La oscuridad, la soledad, los ruidos que no podía identificar, el hedor que se le metía en las fosas nasales y le provocaban arcadas, los pasos que se acercaban de vez en cuando
Todo eso la aterraba, pero era mucho peor la espera
¿A qué estaban esperando? ¿Para qué la mantenían con vida?
Cada segundo del día y de la noche los pasaba sobresaltada
Al tener los ojos vendados, cada ruido la hacía encogerse de pánico
Hasta hace unos días, ya no recuerda cuántos, vivía feliz, con su marido y sus hijos, en una casa preciosa
Nunca había hecho daño a nadie
Era una mujer que trabajaba llevando su casa, atendiendo a sus hijos y a su marido, haciéndoles la vida feliz y más fácil
No odiaba a nadie y tenía una vida tan plácida que por mucho que le diera vueltas y más vueltas, no podía creer que nadie la odiaba hasta el punto de retenerla, amordazarla, alejarla de su familia y hacerla sufrir de aquella manera
A pesar de la oscuridad, intuía que estaba en un cuartucho sin ventilación de ningún tipo y lejos de cualquier zona habitada
No que quería que el pánico se apoderase de ella aunque le resultaba muy difícil
Solo quería abrazar a sus hijos, volver a verlos, decirles cuánto los amaba
Seguro que todo el mundo la estaría buscando, era la poca esperanza que le quedaba
Las pocas veces al día que escuchaba los pasos de aquel hombre acercarse a la puerta, solo pensaba en encogerse y desaparecer, pero las veces que oía su voz, la hacía estremecerse
Una voz metálica, sin ninguna calidez. Le horrorizaba lo que le pudiera hacer
Un minuto pensaba que prefería que la mataran y acabaran con aquel sufrimiento, y al siguiente lloraba, desesperada, gritando que la soltaran, suplicando por su vida
Oye pasos de varias personas, se abre la puerta
Le ponen una capucha en la cabeza, la levantan del suelo entre dos
Después de unos metros la meten en lo que cree es una furgoneta
Sin saber el tiempo transcurrido, la furgoneta se para. La bajan a empujones
Nota hierba bajo sus pies
Entran en algún sitio y sin más le retiran la capucha
En una milésima de segundo reconoce su comedor, ve una enorme pancarta y a pesar de la luz que le hiere los ojos, consigue leer "FELIZ CUMPLEAÑOS"
Entre toda aquella gente que ha salido no sabe de dónde, distingue a su marido, a su hermana, a sus amigos...
Cuando se despierta ya no está atada
Apenas entiende lo que le dice su marido
"Es lo que siempre has querido, cariño. Siempre has dicho que te gustaría vivir una situación extrema. Recuerdas cuando salió en las noticias aquella empresa que se dedicaba a este tipo de cosas. Pensé que te gustaría. Tus cuarenta años se merecían algo grande"
Volvió a perder el conocimiento
PD Relato inspirado por Xenia Ferrer
INGREDIENTES
3 huevos
80 g de mantequilla reblandecida
100 g de queso mascarpone
La ralladura de un limón
120 g de azúcar
200 g de harina
1 sobre de levadura
200 g de fresas
Azúcar glas para decorar
ELABORACIÓN
Separar las claras de las yemas
Quitar el rabito a las fresas y cortarlas en cuatro
En un bol, mezclar la mantequilla, el mascarpone y las yemas de los huevos
Añadir el azúcar
Mezclar
Añadir la ralladura de limón, la harina y la levadura
Mezclar
Montar las claras a punto de nieve
Añadir las claras montadas a la mezcla anterior
Mezclar con movimientos envolventes con una espátula
Verter la mitad de la masa en un molde de plum cake forrado con papel horno
Dar golpecitos para asentar la masa
Colocar la mitad de las fresas por encima de la masa
Verter el resto de la masa
Con un cuchara alisar la masa y volver a dar unos golpecitos para que se vuelva a asentar la masa
Colocar el resto de fresas por encima
Precalentar el horno a 180º con calor arriba y abajo
Hornear 40
Pinchar para saber si está bien hecho
Desmoldar y dejar enfriar
Espolvorear con azúcar glas
Receta adaptada de Paprikas