Bueno, molar, no es exactamente la palabra, porque en realidad yo, como ama de casa que soy (casi todo el tiempo), no tengo vacaciones never-never-never, soy como una tienda de esas 24 horas, tengo de todo a todas horas; y como trabajadora por cuenta ajena que soy (a veces), el verano es temporada alta, así que si llaman a trabajar, no valen cuentos de que si es verano, y hace calor, y me apetece ir a la playa con los niños. No.
Pero aparte estos detalles sin importancia, las pseudovacaciones (es decir, sólo los niños tienen vacaciones) de verano molan. Molan porque amanece temprano, y cuando llegas a la cocina para desayunar ya está bañada por los reconfortadores rayos del sol. Molan porque puedes tender la ropa fuera y no coge ese olor rancio a qué sé yo, de estar cuatro días colgada en la mini terraza, pegada a un deshumidificador. Molan, porque no hay que salir corriendo cada mañana para no perder el bus escolar, presionando a dos pequeños piojos para que se levanten, desayunen, se vistan, se laven los dientes y las legañas (ojo, esta es la parte más complicada), todo esto lo más rápido posible.
En verano, mi vida se vive despacito, que es como yo creo que se debe vivir la vida. Lo otro no es vivirla, es sobrevivir a ella. Me gusta levantarme y preparar el desayuno en silencio. Y despertar a los niños a besos (de esto me voy a ir olvidando, que ya se van haciendo mayores). Y dejar que la vida transcurra a su ritmo, cada día, sin agobiarla, sin prisas... Ideal, ¿no? Ideal sería poder hacerlo siempre, pero va a ser que no.
Pero yo, hoy, aunque sea primavera (con tintes de otoño invierno) voy a detenerme. Y respirar. Y vivir despacito. Porque me lo merezco.
Por eso traigo hoy este potajito tan rico y reconfortante, tan lleno de aromas y fragancias, como ocurre con toda la comida hindú que he probado (acordaos de ese rico Pollo Tikka Masala). No sé si será muy ortodoxa esta receta, porque la he semireconstruido comparando recetas por toda la blogosfera... Pero el resultado es delicioso, acompañado de arroz blanco o cuscús, a vuestro gusto.
¿Os animáis a vivir un día así despacito conmigo?
Chana Masala {guiso hindú de garbanzos}
Ingredientes:
2 cucharadas de aceite de oliva.
1 cebolla pequeña.
1 diente de ajo.
1 cucharadita de jengibre.
1 guindilla cayena.
1/2 cucharadita de cilantro molido.
1/2 cucharadita de comino molido.
1 cucharadita de cúrcuma molida.
1 cucharadita de pimentón.
1 cucharadita de garam masala.
200 g tomate tamizado.
1 vaso de caldo de cocer los garbanzos (o un poquito más si hiciese falta).
150 g de garbanzos secos.
1 pastilla de caldo.
el zumo de 1/2 limón.
arroz en blanco {yo puse basmati}, o cuscús, para acompañar.
Preparación:
1. Ponemos a remojo los garbanzos la noche anterior.2. Por la mañana, los cocemos en agua con una pastilla de caldo. Yo los pongo en la olla rápida durante 15 minutos.
3. Escurrimos y reservamos el caldo. Si algunos garbanzos han soltado la piel, las retiramos.
4. En una cazuela ponemos a calentar el aceite, y sofreímos la cebolla y el ajo bien picados durante unos 5 minutos. Añadimos las especias y sofreímos uno o dos minutos más. Entonces incorporamos el tomate, y dejamos pochar todo junto otros 5 minutos, teniendo cuidado de rascar bien el fondo si es que se nos ha pegado algo de las especias.
5. Incorporamos los garbanzos, el caldo necesario hasta cubrir, y dejamos hervir todo junto unos 10 minutos. Finalmente, añadimos el zumo de limón y rectificamos de sal si fuese necesario.
6. Acompañamos con arroz en blanco o cuscús.