Nunca me sentí rara, pero sí diferente. Una diferencia que me ha enseñado a ir contracorriente en muchas ocasiones, sin dejarme llevar por modas o actitudes sociales. Jamás me ha gustado hacer lo que la sociedad de consumo dice, nos aconseja (sea por el motivo que sea), incluso publicita, o nos intentan “meter” los comercios los productos con embudo. No me gusta que me digan: cuando, como y donde hay que hacer, lo que hay que hacer, donde ir o que ver, qué vestir o qué comer. Y ésa filosofía de mi vida, la traslado tanto a “Mi cocina” real y por ende a la virtual.
Procuro por todos los medios no seguir las pautas gastronómicas que nos imponen ciertas fechas, es por ello que huyo de poner ciertas recetas en fechas determinadas, así que ya que han pasado los días propios de Cuaresma, yendo una vez más en contra corriente, voy a publicar éste riquísimo potaje de garbanzos con bacalao, con una receta diferente a la que en su día publiqué siguiendo los pasos tradicionales de mi familia materna, tal y como lo hacia mi abuela, mi madre http://micocinacarmenrosa.blogspot.com.es/2002/11/potaje-de-garbanzos-con-bacalao.html Esta nueva receta aunque parecida tiene un “toque” especial que me enseñó mi suegra, animo a consumirlo y degustarlo cualquier día del año y a hacerlo por placer, no sólo por costumbre y tradición de éstas fechas pasadas de Semana Santa .
Este plato en nuestro país, debe su origen a un precepto, el de la abstinencia de comer carne durante la cuaresma, prohibido por la Iglesia católica, en especial los viernes (aunque si mal no recuerdo podía hacer excepciones por diferentes motivos). Sustituye la carne por el bacalao seco, sobre todo en las provincias de interior donde era difícil encontrar otro tipo de pescado que no fuera en salazón, donde llegó a través de los portugueses, quienes lo extendieron por España, posiblemente en el medievo.
Así pués éste potaje de vigilia o cuaresmal, llegaría hasta las costas malagueñas, rica en pescados frescos de la bahía, seguramente con la Reconquista, no hay que olvidar que toda Andalucía fue “repoblada” por castellanos y leoneses, siendo así probablemente como se extendió el consumo del bacalao en salazón; aunque de origen incierto, éste tipo de potajes supongo que se consumiría todo el año, ya que era una comida de origen humilde y lógicamente el bacalao era de fácil de conservar y pudiendo comer pescados los habitantes de aquellas zonas donde no había costa.
Fuese como fuese, hoy en día es un plato tradicional, tan andaluz como cualquier otro y tan exquisito que merece la pena probarlo, tanto con la receta de mi madre como con la que me enseñó mi suegra, con hierbabuena que le da un “toque” de personalidad muy malagueña.
¿Cómo hacerlo?
Poner los garbanzos con el bacalao en remojo un dia antes en agua.
Escurrirlos y enjuagarlos bien, tanto los garbanzos como el bacalao.
En una olla con agua, poner un tomate maduro abierto por la mitad, un pimiento verde (quitar las semillas) partido, media cebolla, media cabeza de ajo, una patata entera, un cucharón de aceite de oliva virgen, colorante alimentario (uso la carterilla de la marca “Aeroplano”, aunque si pueden poner unas hebras de azafrán, mucho mejor), los garbanzos y una rama de hierbabuena atada con hilo de cocinar (a fin de que no se desparrame y se pueda sacar de la cacerola en cualquier momento); llevar a ebullición.
Dejar cocer aproximadamente una hora (depende de la calidad de los garbanzos, suelo usar blancos lechosos)
A media cochura, sacar el tomate, la cebolla, el pimiento, los ajos y la patata y pasar por la minipimer. Una vez pasados, colar y agregar la mezcla nuevamente a la olla.
Retirar la hierbabuena y echar los trozos de bacalao (yo suelo poner trozos pequeños), dejándolo hervir hasta que los garbanzos estén tiernos.
Retirar del fuego y dejar reposar.
A la hora de emplatar, adornar con hierbabuena fresca.
¡¡ Buen provecho y recuerden, disfruténlo cualquier dia del año !!