Qué fuera la lluvia, por favor, por favor
Qué solo fuera una racha de lluvia contra el cristal o una rama desprendida de algún árbol, solo eso, por favor
Llevaba cinco días en aquella especie de cabaña a las afueras de ningún sitio
Por su propia seguridad, le dijeron. Un mes y vendremos a buscarte
Sin teléfono, sin ninguna conexión con nadie. Cualquier debilidad que le descubrieran, sería su perdición
No podía volver a su vida anterior, no la podían encontrar
Si la encontraban, primero la volverían a domesticar
A base de golpes y todo tipo de vejaciones. Aunque lo suplicara, no la matarían
Ella era mercancía, habían pagado por ella y todavía no le habían sacado todo el provecho
Demasiado joven para desaprovecharla, pero la castigarían, claro que lo harían
Eso es lo que hacían con las chicas que no obedecían, con las más rebeldes, con aquellas que no se quedaban paralizadas por el terror y el horror. Primero por las palizas y luego por las drogas
Cuando la metieron en aquel camión con otra decenas de chicas, sabía que ya no saldría de ese círculo. Empezó a comprender que ya estaba muy lejos de su familia, de sus amigos, de su vida anterior
Solo había oído cosas así en la televisión, en series, películas y en las noticias
Cuando hablaban de eso en las noticias, y hablaban de que una red de prostitución había sido desmantelada, nunca pensaba de dónde venían esas chicas
Y ahora, ahora todas esas historias no eran nada
Ahora ya sabía de dónde venían esas prostitutas, niñas todavía, inocentes atraídas por un futuro de lujo, alejadas de sus pueblos por un apuesto hombre y dejadas en manos de depravados que a su vez las entregaban, una y otra vez, a otros depravados
Y a pesar de las películas, una realidad que se repetía miles de veces al año, en un círculo perfecto, un engranaje de miseria perfecto
Aquel camión la sacaría definitivamente de su país hacia un destino europeo más rico, mucho más rico. Como si se exportaran cebollas o patatas
Pero esa noche, su destino volvió a cambiar
Gritos, golpes y una luz cegadora. Las hicieron salir del camión. La policía, por favor, que sea la policía
Sin saber que era la policía quien había dejado que ese camión transitara con total libertad hasta la frontera
Las bajaron y las repartieron en furgonetas
Los gritos se convirtieron en palabras dulces, tranquilizadoras. Ahora volverían con sus familias
No podían volver, les dijeron. Si volvían las encontrarían
Hizo el viaje con otras dos chicas de su misma edad. Dieciséis años no son muchos si te crees que conoces el mundo, si crees que dejar la miseria atrás es irte con un tío guapo y con un buen coche
Cuando la llevaron a la cabaña llegó sola acompañada de un hombre que no tenía mejor aspecto que los tipos que la habían retenido durante semanas
Pero este no la violó, no la pegó, ni siquiera la tocó
La dejó en la cabaña con órdenes muy claras: no salgas, nadie debe verte, tienes todo lo necesario para pasar treinta días aquí. Yo mismo vendré a recogerte, este solo es el primer tramo del camino
Durante el viaje en furgoneta, donde iban quedando cada vez menos chicas, les fueron explicando
Una organización, hay varias que se dedican a esto, no podemos esperar nada de las autoridades de estos países, familias de acogida en hogares lejanos, nada de padres ni hermanos, son vuestro punto débil, esperaban mucho dinero por cada una de vosotras, debéis desaparecer por completo
Cinco días en la cabaña
Y si todo fuera mentira, y si volvían a por ella para aquello que la habían aleccionado
Y ahora esa maldita tormenta y su madre no estaba para arroparla y decirle que nunca le iba a pasar nada malo
Veinticinco días no sería peor el miedo que la atenazaba, las pesadillas y aquellos recuerdos que le nublaban la vista a plena luz del día
Pero esa lluvia, esos golpeteos en los cristales...
¿Y si la habían encontrado?
No, no, no, no, no, no
Es solo la lluvia golpeando los cristales
PD Cuento inspirado por Ana Belén Abellán
INGREDIENTES
500 g de calamares medianos
100 g de carne picada de ternera
100 g de carne picada de cerdo
1 rebanada de pan
100 ml de leche
2 huevos
2 dientes de ajos
2 cebollas
4 tomates
1 cucharadita de pimentón
100 ml de caldo de pescado o 100 ml de agua + 1 pastilla de pescado
Aceite
Sal
ELABORACIÓN
Cocer 1 de los huevos
Poner la miga de pan en remojo con la leche
Picar los ajos bien pequeños
Cortar las cebollas en juliana
Rallar los tomates o triturar
Separar las patas de los calamares
Reservar la mitad y picar el resto
En un bol, poner la carne picada
Añadir el huevo restante crudo
Añadir el huevo duro picado
Añadir el pan escurrido de la leche
Añadir las patas de los calamares picados
Salpimentar
Mezclar muy bien todos los ingredientes
Rellenar los calamares 2/3 partes de su capacidad con la mezcla de carne
Cerrar con palillos
Poner aceite en la cubeta
Menú Cocina
Cuando el aceite esté caliente, sofreír el ajo
Añadir la cebolla. Sofreír 5 minutos
Añadir los calamares y las patas reservadas
Remover
Añadir el tomate rallado
Sofreír 5 minutos
Espolvorear el pimentón
Remover
Añadir el caldo
Salpimentar
Remover
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Menú cocina 10 minutos
Cerrar tapa + válvula
Pasado el tiempo, dejar despresurizar sola
Tapa horno 8 minutos, al gusto
Receta adaptada de la revista Cocina Lecturas nº 108 pág.24