Y eso es lo que hicimos.
Fuimos a StreetXO, la versión callejera de David Muñoz o, mejor dicho, su versión de comida callejera. No voy a emitir una puntuación del lugar, porque ha sido nuestra primera toma de contacto y necesito un poco más, me he quedado con ganas y eso ya es prometedor.
Ya se ha escrito mucho sobre el chef, el lugar, el concepto? yo voy a hablar más de sensaciones.
La ubicación es idónea para el negocio y horrible para los que somos de aquí, porque está emplazado en la 9ª planta del edificio de El corte inglés de Callao, en el Espacio Gourmet, lugar de destino de hordas de turistas, y no precisamente en uno de los locales más amplios.
El bar, porque eso es lo que parece, es feo, es casi muy feo, te recibe con música a todo volumen, es muy difícil hacerse con sitio (nosotros lo conseguimos llegando 15 minutos antes de que abriera), la comida se sirve en papeles y los cubiertos son de plástico? y sin embargo?
Sin embargo no puedes apartar la mirada de los 8 cocineros/camareros que trabajan en una danza perfectamente coreografiada a medio camino del cuadro de Matissey de un cambio de ruedas en una carrera de F1. La llamarada del horno monstruoso, como un dragón, te atrapa.
Danzando en la cocina
Hay un dragón en la cocina
Sin embargo, el papel sobre el que se sirve la comida se transforma en un lienzo donde la comida se torna arte moderno, expresión de vanguardia y precisión milimétrica.
Sin embargo, las estrecheces te permiten disfrutar de la visión de la comida del compañero de barra y querer más y más?
Y sobre todo, sin embargo, la comida es sencillamente brutal. Absolutamente original, imaginativa, colorida, sabrosísima, equilibrada, diferente, sorprendente?
Ojo, no todo es maravilloso, ni mucho menos, si no te gusta la música de fondo puede ser molesto. Es muy probable que si pides varias cosas a la vez se te acumule el trabajo y ocupes todo el espacio disponible en la barra y mucho más, por lo que te recomiendo que pidas las cosas de una en una, al fin y al cabo el tiempo de espera es mínimo.
La carta está sobre la barra, nosotros sólo pedimos dos cosas (razón por la que tendremos que volver para puntuar), la versión de un bocata de calamares (sorprendente, aunque poco contundente y falto quizá de un poco más de sabor, sobre todo teniendo en cuenta todo lo que habíamos leído sobre David) y una maravillosa, descomunal y perfecta caballa.
La carta El bocata de calamares La caballa
Acompañamos de dos copas de vino, un tinto del Priorat y un blanco siciliano. No hay carta de vinos, ni estos aparecen apuntados en ninguna pizarra, tendrás que preguntar al camarero, que, por otra parte, te explicará cada plato, sus ingredientes y la forma de comerlo.
Y ahora vamos al asunto del precio. Premio, lo has adivinado, no es barato, pero? ¿qué ofrece a cambio?, sabores, productos, espectáculo en la cocina, etc? me he sentido mucho más a gusto pagando 13? por cada uno de estos ?lienzos? que 20? por un potaje de ingredientes humildes, por muy tradicional y abundante que fuera su ración. Y eso ocurrió en el mismo día.
Pero esa es otra historia y os la contaré en otro momento, ahora os dejo con algo que sonó esa tarde.
Por cierto, para nosotros la comida callejera con aires asiáticos siempre serán unos noodles bajo la lluvia en una de las mejores películas de la historia.