Como casi todo lo que me gusta acabo reinterpretándolo para convertirlo en galleta, hace ya tiempo que estoy con la idea de poner flores y plantas reales en las galletas. El año pasado hice unas sencillamente pegando pétalos con piping gel, y ahora he empezado a investigar un poco más.
Flor comestible es aquélla que puede ser consumida con las máximas garantías de seguridad para nuestra salud; esto es, que no sea tóxica por sí misma ni haya sido tratada con químicos perjudiciales. Además hay que ser cautos con los pólenes y la posibilidad de sufrir alergias. Puedes encontrar más información sobre flores comestibles aquí, aquí o aquí.
Las flores comestibles no son siempre fáciles de encontrar. Mientras vivía en Miami las localicé en el Fresh Market, y no era muy optimista sobre las flores que podría adquirir ahora en Polonia. Afortunadamente estaba equivocada, y en Varsovia he encontrado un sitio estupendo. Aunque el primer día tuviera que lanzarme a una divertidísima búsqueda con mi amiga S. a lo largo y ancho del mercado Hala Mirowska preguntando a los vendedores en nuestro polaco inventado cómo podíamos localizar a Darek el Hippie, nuestra única referencia sobre flor comestible. Al final encontramos su curioso puestecito, donde además de todo tipo de semillas se puede encontrar una estupenda selección de flor comestible a un precio más que razonable.
Para esta primera ocasión compré violetas y pensamientos refrigerados, así como una planta de menta. Lavé flores y hojas con agua abundante y las dejé secando en papel de cocina. A partir de ese momento traté de mantener la refrigeración el máximo tiempo posible, para que las galletas llegasen frescas y bonitas a su destino.
Sencillamente horneé unas galletitas redondas y las cubrí con icing blanco y rosa, y mientras estaba fresco posé con cuidado las flores y hojas sobre la glasa. Se me planteó la duda de dejar secar las galletas al aire, con el riesgo de que la flor se marchitase; o secar dentro del frigorífico, lo cual resta brillo al icing. Opté por lo segundo, y no me arrepentí; el icing quedó más opaco pero la flor estaba preciosa y las hojas muy frescas. A los dos días, durante los cuales no salieron del refrigerador, llevé las galletas de regalo a una amiga y puedo decir que resultó un detalle muy bonito y original.
Pero como siempre me quedé con un runrún galletero: ¿cómo hacer que las galletas con hojas y flores duren más? Porque estas galletas sólo aguantan unas pocas horas fuera del refrigerador.
Se me ocurrió probar a meterlas en el deshidratador a muy baja temperatura. Error. Sólo conseguí asesinar flores y hojas, que quedaron totalmente chuchurrías.
Se me ocurrió entonces dejar secar entre dos hojas de papel. Las flores quedaron realmente preciosas, pero el sabor tan horroroso que decidí abandonar esta idea por completo, y las utilicé para decorar papel.
Y por último se me ocurrió investigar en serio y al fin di con una solución estupenda, que os contaré próximamente en otro post.
Hasta entonces… ¡feliz verano, florecillas!