La España del torero y la flamenca existe, no vamos a negarlo, pero empieza a ser un poco cansino que pese habernos convertido en un país moderno y cosmopolita no logremos quitarnos de encima esa imagen algo rancia. Sobre todo, porque puestos a hablar de tradición española, tenemos una riqueza tan enorme que es una pena simplificar todo a la flamencas y toreros, que por cierto no pasan por sus mejores horas.
Como soy valenciana de adopción tardía, he podido conocer algunas de las tradiciones de la Comunidad Valenciana y a pesar de no ser ninguna experta, presumo de haber disfrutado enormemente todas las fiestas que me he cruzado; las Fallas de Valencia las que más. Con sus tópicos también, por supuesto.
Me dio muchísimo gusto pintar a mano para mis primas N. y M. estas galletas falleras. Llenas seguro de errores históricos y de indumentaria, pero con muchísimo cariño para unas verdaderas apasionadas no tanto de las Fallas como de la pura tradición valenciana.
Han sido mis primeras galletas pintadas de verdad, para las que me animé incluso a reproducir uno de los vestidos que más me gustan de mi prima N, su maravillosa indumentaria típica de Càlig. Qué bonitos son todos los vestidos valencianos, qué riqueza de telas.
Pintar galletas con pincel me da mucho respeto, y hasta que no haga algún curso no creo que me lance. Pero para quien se atreva a empezar, sólo tiene que mezclar los colorantes alimentarios con unas gotitas de vodka u otro alcohol blanco y dejarse llevar con los pinceles.
Volviendo a los tópicos, nos dirán que los valencianos son ruidosos, barrocos y buenos comerciantes. Algo de verdad hay en ello. Son gente alegre, enamorada de la pólvora y el fuego, extraordinariamente puristas con sus tradiciones -¡cuidadito con lo que echas a la paella!- espléndidos en todo lo que hacen. Haciendo fiestas son una especie única; tanto las Fallas como cualquier otra se celebran como si no hubiera un mañana; con la familia, con el barrio, con la colla de amigos de toda la vida.
Así que con motivo del 9 de octubre, del Día de la Comunidad Valenciana, felicito a todos mis amigos valencianos y les deseo que disfruten enormemente su magnífica riqueza cultural, sus pedazo de fiestas y esa maravilla de clima que Dios les ha regalado.
Estoy segura de que a pesar de los kilómetros, el domingo a las 2:00 de la tarde mi corazón dará un botecito, y quizá desde aquí pueda sentir un poco el inolvidable -añorado, delicioso- olor de la pólvora.