Horas eternas de luz que se arrastran lentamente por las paredes. Calor que penetra en todos los átomos que te rodean. Fuego en el aire que te abrasa hasta los pulmones.
El verano se te pega en la piel y en el alma sin tregua. Es imposible huir de él, ni dentro ni fuera, ni de noche ni de día, allá donde estés el verano te acompaña rompiendo nuestras rutinas en una sensación de días y noches que se arrastran y se estiran hasta antojarse eternos.
Nos regala junglas de asfalto vacías, domingos en penumbra, persianas bajadas y balcones callados. Las calles cobran vida cuando el sol se va. Nos vuelve nocturnos y noctámbulos y nos obliga a una duermevela entre sábanas revueltas y corrientes esquivas que no acaban de colarse por nuestra ventana.
Con el devenir de los años te trae recuerdos dulzones de veranos mejores, en parte reales, en parte idealizados, que se escaparon entre los dedos como polvo en el aire a los que nunca podrás volver por mucho que regreses al mismo lugar donde los viviste.
Parece que es sencillo ser feliz en verano. Sol, agua, tiempo y aire libre... y sin embargo el verano agota el cuerpo y el alma hasta luchar a brazo partido por vivirlo y sobrevivirlo. Porque siempre los veranos han sido mejores en los recuerdos.
Hoy me he levantado con las fuerzas por el suelo pero la vena poética en plan diva.
Para aquellos que no podemos poner nuestras vidas en stand by estos meses el verano es agotador. A veces da la sensación de que los días van con un ritmo diferente, que el mundo gira en sentido contrario o que todo lo que te rodea ha decidido seguir un paso que nadie te ha enseñado. Aunque he de reconocer que el verano tiene una cosa buena. Y no es otra que ser la antesala del otoño.
En un intento de hacer estos días un poco más llevaderos rescato de entre mis recetas pendientes de publicar este arroz con leche de soja y chocolate blanco.
En alguna ocasión os he contado de mi relación de amor y odio (más que odio es alejamiento) con las bebidas vegetales, en especial la de soja, que he tenido épocas en las que no he podido pasar sin ellas y de repente, y sin venir a cuento, he dejado de tomarlas.
Entonces más de una vez se ha quedado algún brick dando vueltas por los armarios de la cocina y la mayoría de las veces le he tenido que dar salida con una receta.
Fue el caso de este arroz con leche.
¿Qué hago? ¿qué no hago? me decido por un postre de toda la vida y a ver qué sale de aquí.
El resultado es bueno. El color del arroz un poquito más oscuro, dado que la bebida que utilicé es de color marfil y no blanca como la leche de vaca y con el toque del chocolate blanco (esta fue una época en la que le ponía chocolate blanco a muchos postres) queda un poquito más cremoso y con un sabor bastante rico.
Yo no le noté mucha diferencia en sabor respecto a como lo hemos hecho siempre en casa. Pero tiene un punto distinto, eso no se puede negar.
Tuve la precaución de ajustar un poquito la cantidad de azúcar porque para mi gusto estas bebidas ya son suficientemente dulces (ya os he dicho muchas veces que no pongo azúcar ni ningún tipo de edulcorante en el café, la leche o el té) y como además tenía en mente añadir un poquito de chocolate al final no quería que quedara demasiado empalagoso.
Es un postre sin complicación alguna. Sólo hay que estar pendiente de remover con cierta frecuencia (salvo que lo hagas en algún robot de cocina tipo Thermomix o Monsieur Cuisine) y tener la paciencia suficiente para dejarlo templar y enfríar después en la nevera.
Bien es cierto que el arroz con leche tiene su punto tibio, pero con la poca tregua que nos está dando el mercurio a mí personalmente me gusta mucho más frío si bien tengo la precaución de sacarlo unos 15 minutos o así antes de tomarlo ¡así es como mejor está para mí!
Os dejo la receta y un bol para compartir con vosotros. No me extiendo más que con este tiempo no apetece leer demasiado delante de una pantalla.
Ingredientes:
* 1 litro de leche de soja
* 100 gramos de azúcar
* 50 gramos de chocolate blanco
* 180 gramos de arroz redondo
* 1 rama de canela
Elaboración:
1. En una cazuela ponemos al fuego la leche de soja junto con la rama de canela y vamos removiendo de vez en cuando para evitar que se pegue en el fondo.
2. Cuando esté a punto de romper a hervir añadimos el arroz, removemos bien para distribuirlo y cocinamos a fuego medio removiendo con frecuencia para que no se pegue.
¡Ojo! mejor no tapéis la cazuela que corréis el riesgo de que la leche suba y se derrame
3. Vamos probando el punto de cocción del arroz y cuando esté casi hecho y sólo quede un poquito duro por el centro añadimos el azúcar. Removemos muy bien para disolverla y evitar que se vaya al fondo y se caramelice y acabe quemándose.
4. Cuando el arroz esté blandito retiramos del fuego, quitamos la rama de canela, añadimos el chocolate blanco y removemos para que se derrita con el calor.
5. Vertemos en los boles en los que vayamos a servir, y una vez fríos tapamos y los guardamos en el frigorífico hasta el momento de tomarlos.
Como os he dicho es una receta fácil, fácil, apta incluso para verano ya que no se pasa mucho calor, pero que tiene un toque diferente al arroz con leche tradicional.
Por supuesto podéis hacerla con cualquier otra bebida vegetal que tengáis en casa o incluso con leche de vaca y poniendo sólo el chocolate blanco como "novedad" respecto a la receta tradicinal ¡os va a encantar el toque que le da!
Esta vez no le he puesto canela por encima a la hora de servir pero, entre nosotros, la canela siempre viene bien en todos los postres ¡sobre todo si es una buena canela!
Mi receta va directa además para el reto 1+/-100 desperdicio cero de mi amiga Marisa ya que surgió fruto de aprovechar ese brick de leche de soja que llevaba mil dando vueltas en la cocina y un resto de chocolate blanco ¡espero que le guste la idea! Y como siempre os invito a participar en él y a no dejar que ningún alimento se ponga malo y haya que tirarlo.
Lara y Elena siguen creciendo.
La primera está atravesando una fase en la que llora por todo. En cuanto lo más mínimo se le tuerce se pone a llorar. Espero que dure poco porque es demasiado frustrante.
La segunda le ha pillado el truco a girarse y en cuanto no puede o no es capaz de sacarse el brazo de debajo de la panza ya la tienes chillando o llorando según le pille el humor.
Todo un espectáculo cuando se juntan las dos. Hay veces que dan ganas de coger la puerta y no regresar a casa.
Y el fin de semana se presenta movidito. El sábado tenemos un bautizo y el domingo una comida en nuestro club de campo (al menos para esta no hace falta arreglarse, cosa que se agradece) todo esto aderezado con un festival que se celebra en nuestro pueblo y que lo convierte en territorio comanche y durante tres días esto es una ciudad (casi) sin ley tomada por los festivaleros y que hace difícil moverse a pie y casi imposible en coche.
Temiéndole estoy al sábado ¡no sé dónde vamos a aparcar el coche! Os aseguro que promete la jornada ¡ya os contaré!
Nos leemos la semana próxima ¡sed felices y no paséis mucho calor!
Manos a la masa y ¡bon appétit!