INGREDIENTES (4 personas)
1/2 kg de carne picada de ternera1 huevo 50 g de miga de pan 100 ml de leche 1 diente de ajoHarina Salsa Inglesa (un chorrito)Perejil fresco picadoSal, pimienta y Aceite de Oliva
Para la salsa 2 cebollas 1 zanahoria 1 pimiento verde2 dientes de ajo 1 cucharada de harina 1 vaso de vino blanco Sal, pimienta y Aceite de Oliva
Patatas a las finas hierbas3-4 patatas medianasHierbas: tomillo, romero, orégano, perejil...Tomatitos cherrySal, pimienta y Aceite de oliva
Tiempo: 40 minutosPelícula comparada: "Senderos de gloria" (Tras receta)Haciendo albóndigas
Lo primero de todo es poner en remojo la miga de pan en la leche.
En un bol echamos la carne picada y agregamos el ajo bien picado, el huevo, la miga de pan remojada en leche, perejil fresco, la salsa Inglesa, sal, pimienta y un chorrito de buen aceite de oliva.
Mezclamos todo bien. Vamos sacando porciones del tamaño deseado, les damos forma de "pelotilla", las pasamos por harina y freímos en abundante aceite caliente. Sacamos y reservamos.
A por la salsa
En una cacerola o sartén sofreímos la cebolla y la zanahoria en brunoise y el ajo picado en un par de cucharadas de aceite de oliva. Rehogamos a fuego moderado hasta que se ablanden.
Incorporamos una cucharada de harina y removemos para que se tueste ligeramente.
Añadimos el vino blanco y dejamos evaporar. NOTA: Rascamos bien la base de la sartén (desglasamos) para sacar los jugos de las verduras. Salpimentamos al gusto y echamos un poco de agua o caldo (si hiciera falta) y dejamos cocinar unos 20 minutos.
Pasado ese tiempo trituramos la salsa (con batidora y luego, si queremos, la pasamos por un chino, para dejar la salsa más fina) La volvemos a poner al fuego y añadimos las albóndigas.
Dejamos cocinar todo el conjunto 10 minutos a fuego suave.
Las patatas
Cocemos las patatas con piel unos 20 minutos (el tiempo dependerá del tamaño) Refrescamos y pelamos con cuidado.
Las troceamos en cuartos y las salteamos con un poco de aceite, unos tomatitos cherry y las especias que mas os plazcan: hierbabuena, romero, tomillo, orégano, perejil... Ahí ya, vosotros mandáis. ¡Que aproveche, hitchcookianos!
Película ideal para degustar este plato
PATHS OF GLORY
("Senderos de gloria" de Stanley Kubrick, 1957)
La guerra en el cine es, sin duda alguna, una de las fuentes de inspiración más trilladas y exprimidas por los cineastas a lo largo de los años. Vietnam, la Segunda Guerra Mundial, Corea, la guerra Civil española, Roma, Grecia, Oriente Medio, las colonias asiáticas o las guerrillas sudamericanas, son solo algunos ejemplos que han servido para mostrar al mundo los terrores de la lucha. Pero la Gran Guerra no ha tenido tantos narradores como otras contiendas. Y es aquí donde surge "Senderos de gloria" revalidándose como una obra suprema de las miserias y límites del ser humano en tiempos bélicos.
Kubrick era un valor en alza a mediados de los años 50. Su visión única todavía estaba por despuntar pero ya se había hecho un hueco en el cine, gracias a su pericia narrativa en obras de corte policíaco tan aplaudidas como "Atraco perfecto" o "El beso del asesino". Antes de abordar grandes superproducciones ("Espartaco", "2001, una odisea en el espacio" o "Barry Lindon") se mete de lleno en el bando francés para realizar un milimétrico estudio del terror, la frustración y la tiranía del oficial sobre el soldado. "Senderos de gloria" es una joya, por la gran destreza técnica (inolvidables los travellings por las trincheras) y por el tema tan espinoso que critica.
Sus dardos se centran en la terrible historia de tres soldados condenados por cobardía, tras sobrevivir a un ataque casi suicida ordenado por un "acomodado" oficial galo. A su lado sólo contarán con el ímpetu de su superior Kirk Douglas (también productor y co-alma de la cinta) que entregará su sudor y energía por liberar a este trío desdichado de un fatal e injusto destino. Este alegato contra los poderes de los señores de la guerra, nos estalla en la cara como una granada. Y Kubrick realiza, tal vez, el mejor panfleto anti-belicista de la historia del cine. El fusilamiento es en realidad, el que hace él contra el egoismo, la burocracia, la demagogia, la supremacía...
Nuestra receta nos muestra dos bandos claramente diferenciados: en materia prima, color y sabor. Las patatas se coronan limpias, nítidas, impolutas sobre el "barro" de la salsa que tiñe la cara de nuestras albóndigas-soldados.
Por un lado el tubérculo se asemeja a ese grupo de oficiales que observan todo desde la distancia, desde la comodidad de un placido cuartel, sin mancharse las manos... Las finas hierbas surgen aquí como ingredientes suaves, coloristas, que les asean el aspecto y chocan frontalmente contra el espíritu sacrificado de la soldadesca.
Las albóndigas emergen de la crudeza de la carne picada: jóvenes alistados en una contienda cruel. Por delante les espera el terror de la guerra, del cocinado... y poco a poco se irán "amoldando" (o dando forma de pelota) hasta convertirse poco menos que en robots teledirigidos que, bayoneta en mano, sólo entienden el código de "matar para no ser matado".
La salsa de verduras encuentra el paralelismo en el lodo que inunda cada trinchera y que va cubriendo su piel hasta casi hacerla desaparecer. Unas albóndigas que terminarán por ser devoradas, culpables de su propia existencia. A ellas nos se les condena por su cobardía, tal vez, si acaso, por su increíble sabor. Todo un sendero de gloria...
El juicio lo haremos nosotros y la sentencia correrá a cargo de nuestro paladar. Aunque mucho me temo, que como los tres desgraciados soldados franceses, terminarán atados a un poste (o a un tenedor) y esperando entre el desasosiego y la ira el inevitable ejecutamiento...