Regalo de Quetzalcoatl a su pueblo, el chocolate era consumido por los altos estratos de la civilización Azteca para recobrar el vigor y la tonicidad muscular. Su traducción literal (Theo –Dios-, Bromo –Alimento-), hace clara referencia al placer experimentado al degustar los “sagrados” alimentos que la contienen.
De efecto más suave aunque más duradero que la cafeína, la teobromina es un alcaloide estimulante del Sistema Nervioso Central, que además presenta a nivel orgánico las siguientes propiedades:
Activa las funciones renales, comportándose como un suave diurético.
Posee una importante función vasodilatadora por lo que es un importante preventivo de crisis cardíacas y lesiones vasculares cerebrales (minimiza los agregados plaquetarios y la posible formación de trombos)
Relaja los vasos sanguíneos y la musculatura lisa mejorando la digestión y el movimiento intestinal.
Actúa como broncodilatador, lo que lo hace efectivo frente a posibles ataques de asma.
Comparado con una taza de café exprés, podemos afirmar que 50 g de chocolate negro contienen hasta 8 veces menos cafeína y más del doble de teobromina (380 mg).
Dosis del alcaloide superiores a 1000 mg pueden originar problemas estomacales y su presencia en alimentos destinados a animales de compañía resulta altamente tóxica, dada la imposibilidad orgánica que presentan perros y gatos de metabolizarla adecuadamente.
Pese a las interesantes propiedades anteriormente descritas y asociadas al consumo del chocolate, y más allá de su delicado sabor o textura, tendríamos que hacer referencia a la química del placer que se le atribuye desde tiempos remotos. Es aquí donde entra en juego otra molécula “divina”, la anandamida que junto con la teobromina es reconocida por los receptores de la superficie celular, encajando como una llave lo hace sobre su cerradura, y proporcionando al igual que otras sustancias activas (THC), lo que finalmente se ha descrito como una estimulante y placentera sensación de bienestar.
Con una composición en ácidos grasos equilibrada (1/3 de ácidos grasos saturados –palmitoleico-, frente a 2/3 no saturados – oleico y esteárico, éste último que evitará el enrranciamiento para acabar metabolizándose en oleico-), el chocolate se presenta como un sólido a temperatura ambiente, a la espera de fundirse en boca (37 ºC).
Un “alimento de dioses” en definitiva, rico además en antioxidantes, y capaz de seducir incluso a los menos golosos.
¿Conoces a alguien al que no le guste el chocolate?