Pues sí, es verdad que la repostería creativa nos está dejando recetas muy ricas para cualquier ocasión, pero yo me decanto por la repostería tradicional, la de nuestras madres y nuestras abuelas.
En España el día 1 de noviembre se conmemora el Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos por tradición religiosa, en recuerdo de los seres queridos fallecidos. Muchas personas, sobre todo las de mayor edad, visitan los cementerios y llevan flores. En estas fechas es habitual el consumo de ciertos dulces como los huesos de santo y los buñuelos de viento.
¿De dónde vienen los buñuelos? Hay diversas teorías sobre el tema, pero parece que son de origen árabe, aunque la receta se "cristianiza" y se convierte en habitual en la cocina de los conventos.
Su relación con esta fecha tan señalada nos viene de la creencia de que cuando te comes un buñuelo sacas un alma del purgatorio.
Religiosa o no, esta tradición creo que la voy a guardar en mi agenda para repetirla, porque les encantó a toda mi familia.
La receta es bastante sencilla y lleva muy pocos ingredientes, que son estos:
250 ml. de agua
125 ml. de leche
75 grs. de mantequilla sin sal
1/2 cucharadita de sal
3 huevos medianos
100 grs. de harina simple de trigo
Aceite de girasol suficiente para freír.
1 trozo de corteza de limón (opcional)
Así se preparan:
Ponemos en un caldero el agua, la leche, la mantequilla y la sal y lo calentamos a fuego suave hasta que veamos que la mantequilla está fundida y empieza a hervir.
En ese momento echamos toda la harina de golpe y, sin apartar del calor, mezclamos con una cuchara de madera hasta que no queden grumos y veamos que la masa parece que se "engancha" del caldero.
Apartamos del fuego y dejamos que se entibie antes de ir añadiendo los huevos, uno a uno, y batidos previamente. No echar el siguiente hasta que el anterior no se haya integrado totalmente con la masa, que debe quedar suave pero no líquida.
Ponemos a calentar abundante aceite en una sartén con la cáscara de limón y con ayuda de una cuchara vamos friendo nuestros buñuelos, a fuego suave, hasta que estén dorados. Los sacamos y ponemos a escurrir sobre papel absorbente.
Cuando estén fríos los rellenamos, ayudándonos de una manga pastelera, como más nos guste, crema pastelera, trufa, nata (crema de leche), chocolate, dulce de leche...
Yo rellené unos cuantos con un chocolate fundido que descubrí en Carrefour y que en casa ha tenido más éxito que el queso con chocolate que vende otra marca. Es este:
Y para los demás preparé una crema pastelera en el microondas (hago un minipost para esto). Estos son mis favoritos, sin duda.
Estos son los de chocolate
Y estos los de crema
Para acabarlos los rebocé en azúcar mezclada con una exquisita canela que me regalaron (gracias Pino M., porque está uhmmm) y al final los espolvoree con azúcar glas.
Que puedo decirles, volaron.