Así, como un mantra, me lo tengo que repetir porque, a mí, las legumbres me cuestan. A mí me sacas del cocido madrileño y del potaje de cuaresma (es decir, me sacas de los garbanzos) y las legumbres me cuestan.
Para que no lo parezca tanto, me agarro a un clavo ardiendo y os digo que los guisantes también me gustan y ¡sí! ¡los guisantes son legumbres!
Pero hoy no os traigo guisantes ni garbanzos, hoy os traigo un potaje de carillas, un tipo de alubia un poco más pequeña de lo normal, de color blanco y con una careta en su parte interna de la que recibe el nombre de "carilla". Tiene la piel más fina que las alubias habituales y su sabor también es más suave, a la vez que la digestión más fácil.
Estas que os traigo hoy fueron un regalito de mi amiga Isa y, oye, contra todo pronóstico, me gustaron, ¡estaban bien ricas! Así que gracias, corazón, por empujarme al mundo de la legumbre. Y la receta es adaptación libre de la suya que podéis ver aquí. Receta del potaje de carillas
500 g de alubias carillas
1 pimiento verde
1 cebolla pequeña
1 calabacín pequeño
chorizo
un taco de jamón (o una punta, si lo preferís)
4 dientes de ajo
1 cucharadita de pimentón
2 hojas de laurel
2 huevos cocidos
aceite de oliva
sal
agua
La noche anterior tenemos que acordarnos de poner las alubias en remojo con abundante agua y un par de cucharadas de sal.
A la hora de cocinar, echamos en el fondo de la olla en la que vayamos a preparar el potaje un par de cucharadas de aceite de oliva y sofreímos 2 dientes de ajo pelados.
Incorporamos el resto de las verduras troceadas y dejamos que se hagan durante 5 minutos, aproximadamente, sin dejar de remover para que no se quemen.
Echamos un par de vasos de agua y pasamos la batidora para que las verduras se integren en el caldo del potaje.
Si no tenéis problemas para encontrar tozos de verdura, podéis dejarlas enteras, eso va a gustos. Mis cachorritos ponen pegas si hay demasiados tropezones.
Añadimos las carillas, el chorizo, el jamón, las hojas de laurel y sal al gusto y ponemos a cocer: si lo hacéis, como yo, en la olla rápida, controlad el tiempo en función de cada modelo; no todas son iguales. En la mía, con 10-12 minutos desde que subió el pitorro, estuvieron tiernas. La mitad de lo que tardan los garbanzos.
Si preferís el método tradicional, tenéis que ponerlo a cocer. Cuando arranque a hervir, bajáis el fuego a temperatura media y a partir de ahí, unas dos horas. Id controlando la legumbre para que no quede demasiado blanda y tendréis, también que ir eliminando las impurezas que suban a la superficie.
Una vez terminada la cocción, en una sartén a parte, ponemos a calentar 2 cucharadas de aceite de oliva con 2 dientes de ajo.
Incorporamos una cucharadita de pimentón y removemos.
Apartamos del fuego para que no se queme el pimentón y añadimos las yemas de los huevos, aplastándolas.
Vertemos este majado en la olla, junto con la clara de los huevos picada y dejamos cocer otro par de minutos para que se integre bien en el caldo.
Servimos y comemos calentito.
Se trata de un plato muy nutritivo, muy completo y que, además, llena bastante, de esos que te templan el cuerpo. Nos sirve como plato único.
Si os gustan las legumbres, aquí os dejo otras formas de cocinarlas:
Hummus de garbanzo
Potaje de cuaresma