En ocasiones, por muy buena boca que tengamos, hay postres que dejamos atrás. O no salen como queríamos o bien había tanto entre lo que elegir que alguna cosa se queda rezagada y pasados unos días nadie le hace caso.
Cuando esto ocurre a mí me da mucha rabia. A ver que soy consciente de que llega un punto en el que estamos saturados pero me enfada sobremanera ver cómo mi señor esposo se hace el loco en alguna ocasión con algunos dulces (especialmente los coletazos finales de la repostería navideña y de semana santa) alegando que no le apetece tomar postre y a los cinco minutos está asaltando las gominolas, las chocolatinas...
Así que a estas alturas de la vida yo dejo de insistir. No tengo ganas algunas de escuchar que soy una pesada y que cuanto más digo a él menos le apetece y más se le atraviesa aquello a lo que yo quiero dar fin (y por supuesto no quiero comerme yo solita)
¿La solución? Facilísimo. El aprovechamiento.
¿Que no lo quieres solo? Pues te lo camuflo
Y funciona.
Vaya si funciona.
Se lo come sin rechistar. Y hasta repite.
En resumidas cuentas esta fue la historia de este pudin.
El año pasado, en pleno confinamiento, mi madre un día se puso a hacer pestiños. Concretamente una receta que había visto en televisión.
Pero no eran los pestiños que nosotras hacemos en casa.
Y aunque estaban ricos, salían perdiendo porque sus predecesores dejan el listón muy arriba.
¿Y cómo llegaron los pestiños a mis manos?
Nadie vaya a creerse que nos saltamos el confinamiento. Estuvimos dos meses y medio sin ver a mis padres y sin que vieran a las niñas pero aprovechábamos el momento de dejarles la compra en la puerta de casa para que mi madre dejase cualquier cosa que hubiera preparado colgada en el pomo.
Aún recuerdo aquellos días y me recorre un escalofrío la espalda. Subía hasta el primero con la compra, limpiaba las asas de las bolsas cuando las dejaba delante de su puerta, tocaba al timbre y bajaba corriendo las escaleras. Mi madre no abría la puerta hasta que escuchaba la puerta del portal cerrarse.
En una de estas ocasiones me fui para casa pertrechada con un táper lleno de pestiños.
No estaban mal, pero como además yo había preparado flores, torrijas y alguna cosita más que no se ha dejado ver aún por el blog no tuvieron mucho éxito y se quedaron rezagados.
Como vi que mi esposo no estaba por la labor de darles fin cuando el resto de cosas se acabaron en un pispás los convertí en un pudin que duró un suspiro.
¿Que no los quieres solos? Pues verás cómo con chocolate entran mejor.
Y de paso terminé con un paquete de naranja confitada que estaba pelín pasado de fecha aunque en perfecto estado porque me encanta la combinación naranja y chocolate y me encontré con que la naranja confitada aportó un extra de jugosidad a este pudin.
Así que todo eso salí ganando.
Nada más socorrido que un pudin para dar salida a lo que no queremos. Porque además es una receta muy fácil de hacer, con ingredientes de andar por casa y cuyas cantidades casi podemos poner a ojo.
Además todos quedan bien, yo aún no he hecho ninguno que no me guste.
Así que espero que os sirva mi receta de hoy para dar salida a los restos "semanasanteros" que a buen seguro en alguna que otra casa hay y ya no sabemos qué hacer con ellos pensando en la operación biquini que está a la vuelta de la esquina.
¿Alguien se apunta a un buen trozo mientras os cuento cómo hacerlo?
Ingredientes:
* Pestiños. Los que sean necesarios para al menos cubrir la base del molde a usar.
* 600 ml de leche (o bebida vegetal)
* 3 huevos
* 100 gramos de naranja confitada
* 3 cucharadas soperas de azúcar
* 1 cucharadita de canela
* 50 gramos de gotas de chocolate
Elaboración:
1. Partimos los pestiños en trozos pequeños, añadimos la naranja confitada cortada en trocitos, mezclamos y los repartimos en el molde o la fuente que vayamos a utilizar para hornear.
2. En una jarra ponemos la leche, los huevos, el azúcar y la canela y batimos hasta integrar.
3. Vertemos la mezcla sobre los pestiños procurando que se empapen todos.
4. Añadimos un puñado de pepitas de chocolate y dejamos reposar unos 20 minutos antes de hornear.
5. Introducimos en el horno precalentado a 180º C y horneamos durante 40-50 minutos o hasta que lo veamos cuajado.
6. Apagamos el horno y dejamos enfriar.
No he puesto mucho azúcar porque los pestiños van rebozados, aunque los míos llevaban ya un tiempo hechos y el azúcar se había derretido, lo que no quiere decir que no esté ahí. La cantidad de azúcar, como siempre, es a gusto del que lo va a consumir.
El molde que he usado tiene un tamaño similar a un folio, unos 30x20 centímetros más o menos.
Si al verter la mezcla de leche y huevos veis que se quedan muy secos podéis añadir un poco más de leche y mezclar suavemente con una cuchara los trozos de pestiño que ya tenemos en la fuente.
Como es una receta de aprovechamiento va directa al reto 1+/-100 desperdicio cero de mi amiga Marisa que durante el mes de marzo lo tuve un poco abandonado con su aniversario y las recetas de Cuaresma.
Y nada más por esta semana. Estoy intentando pasar por vuestras cocinas pero abril es un mes de muchos compromisos fiscales y estoy un poco saturada de trabajo (menuda novedad) Ruego sepáis disculpar mi ausencia si no aparezco, aunque intento visitaros para no perderme nada.
Os espero la semana próxima ¡sed felices y manteneos sanos!
Manos a la masa y ¡bon appétit!