Por alguna extraña razón, algunos consideran que los médicos no sienten asco, y son capaces de narrar sus más míseras miserias entre dos paradas de metro. Del médico se espera que viendo la foto de la foto de la foto de una resonancia magnética hecha en 2003 sea capaz de emitir un diagnóstico, pronóstico y tratamiento certeros. Y parece que, además, deba hacerlo gratis, porque mujer, eso te lleva dos minutos. Ése es el día a día del médico. Y ojo, no digo que no nos guste, pero lo cierto es que a veces cansa.
De manera que hace unos años decidí aplicarme el cuento, y trato de no dar la lata más de la cuenta a otros profesionales. Si en una fiesta conozco a un dentista no le hablo de mi endodoncia; si me entero de que el vecino es peluquero no le pregunto por puntas abiertas o mi tendencia al frizz.
Sin embargo, debo reconocer mi deuda con una profesión, a la que no he podido evitar dar la brasa varias veces por culpa de lo interesante que me resulta lo que hacen. No puedo resistirme a saber su opinión sobre el urbanismo de Dubai, los riesgos de la vivienda prefabricada y las polémicas reconstrucciones de edificios emblemáticos. Ese gremio capaz de reflexionar sobre Espacios y Universos antes de colocar la cocina de un adosado.
¡Sí! Soy una gran fan de los arquitectos.
Su profesión está en el exacto punto medio entre la Ciencia y el Arte, y a mí eso me da más envidia que otra cosa. Si hubiese sido un poco más lista con los números tal vez ahora sería una –pésima- arquitecta. Pero afortunadamente, los pasos que he ido dando en la vida me han situado en otro punto: el de hacer unas galletas decoradas para un arquitecto, con las que he disfrutado enormemente. Eligiendo ilustraciones que pudieran simbolizar a la profesión –el casco, los planos, el compás-, trazando los dibujos con un finísimo rotulador alimentario sobre el icing y dando color como en una acuarela.
doctorcookies para arquitectos
Bromas aparte, la profesión de arquitecto en España ha sido vapuleada durante años por el intrusismo, las mafias de la construcción, los estrellas y últimamente, pulverizada por la crisis. Los arquitectos sin trabajo o emigrados crecen cada día, y a muchos no les queda más remedio que sobrevivir haciendo cualquier cosa; los arquitectos son hoy por hoy auténticos magos de la reinvención y el reciclaje.
Así que a todos ellos dedico estas cookies, llenas de fallos arquitectónicos –morí de risa dibujando esa planta de vivienda absurda- pero hechas con el máximo cariño galletero. Para decirles que vendrán tiempos mejores, que no se rindan. Los que vivimos a gusto en nuestras casas sabemos que ahí detrás hubo un arquitecto, con sus Espacios y Universos, poniendo su empeño en que así fuera.
Con todo el amor para D, mi hermano muy músico y un poco arquitecto.