Escribir el post de hoy es como volver a los inicios del blog. Y es que la receta que tenéis ante vuestras pantallas ¡¡es una nueva contribución de mi madre!! Hacía mucho tiempo que no se animaba a proponerme recetuquis, imagino que ha sido debido al parón de casi un año tras la apertura de la pastelería. Al ver que yo no había vuelto a publicar, que estaba súper centrada en el trabajo (ahora también, pero me organizo mejor y puedo sacar más tiempo), imagino que no querría agobiarme y acabó por perder el interés en probar elaboraciones nuevas.
Tras más de un año publicando a un ritmo bastante aceptable, constatar que es un pasatiempo que me llena, ha vuelto a sugerirme ideas, recetas y elaboraciones que ve en la tele o en revistas. A porrón, de verdad (gracias infinitas desde aquí; albergo la esperanza de que algún días leas el blog, sobre todo desde ahora, que parece que empiezas a trastear con Internet en el móvil... yujuuu!!! ¡¡Por fin!!) A veces, tan solo se quedan en sugerencias o ideas; en otras ocasiones, se ha materializado en recetas realmente interesantes como la de las empanadillas de aguacate; y otras veces, en recetas que ella misma ha llevado a la práctica, como la de hoy (sí, confieso que hay alguna más en la recámara y que le llegará su día en breve).
Aunque lo publico cerca de finales de febrero, os puedo asegurar que hasta la fecha habremos comido casi media docena de ellos. Ha sido todo un descubrimiento. Es tan fácil, rico y resultón, que nos soluciona la comida de tres o cuatro días.
Recién hecho, cuando aún está un poquito templado, es ideal: con la corteza ligeramente crujiente y el interior súper tierno; pero en frío resulta igualmente delicioso. Combina el dulzor de las ciruelas con el sabor ahumado del beicon.
Solo tiene una particularidad. Y es el tipo de levadura que contiene. Después de varias pruebas, hemos constatado que la mejor opción, en este caso, es utilizar la levadura seca de panadería, la deshidratada, la encontramos en el supermercado en sobres de unos siete gramos, es la misma que usaríamos para hacer pan o bollería. Y es que el resultado con la levadura química en polvo (la Royal del bote rojo de toda la vida de Dios) no es el mismo ni por asomo: el interior se desmiga, queda más seco y dura menos tiempo tierno.
Esto lo descubrimos por un supuesto error de mi madre al leer la receta. El primer día que se puso con ella, ante el lío de sobres y paquetes de levadura que hay por casa, tiró del primero que pilló. Casualmente era levadura seca de panadería. Al enterarme de tal error, puse el grito en el cielo. Había que hornear otro sin remedio. Pero esta vez, con levadura química. Y el resultado no tuvo nada que ver. Como os decía en el párrafo anterior: se desmigaba al cortarlo, la textura era seca, nada que ver con la de un pastel, tardó más tiempo en hornearse y al día siguiente perdió bastante calidad.
Así que, ya sabéis, manos a la obra, pero, ojo, con levadura que le añadís.
Pastel de beicon y ciruelas pasas:
Receta adaptada de la revista Mía
INGREDIENTES (para un molde de cake de unos 22cm de largo)
150g de ciruelas pasas sin hueso
150g de beicon picado
100g de harina
80g de harina de maíz (Maizena)
3 huevos
medio sobre de levadura seca de panadería
100mL de leche entera
100mL de aceite de oliva virgen extra
100g de queso emmental rallado
Sal
Pimienta
PREPARACIÓN
Precalentamos el horno a 180ºC.
Mezclamos las harinas y la levadura en un bol. En otro, batimos los huevos, añadimos la leche y el aceite y seguimos batiendo. Salpimentamos y añadimos al bol de ingredientes secos.
Picamos el beicon y las ciruelas, y los añadimos a la masa anterior. Incorporamos en último lugar el queso recién rallado.
Vertemos la mezcla en un molde engrasado y con la base cubierta con papel vegetal y horneamos 40-45 minutos a 180ºC o hasta que al introducir un palito de brocheta, salga limpio.