En neerlandés La Haya recibe el sobrenombre de “la ciudad tras las dunas”. Lo primero que te llama la atención en Holanda es que al llegar a la costa, no existen los acantilados. Lógicamente, pues por algo los llaman los “Países Bajos”. Aquí todo es territorio arenoso, y en algunos lugares como La Haya puede verse cómo la delimitación entre mar, playa y zona urbana es muy sutil.
Las playas aquí son inmensamente largas, ya que no hay calas ni bahías. En La Haya hay dos playas: la deScheveningen, que es la más famosa, y la de Kijkduin, que también tiene su encanto. En Scheveningen se ha edificado un “boulevard” y viviendas a lo largo de la playa. Pero los más de 5 kilómetros de playa conocida como Zuiderstrand, que es la zona que une Kijkduin con Scheveningen, se conservan bordeados por un entorno natural de dunas y vegetación baja. Es el lugar ideal para pasear o hacer una ruta en bicicleta. Además está considerado monumento natural y es un espacio protegido.
Algo que también llama la atención es que en la que podríamos llamar “temporada alta”, el periodo que va entre marzo a finales de septiembre o principios de octubre, se levantan chiringuitos playeros tanto en la playa de Scheveningen, más turística, como en el espacio natural de Zuiderstrand o a los pies del boulevard de Kijkduin.
Los cafés-chiringuitos que se encuentran al pie de las dunas se identifican por medio de un palo clavado en la arena con una bola naranja que indica el número de entrada en la que estamos: el número 1 comienza en Kijkduin y van saliendo más números hasta el 12, que es el último. Aquí se termina la playa de Zuiderstrand y comienza el puerto pesquero/deportivo. No hay más dunas. Al otro lado del puerto se encuentra Scheveningen.
Los chiringuitos de Scheveningen son más elegantes (¡o al menos eso es lo que intentan!), mientras que los de Zuiderstrand, es decir, la zona natural de las dunas, tienen un aire más neo-hippie. Los de Kijkduin son parecidos a los de Scheveningen, aunque a menor escala.
Yo, si tuviera que escoger, me quedarían sin duda con los más hippies que hay entre las dunas. Recorrer el espacio natural que separa la civilización de la playa, bien sea en bicicleta o a pie, tomar un café mirando al mar al pie de las dunas y volver caminando por la arena… puede parecer un tanto “películas” pero es una actividad excelente, tanto para el cuerpo como para el espíritu…
Las fotos anteriores son cortesía de beeldbank.nl, pero la última de aquí arriba es original mía con la cámara del móvil. Como puede apreciarse es cutrilla y va sin filtros, tal cual la saqué. Me gusta por eso, porque es auténtica, sin retoques. Detrás de los montículos y los matorrales, la arena, y al fondo el mar. Casi, casi me llegan hasta aquí el silencio de los caminos y el olor a salitre y a verde.
Groetjes uit Den Haag! (o lo que es lo mismo: saluditos desde La Haya).
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