El bizcocho de calabaza de la abuela que hoy vamos a ver es una versión más sencilla y asequible a nivel técnico que los pasteles o tartas, resultando igualmente delicioso.
No obstante, aunque los sajones se arroguen justificadamente su invención, los orígenes primigenios nos conducen, como siempre, a un recóndito lugar del lejano oriente.
Para encontrar su origen nos tenemos que trasladar a una pequeña aldea de la provincia china de Shandong, alrededor del año 200 a.C, en los albores de la dinastía Han. Los moradores de esta aldea eran extremadamente cuidadosos a la hora de levantar un nuevo edificio, teniendo siempre presentes los preceptos del Feng Shui.
Después de erigir una nueva edificación, estallaba una gran fiesta que consistía en un baile de inauguración. Aquellos mozos que no conseguían pareja para la ocasión eran obsequiados con una calabaza
Cuenta la leyenda que un mozo poco agraciado, tras recibir una de estas calabazas, sorprendió a sus convecinos con una tarta de color anaranjado que consiguió entusiasmar a los presentes. Tanto es así, que rápidamente comercializaría esta tarta extendiéndola por el Imperio.
Fue una cocinera inglesa afincada en China quién quedo prendida de esta receta, plasmándola en un libro, de nombre cortito, llamado "The Queen-like closet, or rich cabinet stored with all manner of rare receipts for preserving, candying and cookery".
Más tarde, los colonos que arribaron en Norteamérica introdujeron la tarta en el país, bautizándola como Pumpkin Pie tras la Guerra de Independencia.
Actualmente, tanto la tarta de calabaza como el bizcocho de calabaza son internacionales.
Cómo hacer un tradicional bizcocho de calabaza de la abuela
En España encontramos diferentes variedades de esta baya de cáscara dura.
Quizá las más habituales sean la violín o butternut y la calabaza dulce de horno, esta última, como representación del arquetipo de la calabaza, con forma esférica ligeramente achatada.
Además, es la más dulce de todas, por lo que se configura como la mejor opción para este bizcocho. En caso de que no pudiéramos encontrarla, la butternut, más frecuente aún, nos serviría para resolver el bizcocho.
Ingredientes:
Calabaza dulce de horno 400 g.
Mantequilla en pomada 100 g.
Azúcar blanquilla 100 g.
Almendra molida 80 g.
Harina floja de repostería 100 g.
Huevos M 3 Unidades
Polvos de hornear 1 unidad o 16 g.
Ralladura de limón
Azúcar glass
Sal
Elaboración:
Como podréis comprobar por la selección de ingredientes, estamos ante un bizcocho pesado que emplea una cantidad irrisoria de azúcar, ya que la misma calabaza se encargará de conferir a la masa un dulzor natural muy equilibrado. Cuando hablo de 400 g de calabaza, me refiero a la pulpa de esta, es decir, sin cáscara y sin semillas. Ten mucho cuidado al pelarla.
En primer lugar, y para prevenir que esa sabia protectora que se encuentra debajo de la piel lastime tus manos, te recomiendo que emplees unos guantes. No todas las epidermis reacciona igual, como tampoco todas las calabazas, especialmente las más maduras, agrietan la piel, pero nunca está de más tomar precauciones. Asimismo, utiliza un cuchillo muy bien afilado.
Cortaremos las tapas, o sea, la parte superior e inferior, para conseguir una superficie de apoyo suficiente que nos permite trabajar de manera adecuada. A continuación, iremos pelándola de arriba a abajo, procurando llevarnos la menor carne posible. Tras esto, verteremos abundante agua en un cazo, y dispondremos la calabaza dentro del mismo, hirviéndola durante 20 minutos.
Una vez esté suficientemente blanda, la trituraremos junto a la mantequilla en pomada. La mantequilla en pomada no es más que mantequilla manoseada, logrando que iguale su temperatura con la del ambiente. Integraremos con una buena batidora hasta obtener una masa homogénea. Entre tanto, batiremos los huevos con el azúcar, blanqueándolos, amén de la almendra y la harina.
Por último, incorporaremos el polvo de hornear, la típica levadura química que se vende bajo el nombre comercial de Royal. En realidad no es una levadura, sino un impulsor, parecido al efecto que haría el bicarbonato. Perfumaremos con un poco de ralladura de limón y aportaremos una pizca de sal. Para rallar el limón sin triturarlo es aconsejable el uso de un microplane.
Al mismo tiempo, precalentaremos el horno a 180º, con calor arriba y abajo. Engrasaremos un molde circular con mantequilla en spray, o en su defecto, restregándola directamente sobre la superficie. Si el molde es viejo, aparte, espolvorearemos un poco de harina, o ya si estuviera muy ajado, incluso podríamos encamisarlo con papel de hornear, cubriendo los bordes y el fondo.
Finalmente, añadiremos la mezcla de calabaza y mantequilla con la de harina, almendra, azúcar, huevo y limón, batiendo con la batidora enérgicamente durante unos minutos. Volcaremos el resultado dentro del molde, y asentaremos con unos ligeros golpes para que se rompan las posibles burbujas de aire que se hayan podido formar. Introduciremos en el horno 20 minutos.
Eventualmente, el bizcocho puede demorarse un poco más, puesto que como sabréis, el tiempo de cocción depende de infinidad de variables que no se pueden definir ni extrapolar. El alto del molde, la capacidad de absorción de la harina o el horno en cuestión son diferentes en cada caso. Para cerciorarnos de que está cocido, meteremos un palillo en el centro y veremos si sale seco.
Desmoldaremos encima de una rejilla cuando esté frío. Como sugerencia de presentación, os propongo espolvorear un poco de azúcar glas por encima, valiéndonos, por ejemplo, de un colador fino. Consumiremos preferentemente en las 48 horas siguientes, conservándolo con papel film al ras fuera de la nevera, o de otro modo se resecaría demasiado.
¡Qué aproveche!
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