Actualmente, y por mérito del fenómeno primero del colonialismo, y posteriormente de la globalización, las cocinas más representativas del mundo tienen un carácter internacional.
A nadie le extraña a día de hoy consumir en España un plato de arroz tres delicias, un ceviche, una pizza o unos tacos, por nombrar solo algunos ejemplos.
Si tuviéramos que elegir un postre capaz de vertebrar la mayoría de culturas, ese es sin duda el budín de pan, tan humilde como delicioso, y más si se hace de forma casera.
El estado natural de las sociedades era la pobreza y, por tanto, la economización de los recursos era, y sigue siendo, algo de capital importancia, especialmente de una cosa tan sensible como son los alimentos. De esta realidad nacen platillos que reúnen lo más básico y elemental de una despensa, como en el caso de que nos ocupa, mezclando tan solo azúcar, leche y huevos.
Es habitual en toda Latinoamérica, los países mediterráneos y sobre todo en Reino Unido, donde se encuentra su origen.
Quizá lo más significativo de este platillo sea el hecho de que emplea pan duro o sentado como ingrediente principal, lo que además de darle una textura concreta, rescata la sobras y las devuelve a la vida presentándolas en un económico bocado.
El nombre proviene de una palabra inglesa que nos resultará muy familiar, pudding, vocablo que bebe directamente del latín botellus, o lo que es lo mismo, pequeña morcilla, atributo que le venía dado por la peculiar forma que adoptaban en la Edad Media. Por el contrario, en Francia, se le designa como pain perdu, o sea, pan perdido.
Como decía, su invención es atribuida a los ingleses, ya que atesoran un registro donde aparece una receta denominada bread pudding, la cual data del siglo XVII.
Existe una fórmula muy básica que cundió entre las personas más pobres, para más tarde, y cuando las circunstancias los permitieron, irle añadiendo otros ingredientes.
Cosechó un gran éxito entre los valientes navegantes, siempre necesitados de alimentos que aguantaran bien el paso del tiempo. A modo de curiosidad, mencionar que encontró su sitio entre la cena de primera clase celebrada en el Titanic.
Ingredientes:
Azúcar blanco (caramelo) 60 g
Agua mineral (caramelo) 30 g
Pan sentado 200 g
Leche entera 500 ml
Rama de vainilla 1 ud
Azúcar blanquilla 150 g
Huevos M 4 ud
Elaboración:
Como podréis comprobar, el budín de pan se parece descaradamente al típico flan de huevo, es más, sabe parecido y su textura no se aleja demasiado. Antes de nada, prepararemos el caramelo, proceso que obviaríamos si decidiéramos comprarlo preparado. Echaremos el azúcar y el agua en un cazo y lo levantaremos a fuego medio, hasta que el caramelo torne en un color ámbar dorado.
No lo marees demasiado con la cuchara, utensilio que preferiblemente será de madera. Un truco para enjuagar luego el cazo sin morir en el intento, es verter otra poquita agua una vez hayamos preparado y cubierto el molde de plum cake con el caramelo, y llevarlo nuevamente a ebullición. Así conseguiremos que los restos se desprendan con pasmosa facilidad.
Entre tanto, tomaremos el pan que será como poco del día anterior, y lo haremos trozos, colocándolos en un vaso de batidora.Lo remojaremos con la leche previamente infusionada con la vainilla, como de sí unas torrijas se tratase, y lo dejaremos en remojo al menos 5 minutos para que se ablande por completo. Seguidamente, añadiremos el azúcar blanquilla.
Los asiduos al blog, conocerán el método que sigo para infusionar vainilla y cítricos en la leche. Se tienen que cumplir dos premisas: leche con alto porcentaje de grasa y tiempo. Añadiremos la brizna de vainilla y calentaremos la leche hasta que rompa a hervir. Justo en ese instante la retiraremos del fuego y cubriremos la boca del cazo con un poco de papel film.
Dejaremos infusionar 30 minutos, mientras que se atempera y la leche se perfuma con al aroma embriagador y exótico de la vainilla. Trituraremos el pan hasta obtener una mezcla fina y sin grumos notables, aunque hay quien prefiere esta especie de bizcocho con un poco más de textura. Agregaremos los 4 huevos y volveremos a batir hasta que se integren por completo en la mezcla.
Finalmente, la verteremos en el molde que habíamos tupido con el caramelo, y al mismo tiempo, precalentaremos el horno a 180º, con calor arriba y abajo. Dispondremos el molde en una fuente refractaria con agua a media altura, pues lo ideal es cocerlo al baño maría, sí, como un flan. Taparemos con papel de aluminio el molde y nos cercioraremos de que no tiene fugas.
Hornearemos un total de 1 hora y 30 minutos, sin descuidarlo y pinchándolo de vez en cuando con un palillo para controlar el estado de la cocción. Este debe salir limpio para poder retirar el budín del horno. Una vez lo tengamos completamente cocido, lo sacaremos y dejaremos enfriar dentro del mismo baño maría. Retiraremos el papel de aluminio, filmaremos al ras y mandaremos al frío.
Como sugerencia de presentación, os propongo acompañarlo de un poco de nata montada (crema de leche) o, incluso, fruta fresca o helado. Las posibilidades son miles, teniendo presente que se trata de una masa muy neutra. Pronto se convertirá en un habitual de tu recetario.
¡Qué aproveche!
Puedes ver la receta así como otras muchas recetas tradicionales caseras en la web de La Receta de la Abuela.