Cuando somo jóvenes y no tan jóvenes, cometemos errores, hay tropiezos de los que cuesta levantarse y heridas que duelen y tardan en cicatrizar. El orgullo y la inexperiencia hacen el resto.
Mis padres se conocieron en Chiclana de La Frontera, pueblo de mi abuelo materno y de mi padre. Vivieron un breve noviazgo lleno de ilusión, mi padre se fue a Madrid y al poco tiempo se casarían.
Un matrimonio que comenzó con nervios, con ganas, con ilusión, con la incertidumbre de dos jóvenes de 20 años que creen que pueden con todo y van a comerse el mundo.
Pronto empezaron las diferencias, los malos entendidos... y la cosa no funcionó...
Los sucesos, la cobardía, la culpa, la rabia, la incomprensión, la pena... Mil motivos hicieron que al poco de nacer yo mi padre se fuese de casa y que por diversos motivos nunca llegásemos a conocernos.
Pero hace 9 años... Una enfermedad se lo llevó definitivamente.
Y se fue pensando que yo no le quería, que si iba a buscarme quizá yo le rechazaría. Un hombre al que yo creía que no importaba, por el que yo me sentía abandonada, pasó el resto de su vida hablando a sus otros dos hijos de mí desde que nacieron, año a año, recordando siempre mi cumpleaños, queriéndome... siempre.
La primera vez que visité su tumba fue la primera vez que le tuve cerca, una niña de veintipocos años que acababa de conocer a toda su familia paterna y que solo podía decirle a un trozo de mármol por qué, por qué, por qué... te perdono...
Mañana vuelvo, vuelvo a Chiclana, vuelvo a verle y a sentirle cerca, vuelvo a pedirle perdón. Que me perdone él a mi por haber crecido con rabia toda mi vida, por no haber entendido que en la vida hay mil y un motivos y que no siempre es todo tan fácil, por no haberle buscado cuando tuve la oportunidad.
Y yo se que no tengo que hacerlo, y yo se que estoy perdonada y que no tengo culpa, pero mañana quiero decirle que no estuvimos juntos, pero que ahora lo estaremos siempre.
Basada en un diseño de Mr WonderfulY a ti mamá, ¡GRACIAS!, por haberme cuidado siempre lo mejor que has sabido y por convertirme en lo que soy, por haber luchado siempre por mí, para que no me faltase de nada.
¡Os quiero!
Y a vosotros que hoy conocéis parte de mí, gracias por leerme, por estar siempre aquí.
Para vosotros estas ricas recetas de galletas que le llevo a mi abuela paterna, para que pruebe al fín algo de su nieta y dibujarle una gran sonrisa ahora que está pachuchilla.
Receta de galletas de chocolate para decorar.... AQUÍ
Receta de galletas Cookies con pepitas de chocolate.... AQUÍ
RECETA GALLETAS DE ARÁNDANOS CON CHOCOLATE BLANCO
Ingredientes:
200 gr de mantequilla sin sal a temperatura ambiente.
90 gr de azúcar común
10 gr de azúcar vainillada
290 gr de harina de trigo tamizada
1 cucharadita de aroma de frutas del bosque
2 cucharadas soperas de leche entera
100 gr de arándanos secos
200 gr de chocolate blanco de cobertura
Preparación:
En un bol mezclamos la mantequilla con el azúcar hasta obtener una textura cremosa.
Agregaremos la leche y el extracto de vainilla y mezclamos.
Agregaremos poco a poco la harina tamizada, vamos mezclando con una cuchara de madera o espátula flexible, y al final añadimos los arándanos que habremos cortado en trocitos.
Ahora ya lo unimos todo con las manos, pero no es una masa que haya que amasar, sino simplemente que todo esté bien integrado.
Hacemos una bola y envuelta en papel film la metemos en la nevera una hora, para que la mantequilla vuelva a tomar cuerpo y tenga más estabilidad.
Luego sacamos la masa y con las manos vamos cogiendo porciones, hacemos bolitas y aplanamos sobre la bandeja del horno, habiendo colocado antes un papel parafinado de hornear. Cuidado de no ponerlas muy juntas o al hornearse se pegaran unas a otras.
Precalentamos el horno sólo 5 minutos a 180º, con calor arriba y abajo, sin ventilador. Introducimos después nuestras galletas y horneamos a la misma temperatura durante unos 15-20 min, hasta que estén doraditas.
Dejamos enfriar las galletas en una rejilla.
Cuando ya no estén calientes, derretimos el chocolate blanco al baño maría, con mucho cuidado de que no se queme. Retiramos del fuego y vamos bañando nuestras galletas y dejándolas reposar de nuevo en la rejilla hasta que el chocolate sea sólido de nuevo.
Yo con estos calores inhumanos las metí 5 minutos a la nevera, más no o se resecan.
Y con todo estó me despido por unas semanas, me voy a Cádiz, y no sólo a reencontrarme con mis raíces, sino a ponerme fina a pescaito frito y helados en terracitas, para alegrar un poco el post os dejo con unas fotos de mi tío para que veáis lo que me espera!! Un abrazo a todos y nos vemos a la vuelta!!