Como todos los quesos, el origen del Gruyere es algo controvertido. En general se acepta la versión que cuenta que los propietarios de vacas de la zona homónima estaban cansados de subir todos los días la montaña para ordeñar sus vacas. Es por eso que eligieron a un grupo que vivía todo el verano y que se encargaban de cuidar al rebaño y de ordeñarlo todos los días. Como no iban a bajar con toda la leche, también debían fabricar el queso allí arriba en las montañas.
Las condiciones de fabricación del queso, así como la necesidad de que el queso se mantuviera hasta el final del verano y se fabricara diariamente, dieron al Gruyere su sabor tan particular y sus característicos agujeros (consecuencia de una pequeña partícula del tamaño de un guisante destinada a ir eliminando gradualmente agua para que la cuajada se llevara a cabo apropiadamente).
Otras historias cuentan que el Gruyere surgió como consecuencia de una decisión del príncipe del pueblo de Gruyere en Suiza: los campesinos debían pagar su tributo en queso. Efectivamente, hacia el año 1115 d.C. se encuentra el primer registro que prueba que el queso Gruyere era utilizado para pagar impuestos.
Más allá de su historia, este es uno de los quesos de más asombroso sabor, pues combina diferentes sensaciones que van desde el toque un poco dulzón hasta un sabor similar a las avellanas. No hay más que decir: una delicia.