Aunque su prestigio es reconocido desde hace siglos, es su Denominación de Origen, con 20 años de vida, la que garantiza hoy su máxima calidad. Estos vinos, tanto tintos como rosados o blancos, que nacen en tierras de Castilla, muestran que la tradición no está reñida con la modernidad. Son una elección segura para regar desde los platos más tradicionales hasta la más innovadora cocina de autor.
Un entorno adecuado
Las uvas de la comarca crecen en condiciones climatológicas extremas, entre duros y fríos inviernos a varios grados bajo cero, y las cálidas temperaturas estivales, que pueden rondar los 40º C. Las numerosas horas de sol, así como las cercanas aguas del Duero, aportan personalidad a los caldos zamoranos.El terreno, situado a una altura entre 600 y 750 metros, con suaves pendientes y una textura arenosa, permite que la vid penetre fácilmente. Esta característica facilita el aprovechamiento del agua que se encuentra bajo la superficie, necesario especialmente durante las épocas más secas, frecuentes al ser un clima árido, cuando no recibe la humedad necesaria por medio de las lluvias.
El Consejo Regulador
La zona de producción engloba la comarca "Bajo Duero", que abarca 15 términos municipales situados en Valladolid y, mayoritariamente, en Zamora. El interés de las bodegas de esta región por lograr el reconocimiento de sus caldos surgió en los años 70. Sus esfuerzos culminarían con la obtención de la Denominación de Origen en 1987.Este Consejo es el responsable de garantizar una óptima calidad mediante un riguroso control del proceso de fabricación, desde la vendimia, que se realiza de la forma más clásica, hasta la fermentación, la conservación y maduración o la comercialización. Aunque se utilizan modernas tecnologías, las técnicas tradicionales priman en la elaboración de la bebida.
Para todos los gustos
La Denominación de Origen 'Vinos de Toro' incluye los caldos elaborados con dos tipos de uva tinta y otros dos de uva blanca. Dentro de la primera se encuentran la tinta de Toro, autóctona de la comarca y la más característica, y la garnacha tinta, que implantaron en esta región fenicios y romanos.Dentro de los tintos, encontramos 'vinos jóvenes' de color guinda y con un aroma que remite a frutos rojos. Los 'crianza', que al olfato recuerdan a la vainilla o el regaliz, tienen al menos dos años, y al menos habrán envejecido seis meses en barricas de roble.
Los 'reserva' han de tener al menos tres años, con maduración en envase de roble de al menos un año y el resto en botella; su aspecto rojo rubí encierra matices de cuero y frutos secos. Por último, encontramos los 'gran reserva', que pasan por una maduración mínima de cinco años, dos de ellos en recipiente de roble; el tono teja se acompaña de un aroma de cacao o regaliz.
Dentro de la uva blanca distinguimos las variedades malvasía, trasladada a Zamora desde Grecia, y verdejo, que se expandió por el influjo mozárabe. Los rosados aportan aromas frutales, como la fresa o la cereza, mientras que los blancos poseen un toque más amargo, como el de los frutos verdes. Cualquiera de ellos serán un perfecto acompañamiento para el menú de ocasiones especiales y, por qué no, del día a día.