Antes de seguir, me gustaría hacer un inciso que siempre me ha resultado muy curioso. En mi tierra, Córdoba, y en otros lugares, especialmente de Andalucía, muchas veces se les llama churros a las porras.
Lo cierto es que ambas cosas no tienen nada que ver, siendo tanto su forma, tamaño, ingredientes y preparación distintas.
Lo más curioso es que si pides en un bar cordobés una ración de churros tendrás que especificar que quieres churros de lazo o churritos porque si no te pondrán unas ricas porras, o jeringos, como los cordobeses las llamamos, que están muy buenas, pero a lo mejor no es lo que esperabas que te sirvieran.
En cualquier caso, la receta que hoy vamos a preparar es la receta tradicional de churros y dejaremos para otro día la receta de las porras o jeringos. Aunque en este caso, y a pesar de que se llame churros receta de la abuela tengo que decir que era mi abuelo el que siempre me los hacía.
Siguiendo con los churros, mantienen un carácter generalmente festivo, siendo la elección predilecta de muchos para los desayunos de fin de semana.
Las verbenas, ferias y fiestas populares, tampoco serían lo mismo sin su presencia, amenizando cualquier evento capaz de congregar multitudes.
A menudo, los churros van a acompañados de un rico chocolate caliente, que es casi tan antiguo como el descubrimiento de América.
En cuanto a los churros, resulta complicado precisar su origen, ya que podemos descubrir productos muy similares en China, o incluso algunas pistas que nos llevan hasta el Antiguo Egipto, aunque se cree que los portugueses los introdujeron en la Península Ibérica desde China, y los españoles los exportaron a su vez a toda América.
La primera alusión al oficio de churrero data del año 1621, a comienzos del reinado de Felipe IV, en un documento en el cual un súbdito, en nombre del gremio de los alojeros, solicitaba al monarca un aumento de los precios de las fábricas.
En 1887 hallamos la primera mención a las fábricas de churros, establecimientos de venta directa que contaban con un mostrador de cara al público, construido en mármol, y donde se cortaban y dispensaban las porras. Tan solo 7 años más tarde, la mítica y castiza chocolatería madrileña de San Ginés abriría sus puertas.
Lo cierto es, que un churro no difiere demasiado de los típicos buñuelos, salvo por la forma, y de estos sí que encontramos vestigios ya en el siglo I a. C, a través de un libro romano.
Cómo hacer churros de la abuela
Prepararlos en casa es la mar de sencillo, pero debido a su accesibilidad y precio económico, son pocos los que se atreven o están dispuestos a meterse en faena.Nada más satisfactorio que elaborar con nuestras propias manos unos deliciosos churros para cautivar a amigos y familiares.
Tan solo necesitaremos un puñado de ingredientes, una pizca de paciencia e, idealmente, una churrera.
Se trata de una estructura tubular, generalmente de acero, que se rellena con la masa, y con un émbolo accionado por una palanca nos permite extrudir la misma.
Vamos con la receta.
Ingredientes:
Harina de fuerza al 75% extracción 225 g.
Agua mineral 250 g.
Sal 8 g.
Aceite suave para freír
Azúcar para espolvorear (opcional)
Elaboración:
En un cazo verteremos el agua junto a la sal y la llevaremos a ebullición. Una vez haya comenzado a hervir, lo retiraremos del fuego, y agregaremos la harina de una vez. Ayudándonos de una cuchara de madera o una lengua de silicona, removeremos la mezcla, hasta conseguir, al igual que con una bechamel, que esta se despegue fácilmente de las paredes.
Debe quedar una masa fina, sin grumos y maleable. Seguidamente, colocaremos una parasién (o una sartén alta) al fuego, con aceite de oliva virgen suave, o en su defecto otra clase de aceite vegetal que no deje demasiado sabor, preferiblemente girasol alto oleico. De manera orientativa, echaremos una cantidad generosa, de al menos 2 dedos. Lo calentaremos hasta unos 180 °C, vigilando siempre que no llegue al punto de humo.
Mientras se calienta el aceite, rellenaremos la churrera con la masa. Antes de introducirla, es conveniente que engrasemos el interior ligeramente, untando nuestro dedo en aceite y extendiéndolo por toda la cara interna, lo que luego facilitará la extrusión de la masa. No dejaremos de presionar con el pulgar la boquilla hasta que la masa se salga, eliminando de este modo todo el aire.
Hay quien, ante la falta de una churrera, hace uso de una manga pastelera con boquilla rizada. Al igual que con la churrera, es preciso cerciorarse muy bien de que no queda aire dentro de la masa. Los accidentes más habituales en las churrerías tienen que ver con este hecho. En el caso de que quede aire, al freírlo, podría saltar, o en el peor de los casos, “explotar”.
El mejor truco para saber que el aceite está caliente, es introducir un pequeño trozo de masa, si este sale a flote rápidamente, significa que ya podemos empezar a freír los churros. Recomiendo que el aceite sea limpio, ya que los churros son una masa neutra, que podría verse contaminada por sabores impropios en caso de utilizar un aceite reciclado.
Con el aceite caliente, dejaremos caer suavemente los churros de una medida aproximada de 15 cm., extremando las precauciones para no quemarnos. Los doraremos, por un lado, y a continuación, con una araña, les daremos la vuelta, dorándolos por el otro. Finalmente, los iremos sacando a un plato en el que previamente habremos colocado papel de cocina absorbente.
Se trata, como en cualquier fritura, de no saturar el aceite, pues la temperatura podría caer drásticamente y los churros acabarían demasiado grasientos, como cocidos. Los más golosos, pueden espolvorearlos con azúcar, siempre y cuando aun permanezcan calientes, o de otro modo no la cogerían adecuadamente. Servir templados con una buena taza de chocolate caliente.
Lo más común es encontrarse los churros acompañados de un chocolate caliente, y pese a que se consideran compañeros inseparables, los churros combinan a la perfección con infinidad de toppings. Tampoco son algo que debiéramos limitar exclusivamente al invierno, haciéndose especialmente aconsejable probarlos en verano junto a una bola de helado de nuestra preferencia.
¡Qué aproveche!
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