Cuando me puse a hacer este dulce me vino a la memoria una escena de la película Tristana de Luis Buñuel en la que tres curas están merendando una taza de chocolate con bizcochos en casa del viejo don Lope, anticlerical descarado, que vive sus últimos días. Será por esta razón por la que siempre he asociado estos bizcochos de soletilla como típicos de meriendas de sacerdotes de los de antes, de sotana, alzacuellos y manteo en los días de invierno; de educado y obligado besamanos que, invariablemente, era correspondido con un cachete en la mejilla. Con el paso del tiempo me enteré que esos dulces que semejan dedos, en realidad se llaman biscotto savoiardo porque fueron creados a finales del siglo XV por los cocineros del Duque de Saboya para agasajar al rey de Francia. Los bizcochos de soletilla son ligeros, esponjosos, ideales para elaborar un tiramisú porque absorben bien el café y la crema de queso mascarpone. Todo un clásico de la cocina italiana. En la repostería francesa también se usan estos bizcochos como base del pastel conocido como charlota. También podéis comerlos tal cual y os sentiréis reyes por unos instantes.
RECETA
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INGREDIENTES (para 25 bizcochos)
4 huevos.
90 g azúcar.
85 g de harina.
25 g de maicena.
1 cucharadita de esencia de vainilla.
Una pizca de sal.
Azúcar glas para espolvorear por encima.
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PREPARACIÓN
Cubrir la bandeja de horno con papel sulfurizado y con un bolígrafo hacer líneas de 9 cm dejando unos 5 cm de distancia entre ellas para que al hornear no se junten.
Dar la vuelta al papel para que la tinta no tenga contacto con la crema.
Preparar una segunda bandeja mientras se hace la primera.
Tamizar la harina y la maicena y reservar.
En un bol poner tres claras de huevo.
En un segundo bol poner dos yemas de huevo y un huevo entero (sobrará una yema).
Batir las claras a punto de nieve con una pizca de sal, cuando empiezan a blanquear añadir la mitad del azúcar poco a poco y seguir batiendo hasta conseguir que queden completamente firmes.
Batir las yemas con el resto del azúcar y la vainilla hasta que blanqueen.
Añadir poco a poco las yemas a las claras dando vueltas con una espátula y con movimientos envolventes para que no bajen.
De la misma manera ir añadiendo la harina y maicena tamizada.
Poner la mezcla en una manga pastelera con una boquilla lisa de unos 2 cm.
Disponer la mezcla sobre el papel de hornear siguiendo las líneas marcadas.
Poner azúcar glas generosamente por encima y hornear unos 10 minutos a 185º o hasta que estén dorados.
Sacar del horno y dejar enfriar sobre el mármol, una vez fríos despegar del papel con una espátula.