No sé si conoceís la historia o leyenda de como surgió el queso roquefort, una variedad quesera que cuenta con tantos detractores como incondicionales. Lo cierto es que para los amantes de esta variedad, entre los que me incluyo, el roquefort proporciona un placer culinario sin igual y desde luego, en compañía de un buen solomillo, se convierte en todo un manjar, que aderezado con un buen vino tinto, nos sumergirá en un momento de extásis total.
Os dejo la escena romántica y cuasi novelesca burlona del nacimiento de este queso tan peculiar:
-Un joven se había retirado a merendar pan y queso fresco de sus ovejas a una cueva. Al ver pasar una linda chica, se olvidó de su hambre y la siguió. Unas semanas después volvió a pasar por la gruta y encontró que el pan y el queso allí olvidados estaban cubiertos de moho, pero tanto era su hambre que probó el queso entreverado de azul verdoso y le pareció tan delicioso que a partir de entonces dejaba todos sus quesos unas semanas en las cavas y grutas cercanas a la pequeña ciudad de Roquefort, para que adquirieran el aroma y sabor tan especial.-
Y yo me pregunto:
¿Porqué el chico no invitó a merendar a la chica, tan mona ella, augurando, que de ese encuentro pudiera surgir algo más? (éste más, a libre elección del lector)
¿Porqué tardó tanto tiempo en percatarse de que se había olvidado el pan y el queso en la cueva?
Se sabe que se hincó el queso tal como regresó a la cueva, pero, ¿porqué llevaba tanta hambre ese chaval? ¿Porqué esa tarde no llevaba la merienda?
¿Hubiera trascendido la historia, si al comer el queso, al muchacho le hubiera dado una intoxicación alimentaria como la copa de un pino?
¿Qué pasó con el pan?
Y la última, no menos desconcertante, ¿porqué iba ese chaval tan asiduamente a la misma cueva, no había otras alrededor?
Al final va ha ser verdad lo del refrán que tantas veces nos ha repetido nuestra madre: ¡¡¡"Si tuvieras hambre, te comerías hasta las piedras"!!!
Seguro que para los amantes de este fromage, la receta de hoy es toda una exquisitez en perfecta combinación con el solomillo y el puerro confitado y para los aún indecisos (no entiendo el porqué), es una buena manera de comenzar a degustar esta variedad de queso tan francesa.
1 solomillo de cerdo de unos 700 gramos, loncheado a 2 cms de grosor
200 grs de queso Roquefort, mejor si es de la cueva del chaval
150 grs de nata (crema de leche) de cocinar
Una pizca de nuez moscada
1 puerro grande
1 cucharada sopera de azúcar moreno
Aceite de oliva
3 patatas grandes
Sal
En primer lugar troceamos el queso en dados pequeños y lo volcamos en un cazo junto a la nata (crema de leche). A fuego muy lento, dejamos que el queso se derrita y ligue con la nata (crema de leche), formando una crema espesa. Reservamos.
Pelamos las patatas, enjuagamos y las partimos longitudinalmente en rebanadas de 1 cm de espesor. Salpimentamos.
En una sartén amplia con un dedo de aceite de oliva y a fuego suave, las ponemos a confitar por ambas caras, hasta que tengan un bonito color dorado.
Confitamos ahora el puerro. Tan sencillo como cortar el puerro en rodajas gruesas y llevarlo a una sartén con un pelín de aceite. Añadimos un poco de sal y el azúcar moreno. Dejamos que se caramelice a fuego suave por ambos lados.
Por último, en otra sartén (qué lote de fregar para después), ponemos un poco de aceite de oliva y a fuego fuerte, doramos los filetes de solomillo. La idea es que queden dorados por fuera y jugosos por dentro.
Emplatamos formando unos montaditos: ponemos una patata de base, encima un lomito de solomillo, añadimos un poco de crema roquefort y tapamos con otra patata. Vertemos un poco más de crema de queso y adornamos con un trozo de puerro confitado. ¡¡¡ Espero que os guste!!!!