De nuevo tenemos una cita con el reto #reposterasporeuropa y volvemos a una zona que ya hemos visitado con anterioridad en nuestros viajes a Letonia y Lituania, pero en esta ocasión viajamos más al norte. Este mes nuestro destino es Estonia.
Estonia es una de las tres repúblicas bálticas que se separó de la URSS en el 91 y que a raíz de esa separación abrió al mundo su cultura, con grandes lazos históricos y culturales con los países nórdicos y más concretamente con el pueblo finés, y así incrementó con ello su turismo.
Es un país bañado por el frío mar Báltico con un litoral recortado, compuesto por costas bajas y escarpados acantilados y además cuenta con numerosas islas. Llano en su interior con extensos bosques que forman parques naturales y con gran cantidad de lagos. Es por todo esto que Estonia también es un destino de turismo ecológico.
Tallín, la ciudad donde hoy aterrizamos, es su capital y está situada al norte del país. Esta ciudad medieval amurallada, declarada "Patrimonio de la Humanidad" por la UNESCO, está formada por numerosos edificios y rodeada por una muralla. Pasear por su casco antiguo es una maravilla. Está divida en dos partes: la parte alta donde vivían los nobles y la parte baja que es donde vivía el "pueblo", ambas con un encanto especial.
En la ciudad baja no podemos dejar de visitar la Plaza del Ayuntamiento o (Raekoja Plats), plaza que en verano se llena de animadas terrazas y en invierno alberga el tradicional mercado navideño y el Ayuntamiento (Raekoja), edificio gótico coronado por una veleta conocida como "Viejo Tomás", sobre la que la historia cuenta una leyenda y que se ha convertido en el símbolo de la ciudad.
En una esquina de esta plaza también podemos encontrar la farmacia más antigua de Europa o (Raeapteek) y muy cerca, la Iglesia del Espíritu Santo con su precioso reloj y las Iglesias de San Nicolás, que funciona como sala de conciertos y San Olaf que en la Edad Media era el edificio más alto de Europa.
Mientras visitamos todos estos edificios nos adentraremos en la ciudad de Tallín y en sus encantadores rincones que descubrimos a medida que vamos paseando por sus calles de casas medievales llenas de artesanos, galerías de arte, confiterías...
En la Ciudad Alta (Colina Toompea a la que se puede acceder a través de dos calles, Pierna Larga (Pikk Jaig) y la calle de escaleras Pierna Corta (Lühike Jaig), podemos visitar la Catedral Ortodoxa rusa de Alejandro Nevsky de preciosas cúpulas y con su interior decorado con mosaicos e iconos, el Parlamento situado en frente o la Catedral de Santa María (Toomkirik).
También merece la pena destacar los restos de sus murallas medievales que cuentan con 20 torres defensivas y dos puertas de entrada y que rodean la ciudad antigua. Desde los miradores que hay en la parte alta se pueden admirar bonitas vistas de la ciudad de Tallín y de las murallas.
En cuanto a su gastronomía, es sencilla, basada en la carne de cerdo, el pescado y las hortalizas, acompañadas de pan negro generalmente. Son típicas las sopas como la de salchichas, patatas y jamón o "seljanka" y guisos de legumbres o también los "zakuski" o entremeses variados. Algunos platos típicos el "mulgikapsad" o carne de cerdo acompañada de col agria y patatas, los "pirukas" o pasteles rellenos de carne con zanahorias o el pescado ahumado como la trucha o "forell" o el salmón o "suitsülohe".
En Tallín podemos degustar los famosos chocolates y mazapanes Kalev cuya fábrica se remonta a hace más de 200 años. En Kalev Chocolate Factory, podemos encontrar todo tipo de bombones, barras de chocolate y cajas con diferentes variedades de mazapanes decoradas con imágenes de Tallín, ideales para regalar.
En cuanto a las especialidades de la repostería estona, encontramos el "kringle" o especie de roscón de Reyes báltico, el "kohuke" o barrita de chocolate rellena de queso quark, "kardemumma kaka" o pastel de cardamomo, "kräsupea kook" o tarta de cerezas con chocolate y crema agria, o el "semla" que es un bollo tradicional relleno de crema de leche, entre otras.
Después de investigar he decidido preparar un "turbakook" (peat cake) o pastel de turba y que os enseño a continuación.
INGREDIENTES
Para la corteza
200 gr. de harina
120 gr. de mantequilla fría en trocitos
2 cucharadas de cacao en polvo sin azúcar
2 cucharadas de azúcar
Para el llenado
600 gr. de queso cottage (requesón)
150 gr. de yogur griego
150 gr. de azúcar
2 huevos
2 cucharadas de Maizena
ELABORACIÓN
Precalentamos el horno a 180° C. Engrasamos un molde desmontable de 20 cm. y forramos la base con papel de horno..
En un recipiente combinamos la harina, el cacao en polvo y el azúcar y le añadimos la mantequilla en trocitos. Los mezclamos con la mano hasta que se formen migas. Reservamos.
Batimos los huevos con el azúcar en la batidora de pie hasta que la mezcla sea espumosa unos 10 minutos. En un recipiente aparte mezclamos bien el queso cottage y el yogur griego y lo incorporamos a la mezcla de huevo.
Por último agregamos la Maizena y mezclamos bien hasta que se integre por completo.
Extendemos la mitad de las migas sobre el fondo del molde presionando bien. Vertemos el relleno de queso encima y por último extendemos el resto de migas sobre el relleno de queso.
Horneamos de 50 a 55 minutos. Apagamos el horno y dejamos la puerta entreabierta para evitar que haya una pérdida de temperatura brusca. Sacamos el pastel del horno y dejamos que se enfríe por completo a temperatura ambiente.Refrigeramos toda la noche si es posible.
Al día siguiente lo desmoldamos y lo presentamos en un plato o cake stand.
Este pastel de queso es diferente a los cheesecakes que estamos acostumbrados a tomar, por su textura. Se prepara con queso cottage o queso de granja (tipo requesón) porque es más seco y granulado. Yo lo encontré en una gran superficie pero si no lo tenéis a mano podéis utilizar ricotta o queso fresco para dar una textura parecida a la tarta.
El nombre que recibe este pastel es porque su parte superior de migas de chocolate, se asemeja a la turba o carbón vegetal. Luego su interior nos sorprende con un sabor diferente, quizás un poco salado y que le da a este postre un sabor muy particular.
Espero que mis compañeras de viaje hayan disfrutado tanto como yo de este destino y que vuelvan cargadas de recetas dulces maravillosas. ¡Seguro que sí!