Como mis hijas se han vuelto locas con Ory, insisto a mi padre en que venga a visitarnos a Varsovia. Él, que es un padre muy responsable, dice que vendrá cuando su perrita no se hiele con las nieves polacas. A lo que yo, que como hija soy bastante plasta, le propongo una solución mejor: una ropita adecuada para los fríos de mi nueva ciudad.
Para ilustrar mi idea, le voy a mostrar estas galletas que hice de perritos con diferentes modelos. Que me sirvieron, además, para desatascar el aerógrafo y estrenar mi nuevo deshidratador –vaya maravilla, no sé cómo no lo compré antes-.
En primer lugar hay que hacer unas galletas con forma de perrito. De Alemania me traje este cortador con forma de perro salchicha que me encanta; es fácil de encontrar y barato.
Luego cubrir por completo con icing blanco y dejar secar muy muy bien. En mi deshidratador, las galletas tardan exactamente 30 minutos en quedar completamente secas. Estoy muy contenta con mi adquisición, porque fue baratísimo y es estupendo. Quizá un poco ruidoso en mi –aún inexperta- opinión.
Con el icing bien seco, hay que hacer unas marcas con lápiz que nos orienten qué parte de cada perro va a ser su trajecito. Luego, con unos trozos de papel y cinta adhesiva podemos hacer una pantalla que sirva para proteger el resto del perrito; así no se nos ensuciará con el aerógrafo.
Usando el aerógrafo y stencils con los colores y patrones que nos apetezca, iremos haciendo las ropitas para cada uno de nuestros perros. Yo básicamente usé dos plantillas; una de zigzag y otra de líneas; ambos stencils los compré en USA.
Una vez aerografiados, y aprovechando que la pintura de aerógrafo seca muy rápido, podemos continuar decorando con pincel los trajes para hacer los detalles; cuellos, líneas…
A continuación, daremos color a cada perro en tonos grises o marrones, poniendo más capas de color en la orejita o el hocico para que queden más marcados.
Y en cuanto tengamos la pintura seca, nuestros perritos estarán listos.
Tengo la sospecha de que Ory se ha convertido en la hija favorita de mi padre. No le culpo; las otras le hemos dado más disgustos hasta la fecha, y desde luego no saltamos de esa manera cuando le oímos llegar.
Aunque te prometo, papi, que cuando llegues a Varsovia te dedicaré mi mejor voltereta.