"Sin mi viaje, y sin la primavera, me habría perdido este amanecer"
musitó el Samurai Shiki, caminando entre el follaje, con los primeros rayos del sol aún por aterrizar.
En mi cocina entra por fin débiles rayos de Sol, entre las hojas que crecen en mis macetas de tomillo limonero, hierbabuena y otras hierbas que perfuman mi pequeño patio.
El suelo de color marrón se ilumina según pasan las horas.
Sólo se escucha el piar de los gorriones que al igual que yo, se desperezan. Nos vestimos de alas, “espabilamos” con el calor de éstos primeros días de primavera…..como si el tiempo nos animara a disfrutar de la vida.
La luz de las cálidas mañanas malagueñas iluminan mi cocina; sí, por fin comienzo a sentir la primavera. Y con sólo mencionar su nombre, me llega el calor, la luz y la fuerza del sol que me llenan de ánimo y alegría. Me da vida.
Flores, pájaros, frutas….primavera, que hace que nuestro entorno cambie de un día para otro. Los aromas y los colores aparecen como algo novedoso, y así, una y otra vez, el ánimo parece sanar con el frescor de las frutas.
Los rayos de sol acompañan al filo de mi cuchillo que va mondando y picando cada pieza de fruta, para preparar una deliciosa macedonia.
Por cierto ¿alguna vez, al igual que hoy me ocurre a mí, les llega la curiosidad y se han preguntado de dónde le viene el nombre a la “macedonia”? ¿Tiene algo que ver el antiguo reino (hoy República) de Macedonia?
Llego a la conclusión de que probablemente sí. La historia nos cuenta que el Imperio Macedonio, el joven Alejandro Magno (356-323 Antes de nuestra Era), con sólo veinte años heredó Macedonia de su padre Filipo II y se dedicó a conquistar tierras lejanas, creando un imperio de enorme extensión que incluía la actual Grecia, Egipto, Asia Menor, Mesopotamia, la antigua Persia, Asia Central y una gran parte de India; convivían un sinnúmero de razas, culturas, lenguas y religiones.
Y probablemente, éste grisol de culturas iluminó a los franceses del siglo XVIII a denominar “macèdoine” a un grupo, objetos e incluso productos gastronómicos unidos, mezclados, todos ellos caracterizados por la diversidad.
La primera vez que se utilizó la palabra “macedonia” en la cocina, fue en 1740, concretamente en un libro de recetas de cocina, llamado “Le cuisinier gascon”; el plato en sí estaba compuesto por guisantes, habas, vainas y zanahorias cocinadas con mantequilla servidas con una salsa y su autor la denominó “Macèdoine à la Paysanne”. Que en nuestro país, en España, de toda la vida se le ha llamado menestra de verduras.
De hecho a ésta deliciosa “macedonia” de frutas, tengo entendido que en el país vecino no se le denominaba así, sino que era nombrada como “salade de fruits” (ensalada de frutas).
Le llamemos como le llamemos, no hay que dejar de pensar que es una fuente de vitalidad, de energía, un postre natural, fresco e ideal, que a mí personalmente se me apetece a lo largo del año cambiando las frutas según la estación.
Hoy la he aderezado con miel ecológica de la provincia de Málaga.
¿Cómo la hice?
En ésta ocasión no pondré ingredientes, irá en función lógicamente de la fruta de temporada, sea cual fuese y por supuesto las cantidades al gusto, según comensales. En ésta ocasión he utilizado plátanos, mandarinas, kiwi y fresas.
Fruta variada, zumo de naranja y miel.
Los pasos a seguir:
Ante todo es preparar los ingredientes. Para ello, lavar toda la fruta, pelar toda aquella que sea necesario quitar la piel.
Una vez esté bien lavada y pelada, cortarla en pequeños trozos (como de un bocado) e introducirlas en un cuenco.
En un recipiente mezclar el zumo de naranja con miel, remover bien e incorporar en el cuenco junto con la fruta, remover bien.
Por último, echar un chorreón de miel por encima y servir. Adornar con una ramita de hierbabuena, le aportará frescor, aroma e incluso sabor.
Y recuerden mi eterno conesjo: si pueden no dejen de visitar Málaga, éste lugar que sin la más mínima duda es el paraíso…Les aseguro que la provincia malagueña enamora, cautiva.