Estamos en plena temporada de fresas y cualquier postre con ellas es una gozada. Como me apetecía hacer una tarta de queso y usar unas fresas recién compradas, se me ocurrió ésta que te recordará bastante a una panna-cotta y que en serio, está para morirse de gusto (y me quedo corta).
Podía haber triturado las fresas pero preferí trocearlas aunque tenía claro que se iban a quedar abajo, pero no me importó porque quería el contraste de colores y que no se mezclaran los sabores, pero la próxima vez la haré de esa manera para ver cuál me gusta más. Si te apetece hacerla, vienes y me lo cuentas, vale?
La tarta es muy fácil y no necesitas horno ni microondas y si tienes un molde de silicona bonito, triunfas seguro. Luego te pones a dieta, porque como verás de ligera no tiene nada más que las fresas, pero ese día lo vas a disfrutar.
Ingredientes:
- 200 gr. de fresas
- 300 gr. de queso de untar tipo Philadelphia
- 400 ml. de nata (crema de leche) para montar
- 6 cucharadas de azúcar
- 6 láminas de gelatina neutra
Elaboración:
1. Pon a calentar la nata (crema de leche) con el azúcar, a fuego medio y añade el queso. Remueve constantemente hasta que se disuelva en la nata (crema de leche).
2. Hidrata las hojas de gelatina en un recipiente con un poquito de agua fría. Espera unos cinco minutos y luego escúrrelas del agua e incorpóralas a la nata (crema de leche) con queso. Remueve hasta que se disuelvan por completo y retira del fuego.
3. Pon la mezcla en un molde de silicona y reparte las fresas troceadas. Mete en la nevera por lo menos tres horas, aunque mejor si lo puedes dejar hasta el día siguiente.
Sólo queda desmoldar la tarta y decorarla como más te guste (ya sabes que no es lo mío precisamente).
Probé a acompañarla con una cucharadita de mermelada casera de fresa y me encantó.
Te espero la semana próxima y mientras tanto que disfrutes del finde!!
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