En Semana Santa la gastronomía tiene un papel importante lleno de tradición. Una de las recetas estrella de Pascua en Cataluña Pascua son los conocidos buñuelos de viento, una masa de harina, leche y especias que cautiva el paladar de niños y adultos.
Es una masa que al freír dobla su volumen, algo muy curioso a la hora de cocinar y que le genera el nombre que tienen; al decir "de viento" es como decir "hinchados".
Existen una gran variedad de versiones, en las que una vez elaborados los buñuelos se rellenan con chocolate, crema, nata (crema de leche)... También los hay de todos los tamaños, hay quien los hace más grande y quien los hace más pequeños.
Su forma suele ser redondeada, para ello se moldea la masa con la mano dándole forma de bola, pero con práctica se puede realizar con dos cucharas o incluso, como he hecho yo, podemos prescindir de dar dicha forma y hacerlos más irregulares.
Lo complicado de esta receta es conseguir que se inflen adecuadamente y ello depende de la temperatura del aceite. Si el aceite está demasiado caliente impide que crezca la masa y forma una capa seca, mientras que si no está lo suficiente caliente la masa cae al fondo; la masa debe flotar e hincharse.
Sin duda esta elaboración es todo un arte que requiere práctica y seguro que más de una de nuestras abuelas tiene.
Todavía no había probado de hacer esta receta y me ha sorpdendido mucho, pues aunque quizás no haya conseguido el resultado espectacular visualmente, he disfrutado mucho en su elaboración. Sobretodo es muy curioso ver cómo flotan y se inflan, es lo que yo llamo la "magia de la cocina"
¿Os animáis a elaborarlos conmigo? Vamos con la receta.
Ingredientes
220 gr. harina
1 cucharadita de levadura en polvo
125 ml. agua
125 ml. leche
100 gr. mantequilla
5 huevos
Piel de 1 limón
Piel de 1 naranja
1 rama de canela
2 cucharadas de licor de anís
Azúcar y canela en polvo
1 pizca de sal
Tamizamos la harina junto con la levadura en polvo o bicarbonato y reservamos.
Ponemos en un cazo la mantequilla, el agua, la leche, la rama de canela, las pieles de fruta, el licor de anís y la pizca de sal. Llevamos a ebullición.
Cuando empiece a hervir, lo dejamos un par de minutos, retiramos del fuego y añadimos de golpe la harina.
Mezclamos muy bien con una cuchara de madera hasta que se forme una bola brillante de masa se despega de las paredes. Tenemos que conseguir que no queden grumos. Si cuesta eliminarlos, podemos ayudarnos con un poco de calor.
Retiramos y dejamos templar la masa unos minutos.
Añadimos los huevos, uno a uno. No incorporamos el siguiente hasta que no esté bien integrado el anterior. El resultado será una masa espesa y brillante pero más cremosa que hasta entonces.
Preparamos una cacerola con abundante aceite y lo calentamos a fuego medio. Vamos cogiendo bolitas de masa, podemos ayudarnos con dos cucharas, y las incorporamos en el aceite. No hagamos muchos de golpe para que tengan espacio para crecer y no bajen demasiado la temperatura del aceite. Podemos también ayudarlos a darse la vuelta.
Cuando están doraditos los retiramos (pueden tardar un poco, no es una fritura tan rápida como otras elaboraciones). Los dejamos sobre papel absorvente.
Una vez fríos podemos o rellenarlos o, como en esta ocasión, rebozarlos en una mezcla de azúcar y canela. Ya sólo queda servir y disfrutar. Si los compartimos con un vaso de café o chocolate, seguro que desaparecerán en un abrir y cerrar de ojos
Antiguamente se elaboraba sin ningún gasificante, por lo que también podemos no añadirlo. En cuyo caso, después del paso 6, dejaremos la masa reposar un par de horas.
Si no queremos un toque afrutado podemos reducir o eliminar las pieles de fruta.
También podemos sustituir el anís por vainilla.
Si queremos rellenarlos, simplemente haremos un pequeño corte a cada buñuelo y con ayuda de una manga pastelera las rellenaremos del relleno que más gustemos.
Con esta receta participo en el Reto de Cocina Tradicional y Recetas para Semana Santa que organiza Facilisimo