El hecho de que esta tarta de origen americano sea internacionalmente conocida y además tan apreciada, no es casualidad. Si la has probado ya sabrás el motivo de tanto éxito y si por el contrario aún no has tenido la suerte de haberte comido un trozo de este manjar, ya estás tardando en ponerte con las manos en la masa.
No requiere mucho trabajo pero sí unas cuantas horas de proceso, así que igual que el Tiramisú es mejor que la hagas de un día para otro porque además los sabores y las texturas se asientan mucho mejor.
En mi casa causa sensación, excepto a Marina que no le gusta tanto, pero no suele durar más de día y medio. Hace muchos años, recuerdo que hacía mucho la clásica tarta de queso que no necesita horno y se hace con una base de galletas, queso, nata montada (crema de leche) y gelatina. Espectacular siempre y gustaba muchísimo allí donde la llevase, pero cuando descubrí la receta de la New York Cheesecake se me borró de un plumazo la otra, e insisto que la otra está buenísima, pero no se que tiene esta tarta que te cautiva, pruebas un trozo y no puedes parar de comerla por muy lleno que estés, en serio, haz la prueba.
INGREDIENTES:
Para la base de la tarta:
85 gr. de mantequilla
1 paquete de galletas (yo he utilizado Digestive)
Para el relleno de la tarta:
250 gr. de azúcar
3 huevos
900 gr. de queso fresco (tipo philadelfia)
200 ml. de nata (crema de leche) fresca (crème fraîche) o yogur griego
El zumo de medio limón
3 cucharadas soperas de harina de repostería
1 cucharadita de extracto de vainilla
Para la salsa de frambuesas:
300 gr. de frambuesas
El zumo de medio limón
3 cucharadas soperas de azúcar
1 hoja de gelatina
ELABORACIÓN:
Precalentamos el horno a 200ºC.
Trituramos las galletas con un robot de cocina o metiéndolas en una bolsa y golpeándolas con el rodillo hasta obtener un polvo fino de galletas.
Derretimos la mantequilla en el microondas y la mezclamos con las galletas hasta que quede una consistencia parecida a la arena mojada. Forramos la base de un molde desmoldable con papel de hornear y la cubrimos con las mezcla de las galletas con la mantequilla, presionando un poco pero no demasiado, ya que de lo contrario nos quedaría demasiado dura la base de la tarta. Metemos en el congelador mientras preparamos el relleno.
Batimos juntos el queso, la nata (crema de leche) o yogur, la harina, el extracto de vainilla y el azúcar. Cuando esté bien mezclado y sin grumos, añadimos los huevos uno a uno esperando a que se integren antes de echar el siguiente. No batiremos demasiado en este paso para que la masa no coja demasiado aire.
Vertemos la mezcla sobre el molde que teníamos en el congelador e introducimos en el horno 10 minutos a 200º C. Bajamos la temperatura a 90ºC. y horneamos durante 30 minutos más. Ahora apagamos el horno y dejamos dentro la tarta varias horas hasta que esté a temperatura ambiente. La metemos en la nevera hasta que se enfríe.
Para preparar la salsa de frambuesas introducimos la hoja de gelatina en un vaso de agua fría durante 5 minutos. A parte, calentamos en un cazo las frambuesas con el azúcar y el zumo de limón. Removemos hasta que se hayan deshecho las frambuesas ayudándonos de un tenedor para aplastarlas. Cuando esté bien caliente la mezcla, añadiremos la hoja de gelatina que habíamos dejado hidratando en el vaso de agua y moveremos hasta que se disuelva por completo. Pasamos la mezcla por un colador para quitarle las pepitas.
Dejamos que se enfríe un poco antes de echar la salsa de frambuesas sobre la tarta. Metemos en la nevera durante aproximadamente 2 horas.
ALGUNAS ACLARACIONES:
Si bien puedes sustituir la salsa de frambuesas por una mezcla de mermelada de frambuesa con un poco de gelatina, te recomiendo que la hagas como yo te he dicho, la salsa de frambuesas marca diferencia aunque es cierto que con la mermelada sigue siendo una tarta de categoría.
Las frambuesas no tienen por qué ser frescas, puedes perfectamente comprarlas congeladas.
Para la base de la tarta puedes utilizar las galletas que más te gusten, tipo María,Chiquilín, Digestive etc..