Aunque no soy una gran fan de las frituras en general y prefiero usar el horno casi para todo, tengo que reconocer que existen algunas excepciones. Y la “Excepción” con mayúsculas son las berlinas, que vienen a ser lo mismo que los donuts, pero sin agujero.
He probado montones de recetas para hacerlas al horno y creedme: el resultado, aunque bueno, nunca es el mismo. Obtenemos unos bollos que están bien, pero que no son ni berlinas, ni donuts. Así que hoy no encendemos el horno, sino que sacamos la sartén y una gran cantidad de aceite para freír (podríamos usar la freidora, pero con aceite nuevo, por favor, no sea que las berlinas nos sepan a croquetas). Otro punto conflictivo es el aceite: personalmente creo que el sabor del aceite de oliva “mata” el sabor de los dulces fritos, por lo que prefiero usar uno más suave, como el de girasol. Pero esa es mi opinión personal, y como siempre, que cada uno use el que más le guste. Finalmente, como ocurre con muchas masas en las que usamos levadura fresca o de panadería, y que queremos que resulte muy esponjosa y tierna, trabajarla no es tarea fácil. Es muy pegajosa y por ello, aunque pueda hacerse a mano, os recomiendo utilizar un robot para amasarla. En caso de no tenerlo, la paleta o rasqueta de panadero es imprescindible… y también mucha paciencia. En fin, os doy los ingredientes para unas 25 o 30 berlinas (dependiendo del tamaño) absolutamente deliciosas.
Ingredientes:
500 g de harina de fuerza
70 g de azúcar
10 g de sal
4 huevos
150 ml de agua
15 g de levadura fresca
la piel de medio limón rallada
125 g mantequilla
aceite de girasol para freír
un poco más de azúcar para espolvorear
lo que queramos para rellenar
Preparación:
Diluimos la levadura en el agua, a temperatura ambiente y la dejamos reposar 10 minutos, hasta que comience a hacer burbujitas. Ponemos en nuestro robot la harina, el azúcar, la sal, los huevos, el agua con la levadura y la ralladura de limón y amasamos unos minutos, hasta que la mezcla quede homogénea. Cortamos la mantequilla (que debe estar a temperatura ambiente) en cuadraditos que vamos añadiendo a la masa poco a poco, sin detener la amasadora. Cuando hayamos agregado toda la mantequilla y veamos que está integrada, aún tendremos que seguir amasando durante 10 minutos más (¡¡¡gracias bendito robot!!!). Entonces ponemos nuestra masa en un bol untado con aceite, para que no se pegue, la tapamos con un paño o con un plástico y la dejamos reposar durante una hora.
Pasada la primera hora volvemos a amasar, pero esta vez a mano. La masa ya no estará taaaan pegajosa como antes… aunque si un poquito… debemos contenernos y no echarle 2 kg de harina para que no se nos pegue a las manos, porque obtendríamos una masa dura como un ladrillo. Apenas si debemos espolvorear un poco la superficie sobre la que trabajemos y nuestras manos. Insisto, en este punto una paleta o rasqueta de panadero facilita mucho las cosas (y son muy económicas). Volvemos a poner la masa en el bol untado con aceite, la tapamos y la dejamos reposar otra vez… ¿cuánto tiempo? Esa es la pregunta del millón, ya que depende de la temperatura de nuestra cocina, de la de nuestras manos, de la humedad, de la harina, del agua, etc, etc, etc… lo importante es que veamos que la masa ha crecido como mínimo el doble de su tamaño. Yo necesité más de 3 horas, casi 4. Entonces, y antes de volver a tocar la masa, cortaremos trozos de papel para hornear de unos 10 x 10 cm. ¿Para qué? Para poner sobre cada uno de estos trozos de papel para hornear (o papel sulfurizado) una bolita de masa y evitar que se deformen al manipularlas. Cortamos la masa, siempre con un cuchillo o con un cortapastas, no con las manos, en porciones de entre 40 y 45 g, les damos forma de bola con las manos y ponemos cada bolita sobre un papel para hornear. Si quisiéramos hacer donuts, ahora es el momento de hacerles el agujero en medio con un cortapastas. Tapamos todas las bolitas con un paño o con un plástico y volvemos a dejarlas reposar hasta que vuelvan a duplicar su tamaño (lo que puede tardar, aproximadamente, otras 2 horas más).
Y al fin llega el momento de freír, para lo que recomiendo usar una sartén pequeña, o mejor aún, un cazo pequeño, en el que friamos las berlinas de una en una y bien sumergidas en el aceite… bueno, en realidad flotan, pero ya me entendéis, quiero decir que no les falte aceite y que no toquen nunca el fondo del recipiente. Para que no se deformen no tocaremos la masa con las manos, sino que cogeremos el papel sobre el que colocamos la masa y meteremos todo, papel y masa en el aceite de freír. Con unas pinzas retiraremos el papel y freiremos cada berlina durante un par de minutos de cada lado. En cuanto las sacamos del aceite, las rebozamos en azúcar y las dejamos enfriar sobre una rejilla. Una vez están frías podemos rellenarlas con una manga pastelera con boquilla para rellenar (que es esa tan larga) utilizando para ello la crema que más nos guste: yo rellené unas con la misma crema de limón que prepare cuando hice esta receta, otras con dulce de leche, otras con crema pastelera (podéis encontrar la receta aquí), y otras con crema de chocolate… ¡así todo el mundo puede comer la que más le guste!
Si queréis también podéis congelarlas, pero siempre sin relleno y bien envueltas en plástico tipo film y/o en una bolsa de congelados. Juro solemnemente que están deliciosas!!