Os adelantaba hace unos días en instagram que por fin he conseguido cosechar estos calabacines. No me digáis que no son una preciosidad.
Se que no es un cultivo especialmente complicado, únicamente hay que prevenir enfermedades fúngicas y poco más. Eso si, hay veces que por algún motivo las flores no terminan de cuajar. En las grandes producciones de invernadero incluso las tienen que hormonar y favorecer la polinización con lo que en Sanlúcar se conocen como “bejorros” y que en el resto del mundo se llaman abejorros.
Fue en una conversación con un agricultor amigo, yo acababa de llegar a Sanlúcar a vivir cuando mantuve una charla animada con él y su profundo acento sobre “los bejorros” y su labor polinizadora , un buen rato estuvimos. Yo no entendía mucho lo que me hablaba, en parte por mi desconocimiento de estos temas y en parte porque duramente lo podía entender. Eso si, mi sonrisa siempre encantadora y mis ojos más que perplejos durante un buen rato. Al salir le pregunte casi avergonzada: ” Manolo, los bejorros, ¿qué son? ¿abejorros? ” La carcajada de Manolo la podéis imaginar. Así que desde entonces y mientras siga en esta tierra, “bejorros” se llamarán.
Pero estas maravillas se han criado al aire libre en el huerto para sorprenderme con unos frutos deliciosos. Hemos sembrado 3 variedades de calabacines Los amarillos son el Zephir y el Golden. Y el redondito que es una monería, no me digáis.
Hoy he llegado casa contenta, porque como le decía a una amiga, la tierra ha sido generosa.
Ya sabéis que me gusta bautizar los cultivos, así pues, os dejo con unas imágenes de estos “Calabacines para llevarte al huerto “ porque sólo con verlos, caes rendido a sus pies, y cuando los pruebas, puff eso ya os lo contaré
Ya van quedando pocos, pero hemos resembrado más para aprovechar hasta que lleguen las heladas y así poderlos disfrutar un poquito más.
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