la superficie en que la pongamos. Se puede recortar con tijeras fácilmente y es más resistente de lo que imaginamos. Así que podemos medir en nuestras galletas la cantidad de sugar lace que queremos usar y recortarlo a nuestro gusto.
El sugar lace no sabe nada mal, es ligeramente dulce pero no interfiere demasiado con el sabor de nuestras galletas. Para pegarlo sobre ellas he leído las más variopintas ideas. En general cualquier transfer o adorno fino no debe pegarse con icing fresco, ya que existe peligro de que se nos hunda la decoración. Así que lo que yo hice fue aplicarlo sobre galletas bien secas, pegándolo con un poco de piping gel, mi pegamento alimentario favorito.
A los 20 minutos el lace estará firmemente pegado y nuestras galletas estarán listas para seguir decorando. Si hemos hecho demasiado encaje no hay problema, porque se conserva de maravilla. Bien envuelto en un plástico o bolsa que lo proteja del aire, podemos guardar nuestro sugar lace en el refrigerador durante semanas sin que se estropee.
Esta ha sido sólo una primera aproximación al encaje comestible, pero repetiré seguro porque me ha encantado. Cada vez que pienso en el año entero que llevaba el bote en el armario… ¡lo que me estaba perdiendo!