¡¡Última llamada pasajeros con destino Atenas. Embarquen por la puerta 10!!
Otro mes más hemos vuelto a coger el avión de #reposterasporeuropa para irnos de viaje, esta vez a Grecia y yo estoy encantada porque no conozco este país y la verdad es que tenía muchas ganas de ir... Quizás porque me llamen la atención todos esos pueblecitos blancos inmaculados, con puertas azul añil y mar turquesa que veo continuamente en Pinterest.Pero creo que me estoy poniendo sentimental y precisamente hoy, no estoy yo para muchos sentimentalismos y os voy a contar por qué.
La receta que he elegido para la ocasión es un postre llamado Galktoboureko, greek custard pie (en inglés) o pastel de leche griego en español, y que en realidad no es más que un pastel hecho a base de capas de pasta filo y relleno con una crema preparada con semolina,
La semolina es sémola de trigo duro y es más fina que la sémola común. Una vez preparada la crema tiene una consistencia parecida a una crema pastelera espesa, casi como un flan.
En realidad, hace tiempo, a finales de septiembre, eché un vistazo y encontré esta receta y me gustó. Al final entre pitos y flautas, en las últimas semanas he estado bastante liada y la he dejado para el último momento y ahora viene lo bueno.
A principios de semana, todavía con tiempo, preparé el pastel y hasta ahí todo perfecto. Pero como soy una "mari rapidilla" y no tengo paciencia, una vez horneado el pastel y sin que se enfriara y por supuesto antes de meterlo en el frigorífico, decidí que era el momento de cortarlo. Además se me había antojado que quería cortarlo en forma de rombos, tipo pastel turco...
Y ¿qué pasó? Pues que se rompieron todas las hojas de la masa filo en mil pedazos y el relleno, que todavía estaba caliente, se desmoronó. ¡Desastre total! Tocaba repetirlo o no presentar postre este mes al reto. Y es que me daba una rabia no presentarme después de haberlo hecho... Así que ¡lo hice otra vez!
Esta vez lo he horneado y no lo he tocado en veinticuatro horas. Pero justo a la mañana siguiente me levanté con un dolor horroroso en el hombro derecho y me costó hacer las fotos un triunfo, porque yo no sé a vosotros pero a mi es que me quitan el brazo derecho y soy una inútil y no sé hacer nada.
Así que como fui pudiendo hice las fotos, corté el pastel, aunque por supuesto deseché la idea de cortarlo en rombos, y hasta ahí llegué... Afortunadamente hoy me he levantado prácticamente como nueva y me he puesto a escribir esta entrada deprisa para llegar a tiempo a nuestra cita.
Ingredientes
750 ml. de leche semidesnatada
125 gr. de semolina
1 cucharada de mantequilla
1 cucharadita de vainilla
Cáscara de limón
150 gr. de azúcar
2 huevos tamaño L
50 gr. de mantequilla (derretida)
1 paquete de masa filo (10-12 hojas)
Azúcar glacé (para decorar)
Elaboración
Primero vamos a preparar la crema de relleno, ya que la masa filo se seca en seguida y se quiebra, así que conviene tenerlo todo preparado antes de empezar a montar la tarta.
Ponemos en un cazo la leche con la cáscara de limón y la calentamos para que se aromatice. Retiramos del fuego y dejamos que se temple.
Con la leche casi fría echamos el azúcar, la semolina, la mantequilla y la vainilla y cocinamos a fuego lento sin dejar de revolver durante unos 15 minutos hasta que consigamos una especie de crema espesa. A continuación retiramos del fuego, dejamos enfriar un poco y añadimos los huevos batidos, mezclamos hasta que estén perfectamente integrados. Reservamos.
Precalentamos el horno a 180º C.
Para montar el pastel engrasamos un molde de 20 cm. y vamos colocando capas de masa filo (aproximadamente la mitad) extendiendo con una brocha la mantequilla derretida entre cada una de ellas y dejando colgar los bordes por los laterales del molde.
Vertemos el relleno sobre las capas de masa filo y vamos colocando la masa filo que teníamos colgando por los laterales del molde encima de la crema extendiendo la mantequilla entre las hojas. Colocamos el resto de hojas y procedemos de la misma manera.
Horneamos 45 minutos o hasta que el pastel esté dorado. Una vez lo saquemos del horno lo dejamos enfriar a temperatura ambiente y luego lo metemos en el frigorífico para que se enfríe por completo.
Lo cortamos y lo presentamos en el molde o lo desmoldamos en un plato. Espolvoreamos con azúcar glacé.
Podemos preparar un almíbar para acompañar el pastel, poniendo a cocer en un cazo un poco de agua, azúcar y zumo de limón o de naranja y dejando que reduzca y adquiera la consistencia de un caramelo. Yo preferí servirlo sin más con el azúcar glacé.
Es la primera vez que utilizo la masa filo y he de deciros que me estoy encantada con la textura crujiente de sus hojas y con ese sabor a mantequilla como el de los croissants que tanto me gustan.
Sé que no viene a cuento, pero antes de conocer este pastel, como tenía muchas ganas de utilizar la masa filo en alguna receta, pensé en estrenarme con una empanada de Gordon Ramsay que vi en Canal Cocina. Es una empanada marroquí de pollo con canela, con una mezcla de sabores súper interesante. Ya os contaré cuando la haga porque de verdad que tiene que estar deliciosa.
Y hasta aquí el viaje de hoy. Casi pierdo el vuelo. Al final he embarcado por los pelos, de lo cual me alegro porque no podía dejar pasar la oportunidad de preparar este sencillo y a la vez delicioso pastel que espero que os haya gustado.
¿Qué habéis preparado vosotros?