Ser gato no es fácil.
Antes de explicaros por qué, es importante que todos los dueños de gatos sepáis una cosa: No sois dueños de un gato. El gato es vuestro dueño, es mejor desengañarse, y cuanto antes lo asumáis, más fácil será vuestra vida.
Yo soy la mascota humana de una gata blanca de orejas naranjas y cola tricolor. Vive conmigo y con dos humanos más, a pesar de lo que le cuesta domesticarnos y lo difícil que es a veces comunicarse con nosotros.
Pero voy a dejar que sea ella la que os cuente nuestras pequeñas batallas diarias. Yo sé que mi gata piensa todas estas cosas de sus humanos, y si pudiera, nos las diría:
Me da igual si te molesta que no use la cama que me compraste y pusiste en el suelo. ¿A ti te gusta dormir en el suelo? A mí tampoco.
Y tampoco te molestes en poner todo el tiempo cosas sobre tu silla para que yo no haga la rosca en ella para dormir. Me gusta tu silla por la misma razón por la que te gusta a ti.
La caja de arena. Empiezo a cansarme de reclamar su limpieza, y cada vez que no seáis disciplinados y eficientes con ella, me mearé en el sofá. Suele estar más limpio.
Soy un gato. Los gatos no nos bañamos, y eso es algo que debes aprender. No nos gusta el agua, mucho menos el jabón, olvida eso.
Soy cotilla, y me gusta zascandilear por el pasillo de tu comunidad de vecinos. Los vecinos son gente dócil, es realmente fácil conseguir jamón y chucherías, deja que me busque la vida. No hay nada más fácil de seducir que una vieja con unas lonchas de pavo en la nevera.
No quiero ratones de trapo igual que tú no quieres bocadillos de lomo de peluche ¿Estás tonta? Dame comida, humana idiota, no esperes que persiga un trozo de trapo por toda la casa.
Si te tiemblan las canillas cada vez que me ves relamerme los bigotes, piensa en cómo sería tu vida si te dieran de comer cada día bolitas marrones de pienso seco. Una mierda, ¿a que sí? Pues no te sorprendas si me como tus caballas en escabeche mientras pierdes el tiempo haciendo fotos de tu comida, prueba tú a comerte mi pienso.
Por cierto, creo que un buen terapeuta tendría muchas cosas que decir sobre eso que haces de fotografiar comida. Hay pastillas que arreglan cosas como esa. De verdad.
Las huellas. Esta es mi casa y tengo derecho a pasear por donde me de la gana, bastante es que vivo encerrada porque a ti no te da la gana darme copia de las llaves. Mis huellas no te dan derecho a pensar que he sido yo, he podido estar ahí mucho antes o mucho después. Los restos de tu comida en mis bigotes tampoco son una prueba válida.
Hablando de comida. La altura no es un problema para mí. Mírame bien: no soy un perro. El alto del armario está a dos saltos del suelo. Y no corras, ya he visto la tarta de queso y no me ha gustado.
Sobre los agujeros en tus camisetas, si me rasco las uñas en ellas es por tu culpa. Cómprame rascadores adecuados.
Cuando reclamo tu atención, espero de ti algo más de sumisión. Quiero tu atención y la quiero ahora, no dentro de un rato. No me importa si estás cenando, te estás depilando con cera o estás colgando una lámpara. Puedes hacerlo en otro momento.
Yo soy más importante, divertida y encantadora que la tele o que el periódico. Si me pongo en mitad de la pantalla o me subo a las hojas del periódico y me siento encima, es porque no necesitas leerlo. Solo dice tonterías. Hazme caso ya.
Pero no me cojas en brazos. No soy un bebé, soy un gato y tengo dignidad, aunque fingiré ser un bebé solo si eso te hace sentir mejor y me das galletas como premio.
Nadie sabe lo duro que es vivir así.
Receta para Cooking the Chef, de la mano de Paul Bocuse.
INGREDIENTES
[2 PERSONAS]
Caballa, 2 unidades [500 g sin limpiar]
Vino blanco, 150 ml
Vinagre de vino blanco, 75 ml
Zanahoria, 30 g
Cebolleta, 60 g
Piel de naranja, un trozo de 3 cm
Laurel, una hoja
Tomillo, media cucharadita
Sal
MODUS OPERANDI
Limpiamos la verdura y cortamos la cebolleta en juliana larga [cogiendo un trocito del tallo] y la zanahoria en tiras de aproximadamente 1 mm de grueso [no te vayas a poner a medir! Esto es a ojo, es el grosor adecuado para que esté un poco crujiente y no blanda del todo cuando la sirvas].
En una olla pequeña [para que no evapore demasiado líquido] ponemos el vino, el vinagre, la verdura, la piel de naranja y las especias y dejamos que se cueza a fuego bajito unos 20 minutos.
En este tiempo, pre-calentamos el horno y colocamos las caballas en lomos en una fuente que dentro de un rato irá al horno, y las salamos. Si no te las han dado ya limpias, es el momento de hacerlo, aunque lo mejor es pedir los lomos a tu pescatero y que te los de ya preparados.
Cuando tengamos el adobo ya preparado, lo vertemos sobre las caballas y lo metemos al hono a 180º unos 8-10 minutos según el grosor de tus lomos.
Los escabeches se pueden comer calientes, tibios o fríos del todo, y se pueden conservar cubiertos de aceite. Yo he optado por una tosta de pan de pueblo con rúcula y tomatitos cherry, y la caballa a temperatura más bien tibia.
Un último consejo: Retira la piel de naranja, si la dejas no pasa nada, pero es muy intensa y eclipsa por completo el sabor del plato. Su función es dar sabor al escabeche, con eso ha cumplido.