@TheHitchcook
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INGREDIENTES (2 personas)
4 lomos de caballa fresca
200 grs de langostinos crudos
1 manojo de espárragos trigueros
2 dientes de ajo
2 cayenas
1 cucharadita de pimentón dulce
1 vasito de vino blanco o vino oloroso
Sal, pimienta y aceite de oliva
Sal en escamas (para los espárragos)
Perejil picado
Para la salsa rosa (con lactonesa)
100 grs de leche
Aceite suave o de girasol
1 chorrito de vinagre
Una pizca de sal
Kétchup
1 gota de Brandy
1 chorrito de zumo de naranja o media naranja exprimida
Duración: 25 minutos
Son fechas de cenas copiosas y opulentas, no por estos lares. Hoy sale a escena una receta bien sana, ligera y sencilla, que con un poco de imaginación queda muy vistosa en la mesa. Me gustan los pescados llamados "pobres" (caballa, sardinas...) y siempre es divertido intentar "dignificarles" en un plato. En esta ocasión hacemos que unas verduras crujientes y unos langostinos al ajillo acompañen a nuestro sencillo aventurero. Merece la pena seguir sus pasos. ¡Empezamos!
A ver, la cosa es fácil y requiere poco tiempo. Por un lado vamos precalentando el horno a 180º. Con los lomos de caballa bien limpios (tarea que habrá hecho gustosamente nuestro pescadero) los disponemos en una bandeja de horno, con la piel hacia abajo, y los salpimentamos bien. Los metemos en el horno y dejamos que se cocinen durante 10 minutos.
Mientras tanto vamos haciendo primero los espárragos trigueros. Ningún misterio. Echamos un poco de aceite en una sartén y los vamos haciendo lentamente. Los meneamos bien para que se hagan por ambas caras.
Los langostinos. En otra sartén echamos aceite y los dientes de ajo laminados. Los freímos un poco, sin que se quemen, y añadimos las cayenas y los langostinos pelados. Vamos friéndolos a fuego fuerte y agitando la sartén para que queden bien crujientes por fuera. Añadimos el vino blanco y dejamos reducir. Espolvoreamos una pizca de pimentón, removemos y enseguida retiramos del fuego para que no se queme.
Lactonesa (mayonesa sin huevo) Se echa en un vaso de batidora la leche, una pizca de sal y el chorrito de vinagre. Vamos incorporando un hilillo de aceite mientras batimos. Una vez que consigamos la textura típica de la mayonesa, añadimos el kétchup, el zumo de naranja, el vinagre y la gotita de Brandy. Volvemos a batir para que se mezclen todos los ingredientes y listo.
Momento de emplatar: Hacemos una cama con los espárragos trigueros, a los que habremos echado una pizca de sal en escamas. Sobre ella colocamos los dos lomitos de caballa y coronamos con los langostinos al ajillo. Hacemos un par de tiras con ayuda de una cuchara de nuestra lactonesa y terminamos con un poco de perejil fresco picado.
Película ideal para degustar el plato
CITY LIGHTS
("Luces de la ciudad" de Charles Chaplin - 1931)
Qué gustazo me da hablar de esta película. Personalmente es mi favorita de Chaplin (seguida de cerca por "La quimera del oro" y "Tiempos modernos") y de mis grandes elegidas en la historia del celuloide. No es fácil aglutinar comedia y drama en un mismo contexto (y menos cuando el cine todavía estaba en la niñez de su vida), y he aquí uno de los mejores y más clarividentes ejemplos de la perfección en la mezcla de géneros. En nuestra receta también encontramos una fusión de elementos, le sumamos el elemento "pobre" que es Charlot o la caballa y nos topamos con "Luces de la ciudad"
Alabar el talento de Chaplin es tarea fácil y obligada para cualquier cinéfilo. En "Luces de la ciudad" obra un milagro (que bien pudiera ser un cuento navideño de Dickens) que se fija en el famoso vagabundo errante que se parte el alma por ayudar a una joven vendedora de flores ciega. En su odisea encuentra a un millonario que sólo parece reconocerle como amigo cuando está ebrio. Esta obra mágica está llena de desternillantes gags físicos (el combate de boxeo, el intento loco de suicidio, el descenso de la estatua...) y de momentos plagados de ternura y de un final conmovedor como pocos en la historia del séptimo arte. Humor, drama, optimismo, emoción... Todo cabe en Chaplin.
Nuestra receta aglutina mucho del espíritu de este genio británico y de sus "Luces de la ciudad". Más allá del personaje pobre, nos encontramos con una fusión de géneros. Por un lado tenemos la pantomima otorgada por los langostinos, que se alzan como unos equilibristas sobre el plato, dando un toque picante y divertido con el ajo y la cayena. Por el otro la calma del drama, el pochado lento de los espárragos que nos sirven a nosotros como cama y a Chaplin como base narrativa sobre la que se sostienen los pilares y motivaciones del protagonista.
También encontramos simbolismo físico, es decir, en nuestra loca mente los langostinos pueden asemejarse al personaje del millonario borracho (vivos, de clase alta, llenos de color, bañado con un buen vaso de vino) y los espárragos pueden cobrar la forma de la dulce vendedora (un personaje todavía verde en cuestiones amorosas y de clase social baja, pisoteada por todos). En medio de ambos universos se erige el vagabundo; la nobleza de la caballa, cuyo aroma y sabor se mantiene intacto (sólo ha sido salpimentada y horneada) ejemplifica las virtudes y bondades de Charlot: un hombre sencillo que hace cosas extraordinarias.
Si ya además enloquecemos totalmente, veo en la disposición de la foto los emblemáticos zapatones de Charlot cruzado, los langostinos un bombín imposible y un latigazo de salsa rosa dibujando un bastón en la mente de todo amante del buen cine, del buen arte, de la buena cocina... Creedme, nunca la pobreza fue tan rica.