Echo de menos los puestos callejeros y ese aroma mezcla de humo y de castañas asadas que te llamaba desde lejos. En realidad pocas veces he comprado cartuchos de castañas pero su olor ha marcado muchos de los otoños de mi vida.
Ha sido a raíz de tener el blog que las castañas han empezado a formar parte más activa de nuestras vidas. He de confesar que no es que no me gusten, lo que ocurre es que soy muy floja para pelarlas. Si están muy calientes porque me quemo los dedos, si se enfrían porque no hay quien las pele y acabo enfadada...
Mi marido tiene un truco. Les hace un pequeño corte, las tapa y las mete en el microondas. No son exactamente castañas asadas pero suelen ser más sencillas de pelar (y también queman las yemas de los dedos por si alguien se lo pregunta)
Hace muchos años que quiero preparar una receta con castañas, de hecho tengo muchas ganas de hacer mermelada, pero todos los otoños me aguanto las ganas.
La receta de hoy cubre en parte ese anhelo de bloguera de usar productos nuevos y de temporada en mis recetas.
Durante el embarazo de Lara compré por capricho (menuda novedad) dos botes de crema de marrón glacé en LIDL. Una de esas "necesidades tan necesarias" que surgen mientras haces la compra. Las coloqué en la balda superior de un armario de la cocina y ahí siguieron plácidamente durante mucho tiempo.
Hace dos años abrí un bote y preparé una tarta con chocolate y el bote que quedaba lo quería utilizar en una receta en la que nada enmascarase el sabor de esta crema.
He tartado un tiempo en darle salida, pero os aseguro que la espera mereció la pena. Una lástima que desde hace al menos un par de años ya no traigan esta crema a LIDL (al menos en el que yo hago la compra) porque me gustaría seguir probando recetas nuevas con ella.
Además la receta de hoy me viene rodada porque mañana es el día internacional del bundt cake, así que aprovechamos para festejarlo aunque sea con un poco de anticipación.
Creo que os he dicho que las prisas nunca son buenas, confiarse tampoco, y cuando juntas estos dos "defectos" reposteriles al final lo acabas lamentando. Este bundt estuvo a un tris de no poder ver la luz.
Se juntó todo: olía muy bien, lo tocaba y estaba tierno y esponjoso, la tarde avanzaba y cada vez quedaba menos rato de luz, las niñas estaban tranquilas y a mí me entró la prisa por hacer las fotos así que me puse a desmoldar.
Y cuando en la ecuación aparecen los factores masa esponjosa, tierna y frágil aún caliente, base un poco desnivelada y molde con múltiples surcos que en el resultado aparezcan grietas era lo menos que podía ocurrir.
Al final se pudo medio salvar la situación porque no quería que nos quedásemos sin esta receta que de otra manera no hubiera visto la luz ya que no sé dónde conseguir otro bote de marrón glacé. Lo que son las cosas, por un lado vaciando armarios, por otro penando cuando termino algunos productos porque me han gustado, me gustaría seguir cocinando con ellos y no sé cuándo los voy a volver encontrar como es este caso.
Bien es cierto que a falta de marrón glacé podríamos utilizar mermelada de castañas o incluso castañas cocidas y hechas puré aunque en este caso igual hay que rectificar las cantidades de azúcar, que sabéis que tiendo a lo bajo en tales menesteres y mis postres resultan poco dulces según el paladar de alguno.
El resultado, como os he anticipado, es un bundt que huele de maravilla, tremendamente esponjoso y tierno, muy jugoso... ¡fue un visto y no visto en casa!
Además es una de esas recetas facilonas en las que ensucias un bol, unas varillas y el molde. Mezclar, hornear y salir corriendo, que cada vez tenemos tiempo para menos cosas o me pasará solo a mí que últimamente no llego a nada.
Es la receta ideal para preparar este fin de semana de lluvia y frío que nos aguarda y disfrutarlo tranquilamente (en mi caso el término tranquilidad se borró de un plumazo de mi vida) durante el desayuno o la merienda mientras vemos llover.
Igual os suena raro pero desde que me incorporé al trabajo tras el nacimiento de Elena me levanto a las seis de la mañana y he terminado por disfrutar esos madrugones. Es agradable tener un rato sólo para mí (en realidad para mí y para hacer cosas de casa), con la casa en silencio (la mayor parte de las veces, que mis niñas son de dormir poco) y metiendo el turbo para dejar recogido lo máximo posible antes de que llegue el momento de levantarlas. Me frustra mucho estar haciendo cosas y no avanzar porque continuamente escucho mamá esto, mamá lo otro, una u otra llorando, ahora toca el biberón, ahora hay que cambiar el pañal, ahora la otra necesita ayuda para subirse el pantalón después de hacer pipí...y se van las horas muertas.
A lo que iba, que sólo durante estos madrugones puedo escuchar llover y desayuno tranquilamente. En realidad, y como seguro suponéis, es la única comida que hago con tranquilidad en todo el día. Así que agradezco tener cositas ricas que compensen el esfuerzo de levantarme tan temprano.
Espero que os animéis a prepararlo. Ya veréis que la receta es la mar de simple ¡Y mientras compartimos un trozo!
Ingredientes:
* 285 gramos de puré de marrón glacé (o en su defecto crema, puré o mermelada de castañas)
* 100 gramos de azúcar moreno
* 100 gramos de mantequilla
* 3 huevos
* 200 ml de nata (crema de leche) para montar
* 1 yogur (125 gramos) natural (el mío con azúcar de caña)
* 1 sobre de levadura química (impulsor) (15 gramos)
* 250 gramos de harina integral.
Elaboración:
1. Ponemos la mantequilla a derretir en el microondas o al baño maría.
2. La ponemos en un bol amplio junto con el azúcar, esperamos un par de minutos y batimos hasta obtener una mezcla cremosa.
3. Vamos añadiendo los huevos de uno en uno y mezclamos en cada adicción.
4. Incorporamos la nata (crema de leche) para montar, el yogur y la crema de marrón glacé (que debe estar a temperatura ambiente para que sea más manejable) y seguimos batiendo hasta obtener una masa cremosa.
5. Añadimos la levadura y la harina tamizándolas y mezclamos hasta que no queden grumos.
6. Pincelamos con mantequilla nuestro molde y vertemos la masa.
7. Damos un par de golpes secos sobre la encimera para que cualquier burbuja de aire que haya salga a la superficie y para que la mezcla quede nivelada.
8. Introducimos en el horno precalentado a 180º C durante 60 minutos o hasta que al pincharlo con una brocheta de madera esta salga limpia.
9. Apagamos el horno, sacamos el molde y lo dejamos enfriar sobre una rejilla por completo antes de desmoldar.
El bundt es tremendamente frágil y las prisas pueden provocar que termine roto ¡advertidos estáis!
Para conservarlo lo envolvemos con film transparente y ahora que no hace frío ni siquiera necesitamos que esté en el frigorífico, pero si os cabe ¡es el mejor sitio para guardarlo!
Os cuento un poquito de las niñas que últimamente voy volando y os hago partícipes de pocas cosas.
El lunes próximo se hace Elena las fotos en la guardería. En el cole de Lara no sé lo que hacen, la verdad es que se meten en muy pocos jaleos y como madre lo agradezco bastante.
Sigue con sus dos dientecillos, con toneladas de babas cayendo por doquier y se está poniendo muy caprichosa y no quiere estar sentada ni tumbada en ningún lado. Quiere brazos y movimiento continuo. No recuerdo que Lara pasara por esta fase, la verdad.
La fruta le gusta bastante y por la noche le doy un trozo grande de lo que yo esté tomando, lo engancha con las dos manos, se lo lleva a la boca y se pone a chuparlo y roerlo con las encías. No se lleva ningún trozo grande pero lo que va machacando se lo traga. Tiene especial pasión por el persimon y ni aún comiendo Elena consigo que Lara lo pruebe. En realidad sí, cuando ve que la hermana tiene un trozo ella pide otro, que tiene que ser igual de grande y cortado de la misma manera, y cuando lleva con él un rato en la mano dice que no le apetece y que me lo coma yo.
Nunca he visto a nadie tan reticente a probar alimentos. A Lara no le gusta la pasta (he probado con todo: macarrones, espaghetis, espirales, pasta de colores, infantil... y nada, con todo arcadas), ni el arroz, ni las croquetas, ni las salchichas, ni la pizza, ni el tomate frito... Tampoco le gustan los bizcochos, las natillas o los flanes, ella sólo yogures. Es la niña más atípica del mundo.
Que lo sé, que un día comerá, pero te ves tan limitada a la hora de ponerle la comida que hasta desespera.
Ojalá Elena no sea así, aunque en realidad no sé si es porque es la segunda y voy de vuelta de las cosas o porque tengo menos tiempo, que me estoy tomando todo con más relajación a la hora de introducirle nuevos alimentos, de ofrecerle la comida en trozos, si no quiere comer la dejo hacer sin estar todo el día lamentando si no tendrá hambre, si no estará malita, si, si ,si las mil cosas que se pasan por la mente cuando eres primeriza... Ella tiene otro ritmo y sinceramente yo también.
En cuanto a Lara ya sabe escribir su nombre, en letras mayúsculas y con ciertos problemas con la R (la letra de la "pata estirá" como ella dice) cuya pata no sabemos muy bien colocar. Además vamos por la calle y va reconociendo las letras que ve en los carteles y en las matrículas (me suena que quizá esto ya os lo conté la semana pasada, cada vez tengo la cabeza peor para estas cosas)
También empieza a dibujar cosas y que esos dibujos se parezcan a lo que está dibujando. Antes hacía rayas en un papel y punto. Ahora las cosas tienen forma aunque a veces sea un poco complicado adivinar qué ha pintado y se enfade si no lo dices.
Lo de colorear lo domina bastante mejor. Rellena casi toda la superficie y no se sale de los bordes.
Le he visto un avance brutal.
En fin, las cosas de mis niñas.
No me enrollo más, voy a ver si puedo seguir visitando vuestras cocinas que cada vez paso más tarde o sin tiempo para comentar ¡pero no me olvido de vosotros ni me canso de daros las gracias por seguir al pie del cañón!
¡Nos leemos la semana próxima! ¡Sed felices!
Manos a la masa y ¡bon appétit!