Una milanesa, por ejemplo.
Puede estar demasiado separado el pan rallado de la carne. Puede tener aceite de más, esto creo que sería lo peor, y puede ser una suela. ¿Te la comés igual? Yo también. En mi barrio no se le hace el feo a una milanesa. Jamás.
Una salsa blanca mal hecha es INCOMIBLE.
Si no sabés cómo hacer salsa blanca, no la hagas el día que va tu familia política a comer. Podrían pasarte cosas horrendas en la vida si hacés para esa ocasión una salsa blanca y te sale mal.
Todos comerían tu plato, una lasaña. Y empezarían diciendo: “qué rico, gracias, muy rico, Claudia”.
Pero de a poco la presencia de los grumos se haría sentir. El sabor a harina cruda, el paladar áspero. Tu cuñado menor dejaría caer un chiste:
“Mhhh, Clau, dame aguita para pasar la salsa blanca”
Y todos reirían. Y vos también reirías. Pero en el fondo estarías sufriendo. Estarías sufriendo un montón.
Las bromas sobre tu salsa blanca se sucederían una tras otra. Ya no te quedaría energía para la risa fingida. En el lapso de una hora te llamarían “Blanquita”, “Petrona”, “Lasaña”…
La forra de tu suegra diría la frase: “No la jodan más porque si quiere hacer un curso de cocina lo va a tener que pagar mi hijo”. Ay, cómo te dolió eso, Claudia. Qué forra que es tu suegra.
Algo evidenciaría tu cara porque tu marido diría: “Bueno, basta che, no la jodan más. A mí me gustó tu salsa blanca, gorda”. Y te abrazaría. Qué reconfortante esconder al menos unos segundos tu cara en su pecho. Pero todos reirían a carcajadas de nuevo. Y es porque tu marido habría hecho alguna mueca, alguna broma durante el abrazo, algo que evidencie que él también cree que no sabés cómo hacer salsa blanca.
Entonces comenzarías a beber.
A los veinte minutos harías vos también una broma sobre la salsa blanca. Una broma mala. A la media hora comenzarías a sentirte mareada de más e irías a la cocina a buscar un vaso de agua.
En la cocina estaría tu otro cuñado, el marido de Silvita. Y, alegre, te diría:
– Vení, besamel.
Irías. Y lo besarías.
SI NO SABÉS CÓMO HACER SALSA BLANCA PODÉS DESTRUIR A TU FAMILIA.
Leé bien esta receta.
Ingredientes
variá las cantidades pero no las proporciones
80g. De manteca
80g. De harina
1 litro de leche
1 hoja de laurel
Sal, pimienta y nuez moscadaCómo hacer salsa blanca sin grumos
así de sencillo es
1. Primero calentar la leche con la hoja de laurel y un poco de pimienta. No tiene que llegar a hervir, Cuando empieza a burbujear apenas el borde, retirar del fuego. Reservar.
2. Derretir la manteca en una sartén. Una vez que esté derretida, incorporar la harina toda junta, de una sola vez. En este paso removeremos continuamente con una cuchara de madera.
Esto se llama el roux y es lo más importante para saber cómo hacer salsa blanca. Un buen roux dará como resultado una buena bechamel. ¿Qué es lo que estamos haciendo en este roux? Estamos cocinando la harina para que no nos quede con sabor a harina cruda.
La harina cambiará de color. Revolveremos esta mezcla seca un par de minutos, también es importante que no se pase.
3. Seguido, incorporamos de a golpe toda la leche, que aún debe estar caliente. No dudes en este paso, dale para adelante: toda la leche de una vez. Revolvemos sin descanso y con cariño. De a poco leche y roux comenzarán a unirse y se formará nuestra salsa blanca SIN UN SOLO GRUMO. Cuanto más cocinemos, más espesa quedará. Siempre revolvemos de forma continua y lenta.
4. Salpimentar y agregar nuez moscada.
5. Sacar cuando tenga la consistencia que quieras, pero siempre teniendo en cuenta que al perder calor espesará bastante más. ¡Listo! Ya sabés cómo hacer salsa blanca sin un solo grumo. Tu familia está a salvo.
Y aquí la obra de arte
que salvó a mi familia del colapso total
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